Mireya Regazzoli, la embajadora polifacética
¿Quién no conoce a Miyi Regazzoli? Por su actuación política de toda la vida, pero fundamentalmente porque fue docente de una enorme cantidad de pampeanos. Dio clases de Historia y de Geografía en el Nacional-Comercial, en la Escuela Industrial y en el Bachillerato "Ayax Guiñazú". Pero también se la reconoce como fundadora y profesora del Colegio Agropecuario de Realicó. Hizo de todo. Amó y ama los deportes, y aunque hoy no se pierde ningún acontecimiento por televisión, desde la NBA, pasando por el fútbol y el boxeo hasta llegar al tenis. "Estoy harta de los programas políticos, pero de deportes no me pierdo nada, salvo el fútbol americano, que no lo entiendo. ¡Y que nadie me moleste mientras juega Boca!", dice sin dejar lugar a dudas.
Miyi quiso ser presidenta de All Boys -cuando ya era embajadora- y esa experiencia duró nada más que tres meses. "Me hicieron la cama", dice recordando aquello. Lo cierto es que algunos pensaron que vendría con una valija llena de dólares, o algo por el estilo, y se equivocaron. Fue una frustración, y un error, que ella ahora relativiza.
La profe.
La conozco desde hace muchos años, y también la tuve como profesora en el Comercial -debo admitir, hoy con cierto pudor, que me regaló una nota que me salvó de no promocionar Historia-, y naturalmente como todos la conozco porque estuvo en todas. Fue la hija mayor de Don José Regazzoli y Zelmira Sansinanea, y la hermana de Yuyo -fallecido en 1995- "y de la diputada nacional María Cristina. Les llevaba algunos años, así que yo era la que más seguía a mi padre, que me decía que era una jeringa porque siempre estaba metida en todo".
Casada muy joven con Victorio Vlasich -aún separada hace varios años mantienen una fuerte amistad: "Festejamos los cumpleaños y nos vemos siempre", cuenta-, tuvieron cuatro hijos, Ariel Iván (45), "Lenteja"; Víctor Damián (44), Ana Valentina (42) y Erick Daniel (37), que les dieron 11 nietos, el mayor de 16 años ya.
Obviamente recorrió un largo camino y conoció diversos pueblos de La Pampa donde su papá estuvo destinado como Policía de Territorios, y cuenta sobre aquellos momentos anécdotas tras anécdotas.
La juventud, los deportes, la gremialista.
Vivió siempre en la casona de calle Mansilla, detrás del Club All Boys, y su paso por la Escuela Normal para recibirse de maestra primero, y de la facultad luego para ser profesora de Historia "y de" Geografía, signaría su destino de docente. Libertad Mena, Hugo Chumbita, Leila Casaux, Mabel Tourn, Ana María Rouco, Orlando Benéitez y Elpidio Pérez, entre tantos otros, compartieron muchas de sus inquietudes juveniles. El teatro, la edición de una revista cultural que hasta se dio el lujo de traer a Santa Rosa nada menos que a Violeta Parra, y los deportes practicados en el club de sus amores, pero sobre todo en la Escuela Normal, serían parte de un cúmulo de actividades que la encontraban, casi siempre, en condición de líder. Por eso también su incursión en las gestas gremiales y su intervención en la creación de la Federación de Docentes Pampeanos, e integrante de la terna como representante en el Instituto de Seguridad Social junto a China Carrizo y Máximo Oronoz. Por supuesto Don José -a la sazón gobernador, y quien debía decidir- no eligió a su hija.
Zelmira Mireya Regazzoli, la profe, cautivaba entonces por sus clases didácticas, ágiles, que se caracterizaban -entre otras cosas- porque los alumnos no pasaban a dar lección. Prefería la charla, entablar con ellos una relación casi amistosa que era diferente en aquellos tiempos. "Creo que la docencia es lo mío, y todavía hoy me pasa", reconoce.
Inquieta, algo audaz, animosa como pocas, hizo en aquellos años juveniles de todo, incluso contraer enlace. "Es que en aquellos tiempos nos casábamos jóvenes. No como ahora que a Víctor Damián, su segundo hijo, con casi 40 lo tuve que correr a escobazos", se ríe Miyi al mencionar al remolón en "atender" la requisitoria de quien hoy es su esposa.
Perón y Evita.
Le pedimos que recuerde y lo hace: "Claro que conocí a Perón, y ví bastante a Eva Duarte. Al General la primera vez que lo vi fue en los Juegos Evita, en la cancha de Rácing, y con ella pude tener un trato más frecuente porque una de mis tías militaba y participaba de encuentros con ella a los que muchas veces la acompañaba, aunque todavía era una nena. Si hasta tengo un carnet de afiliada adherente desde los 12 años firmado por Eva", se regodea mostrando fotos y más fotos, entusiasmada. "Fijate, este es el primer plan quinquenal de Perón en 1950... mirá, ya estaba proyectado el acueducto del río Colorado, y hasta Casa de Piedra", muestra un voluminoso libro y las proyecciones que Perón ya pensaba 50 años atrás. "Por eso fue un estadista fantástico, ¿te das cuenta?", pregunta y afirma a la vez.
