La calidez de tejer
En “Tila espacio creativo” Andrea Ramírez brinda distintos talleres de tejido y bordado, un lugar que también es un local comercial pero sobre todo un sitio que invita a la paz y la meditación mientras se aprende el arte de las agujas y la lana.
No hace falta la recomendación de una abuela o de un médico de esos de noticiero o programas de TV de la tarde para saber que, si hace frío, las medidas más obvias para tratar de contrarrestarlo es abrigarse, pegarse a un calefactor, tomar algo caliente o taparse hasta las orejas. Y si no hay otra alternativa, entrar a “Tila”, un espacio repleto de ovillos de lana, hilos, bordados, prendas y demás insumos que hacen a un lugar tan bello como cálido. Porque eso es lo que transmite Andrea, calidez para quienes ingresan a su local ya sea para mirar, comprar o hacer un taller donde se conjugan la creatividad y la chance de tomar una pausa y relajarse.
Andrea Ramírez tiene 41 años, es oriunda de Corrientes pero un vínculo familiar la trajo a la provincia para unas vacaciones cuando ella tenía 20. Con unas amigas de su tía salió a conocer un poco de la noche santarroseña y entonces se cruzó con Manuel.
“En ese momento Manu estaba estudiando en Bahía Blanca y yo en Santa Fe porque un año antes de conocerlo mi papá había fallecido así que con mi familia nos mudamos de Corrientes a la capital santafecina. En ese momento nos pusimos de novio a distancia y cuando podíamos viajábamos para visitarnos, hasta que me vine para acá y me instalé. Me gustó mucho La Pampa y Santa Rosa me encanta, así que desde 2004 estoy en la ciudad”, cuenta Andrea en el coqueto local de ‘Tila”, en la calle Alvear 664, entre Oliver y Urquiza del centro santarroseño (el WhatsApp es 2954-693785 y tiene su perfil en Instagram).
“Durante muchos años trabajé en el espacio de embarazo y crianza de Cecilia Bagliani con quien nos hicimos amigas y fue re linda esa etapa. En un determinado momento empecé a pensar en otra cosa, en generar algo por mi cuenta y el tejido siempre me gustó, fue mi hobby desde chica y me fueron dando muchas ganas de emprender, también para generar ingresos extras en casa así que un día dije: ‘Quiero dar clases de tejido’. Tomé clases de crochet, fortalecí lo que ya sabía y me capacité en un taller muy hermoso. Cuando le conté la idea a Manu de tener mi propio lugar él no lo dudó y me dijo que arme el tallercito en el garaje de casa. Así empecé a dar clases los sábados, que era el único día que tenía disponible por mi trabajo de entonces, después se agregaron algunos días de la semana hasta que quedó la semana completa”.
Ese crecimiento le dio a Andrea la posibilidad de dejar el garaje de la vivienda familiar para alquilar un local en la calle Santa Fe. Allí le anexó la venta de hilados y ‘Tila’ fue adoptando otra forma, otro perfil, completando el anhelo que tenía Andrea desde un tiempo antes.
“Me gusta lo que es la venta y el comercio así que lo complementé con los talleres, en eso Santa Rosa siempre me dio oportunidades lindas de crecer. Hace tres años me vine a este local precioso en la calle Alvear, en el que es clave el apoyo familiar, y hoy somos varias personas dando todo tipo de talleres de tejidos y de bordados, en algún momento también tuvimos macramé”, recuerda la mamá de Sofía (18) y de Lisandro (11).
Terapéutico.
Las clases se realizan diariamente de 14 a 20 y los sábados de 9 a 13 y en la actualidad se enseña crochet, amigurumi, tejido de dos agujas, tejido de aguja circular y bordado.
“Es muy lindo lo que pasa con los grupos, lo que compartimos, el clima que se crea en los talleres, es un ambiente de una convivencia muy linda. Hay mucha gente que viene por recomendación terapéutica, ya sea de psiquiatras o psicólogos porque lo repetitivo, como tejer, te hace concentrar en eso, y tiene un componente meditativo. En un punto te lleva a una introspección que es muy positiva y eso se fue transmitiendo desde el principio porque claramente tiene que ver conmigo y las cosas que me gustan”, valora Andrea.
En “Tila espacio creativo” hay lanas de todo tipo y color, hilos, tejidos, percheros y estantes con prendas, adornos, agujas gigantes para el tejido de mantas nórdicas con vellón de lana y una mesa en la que alrededor se sientan quienes cursan en los talleres.
“Viene gente de todas las edades y lo dividimos en nivel inicial, intermedio y avanzado. También hay talleres para personas que comienzan de cero y aunque el tejer y bordar históricamente se asocia a las mujeres, eso por suerte ha cambiado. Vienen hombres, de diferentes edades también, y eso está muy bueno. Mi idea es que Tila crezca y se expanda en distintas direcciones”, señala Andrea, que tuvo durante la pandemia a mucha gente interesada en su propuesta.
“El hecho de tejer durante el periodo de la pandemia del Covid fue un refugio para gran cantidad de gente, se conectaban muchas personas que necesitaban ocupar su mente y su tiempo, y el tejido y el bordado les daba esa posibilidad. Me acuerdo que armábamos kits y los repartíamos. Cuando salimos de todo eso hubo quienes se quedaron muy enganchados con los talleres y siguieron para adelante”, resalta Andrea que, al mirar hacia adelante, proyecta un galpón en un campo donde pueda brindar sus clases rodeada de caldenes y naturaleza de la llanura pampeana.
Conexión.
En cada frase o reflexión, Andrea deja la marca de su calidez y simpatía. Disfruta su lugar y sus talleres. Es su hábitat y quienes asisten a Tila así lo sienten, por eso nadie mira el reloj una vez que la clase comienza.
“Tejer te da una conexión interior, te lleva a algo puntual y específico, y eso es lo que yo veo acá. Creo que hoy vivimos en tiempos muy acelerados, donde parece que todo te lleva puesto en algún momento por la cantidad de problemas y situaciones cotidianas que generan stress, entonces hay una necesidad de conectar con algo diferente a esa vorágine. Eso se me genera a mí al menos y creo verlo en distintas personas que vienen a las clases”, sostiene Andrea mientras exhibe un hermoso sweater tejido con aguja circular, una muestra de la calidad y el buen gusto que habita ‘Tila’, que es mucho más que un espacio creativo, es un espacio donde sentir la calidez, es la costumbre de cada día.
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