Artista de lo original
Las obras de Rubén Schaap se esparcen en distintos lugares de la provincia, esculturas con sello de autor que gracias al hierro también combina con la carpintería metálica. El “Chapito” abre las puertas de un taller en el que conviven las figuras mitológicas con las terrenales. La creatividad con lo artístico.
Una vez que se atraviesa un hermoso patio interno, decorado con el verde natural de distintas especies, la puerta se abre de inmediato hacia un espacio que parece salido de una ensoñación. O de una película. Decenas y decenas de esculturas de todos los tamaños y significados, desde animales y figuras de distintas mitologías hasta las figuras de caciques con estirpe pampeana o especies de la fauna autóctona. Están de pie, cuelgan desde el techo, sirven como porta lámparas, como repisa de un televisor o de ornamenta de un horno de barro. Todo está perfectamente ordenado, pulcro y a la vista. Como esos mundos creados por Tim Burton para el cine y que fascinan a cualquier edad.
Una vez que fui desarrollando mi trabajo y mi estilo, fui armando cada cosa que necesitaba, sea una mesa, un mueble u otra cosa para la casa o el taller. Creo que eso tiene el valor de una gran nobleza porque es vivir sin comprar cosas hechas sino que las hacés vos con un punto de vista artístico y que además se vuelven únicas e irrepetibles”, cuenta el autor de cada obra que habita en ese espacio que podría ser un museo, una galería de arte o un taller artístico que se habilite para visitas públicas.
Pero allí es donde pasa gran parte de sus días Rubén Schaap que, a sus 51 años, tiene toda una trayectoria que lo convierte en uno de los escultores más originales y destacados de la provincia (su número de contacto es 2954 447904).
Multipremiado y generador de obras que habitan distintos rincones, pero también herrero que vende sus productos por encargo o que realiza carpintería metálica, Rubén es un emprendedor que comenzó trabajando con material reciclado y que hoy convierte la chapa y el hierro en su marca de autor.
“La primaria la hice en la Escuela 2 y ya en ese momento le prestaba mucha atención a los dibujos, a las ilustraciones y me atraía el mundo de María Elena Walsh, además, mi mamá trabajaba en Marinelli así que tenía acceso a ese universo. Y la otra influencia fue la música, las tapas de los discos, sobre todo de rock, del rock nacional y del jazz, que marcaron mi identidad también. El secundario lo cursé en el Domingo Savio hasta cuarto año y de ahí pasé al Polivalente donde estudié Bellas Artes”, resumió el ‘Chapito’ sobre sus primeros pasos.
Schaap comenzó a perfeccionar su arte, a concurrir a exposiciones y eventos públicos y la atracción fue inmediata. “A mediados de los ‘90 empecé a vender muy bien mis obras, se ganaba en dólares y todo lo que pude juntar lo invertí en herramientas, me armé como para poder trabajar con todo lo necesario. Y en el 2000 recibí una beca de Presidencia de la Nación que me permitió ser discípulo del maestro Roberto Rosas que tenía su estudio en Mendoza y me enseñó de una manera magistral”, valoró el escultor santarroseño en una charla con LA ARENA en su taller de la calle Wilde, en la Villa Santillán.
Pincén.
“Chapito” vivió un tiempo en La Plata y durante una década residió en distintas ciudades de México, pero el contacto con su provincia siempre se mantuvo a través de los encargos y las obras, muchas de ellas enclavadas en espacios públicos como el monumento a la Memoria en Telén, la escultura por el enterramiento del cacique Yancamil en Victorica, el trabajo junto a Estrellas Amarillas en Realicó, o el cacique Pincén con sus zorros en la rotonda de la avenida Luro, en el acceso sur de esta ciudad.
“Con Miguel García hicimos un montón de obras, él estaba en Mantenimiento y Patrimonio de la Municipalidad y fue impulsor de esa mirada. Y la que tengo en un lugar muy especial es la de Pincén, que además llegó (el escritor) Osvaldo Bayer para inaugurarla y eso fue muy significativo.
Yo había empezado a aprender la lengua ranquel, siempre tuve mucho amor por las culturas étnicas y aborígenes en general y mucho de eso está metido en esa obra. Para mí hacer ese trabajo fue un antes y un después”, remarcó quien también formó a varios artistas que luego hicieron su camino pero con el sello inconfundible de Schaap impregnado en sus proyectos.
Encargos especiales de clientes que quieren tener en sus casas alguna creación de “Chapito”, premios diseñados para deportistas, reconocimientos que entregan las cooperativas. El trabajo de Schaap llega a distintos lugares, de distintas formas y con diferentes significados pero siempre con el metal como corazón de la creación.
“Con el metal se puede hacer de todo, lo que se te ocurra. Es económico, es conector de energía, en general es liviano y se conserva en el tiempo, además de que es irrompible. Logro que casi sea una cerámica, lo golpeo con suavidad y va tomando la forma que quiero. Mucha gente ni se da cuenta del material con el que trabajo. Es muy noble”, elogia Schaap con la pasión del hacedor. De quien crea y plasma en sus obras toda su sabiduría, ideología y originalidad.
Artista.
“Trabajo con obras por encargo, no es que tengo un stock para la venta. Son trabajos muy de autor, y por supuesto sigo con la herrería general porque es lo que da estabilidad económica. Sigo haciendo esculturas, trabajando con los municipios, con la comunidad ranquel, con clientes particulares en el desarrollo de este taller. Habito el momento, ya no tengo proyectos a largo plazo porque creo que tener la posibilidad de crear y generar cada día es lo que realmente te alimenta. Y no lo considero un trabajo porque yo amo esto, entonces para mí todos los días son domingos y todos los días son lunes”, sentencia mientras se ríe con las ‘órdenes’ que le da el fotógrafo para que pose junto a figuras mitológicas, ángeles, demonios, esqueletos, animales o adornos en su mundo mágico de metal y chatarra reciclada. Un lugar tan único y libre como su obra.
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