Claro, los conoció a todos, también a López Rega -"mejor ni hablar", muestra un gesto de disgusto-, a Lorenzo Miguel, Jorge Antonio, Vicente Leónidas Saadi -"él me dio trabajo en el Senado cuando Marín me echó de La Pampa", dice ahora-, y también al inefable Carlos Saúl Menem. Era amigo de mi padre, y después que ganó la interna y más tarde la presidencia me llamó a La Rioja y me ofreció la Subsecretaría de Derechos Humanos, y fui ahí que le dije que me diera rango de embajadora con acuerdo del Senado, porque no quería estar a tiro de decreto. Lo pensó y al final me dio el gusto". Muchísimas horas le tocó compartir con Domingo Cavallo, cuando este era canciller de la Nación... "Un histérico, pero trabajábamos muchísimo", rememora.
Perdón, no olvido.
Anduvo por el mundo, y todavía hoy ostenta el cargo de embajadora experta de Naciones Unidas con pasaporte diplomático. Sigue trabajando, "leyendo mucho", escribiendo sus memorias, incluso su exilio en Nueva York, cuando tuvo que trabajar limpiando casas, cocinando para otros, trabajando en una fábrica de plásticos, hasta el advenimiento de la democracia y su regreso cuando intentó regresar a su tierra y sostiene que le dijeron que no era bienvenida por aquí.
Es difícil un hilo conductor con una persona con tantas aristas, con tamaña diversidad de actividades. "Podés poner que fui feliz, que soy feliz, que disfruto mucho de mi vida. Que no le tengo miedo a la muerte, que estoy preparada... y además que perdoné a aquellos que me hicieron mal... ¡Pero cuidado! Que se entienda... perdonar no significa olvidar. ¿Se entiende?".
Y sigue: "Ahora en agosto empieza el juicio por la represión en La Pampa. Espero que el coronel Fabio Iriart -responsable de la subzona 14- no haya perdido la memoria y cuente lo que alguna vez me dijo. Que diga cuáles fueron las cinco personas que me denunciaron... nada más que eso. Pero yo ya los perdoné".
Y antes de terminar deja una reflexión: "Quiero que pongas que tengo muchísimo respeto por aquellos que fueron torturados y hablaron, a veces diciendo incluso cosas que no sabían. Muchísimo respeto... porque nadie sabe cuál es el límite del dolor que puede soportar una persona. ¿Se entiende lo que digo? Ahora sí, final.
El momento más difícil de su vida.
Recuerda perfectamente aquella noche. "Estaba en casa de mis padres y llegaron dos carros de asalto, y me llevaron. Un rato antes se habían llevado a Victorio (Vlasich) que no tenía nada que ver y le tocó el mismo patrullero que a Saúl (Santesteban, director de LA ARENA). Fui a la Primera: 'llevate un ponchito', me dijo Libertad Mena de Cavalli (entonces Escribana de Gobierno). No, si enseguida vuelvo", contestó Miyi. No sabía que su ausencia se habría de prolongar varios meses, presa en las peores condiciones. "Estuve 100 días en la Primera, después en la Brigada -la pasé muy mal ahí-, y el resto en Devoto hasta el 12 de diciembre de 1976. El 'Coco' Felgueras (médico del SPF) no me quería recibir en la Unidad, porque tenía moretones en todas partes del cuerpo. Le pedí por favor porque una vez que entrabas en la cárcel las condiciones, aunque parezca mentira, mejoraban".
"El día que me liberaron fue el más difícil de mi vida. Sabíamos que muchos compañeros que quedaban en libertad a las pocas horas aparecían muertos en un 'enfrentamiento', así que la angustia era terrible", relata aquel momento especial de su vida. "Me dijeron que salía y el jefe del penal me preguntó si sabía por qué estaba presa: supongo que porque era la hija del gobernador de La Pampa, contesté. El tipo me quiso ayudar y me pagó un taxi, pero yo no sabía si el taxista era el encargado de matarme... Pero me llevó al departamento de un amigo. Sí, me ayudó, aunque en ese momento es lo que uno menos espera". Una historia escalofriante, que soportaron tantos y tantos argentinos. Para no olvidarla nunca.
La foto más querida.
Miyi dice que fue uno de los momentos más emocionantes de su vida. Era 1999, en un foro en el sur del país: "No te des vuelta, vienen para aquí", le advirtieron. Enseguida le tocaron el hombro y giró: Menem, sonriente acompañaba a una personalidad. "Me quedé fría, no supe cómo actuar. Es un hombre inmenso, altísimo... me abrazó y agradeció que hubiera apoyado su ejemplo y su lucha contra el apartheid". Nelson Mandela, el hombre que después de 27 años de prisión eligió tender una mano a la minoría blanca que lo encarceló y condujo a su país a una transición histórica, la estaba saludando. "Por eso es la foto que más quiero".
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