Lunes 30 de junio 2025

Nestor Vicente Cejas: El hombre de las mil anécdotas

Redacción 09/01/2011 - 06.36.hs

Fue un gran jugador de fútbol, sobre todo un goleador, pero es además un personaje absolutamente querible. Capaz de contar una catarata de anécdotas y recuerdos con una pizca de diversión casi inédita.
Una mano que se levanta ante un bocinazo, la sonrisa y el saludo a alguien que lo reconoce a la pasada, el abrazo al amigo que se acerca sorprendido de verlo por aquí, aunque venga casi siempre... casi parece un candidato en tiempos de campaña. Él no elude el compromiso y sonrisa en banderola responde ante cada gesto amistoso. Néstor Vicente Cejas es un ex jugador de fútbol -de fuste en sus buenos tiempos-, pero es mucho más que eso. Es un santarroseño más que un día decidió partir, pero que siempre está volviendo.
Morocho retacón -lo fue aún cuando jugaba al fútbol-, la piel morena, el cabello -ahora más disperso echado hacia atrás-, los ojos vivaces, mantiene la sonrisa que es su marca registrada. Propia de los que son buenos tipos, eso es. Empleado público desde 1983 hasta el presente -había estado antes, desde 1971 hasta el golpe del '76, cuando "se tuvo que ir"-, espera el momento de la jubilación decidir, si seguir en Capital Federal, donde vive hace 16 años, o regresar definitivamente a su tierra. Es un hombre singular porque, como dice Roberto Carlos, él sí tiene un millón de amigos.

 

"Quiero llevar este canto amigo.../ Yo quiero creer la paz del futuro/quiero tener un hogar seguro./Quiero a mi hijo pisando firme,/cantando alto, sonriendo libre./ Quiero llevar este canto amigo.../ Yo quiero amor siempre en esta vida,/sentir calor de una mano amiga,/quiero a mi hermano sonrisa al viento,/verlo llorar pero de contento"/.

 

La amistad y el humor.
El Negro Cejas, Néstor Vicente, es -qué duda cabe- un verdadero personaje. Muchos, sobre todo los más jóvenes no saben quién es, pero también son muchísimos los que lo reconocen como el deportista que fue, pero sobre todo por la persona que es. Dueño de una simpatía simple pero traviesa, tiene también cientos, miles de anécdotas, que mueven a la carcajada de quienes se acerquen donde esté él, en una confitería, en el lugar del trabajo o donde sea. Porque tiene la gracia y la picardía para contarlas como nadie. Y si encima se junta con Carlitos Fortuna, uno de los grandes amigos que le dio la vida, se potencia. Y recuerdan fábulas, personajes de la ciudad, y rescatan cuentos y chistes que convierten -como ahora- una entrevista en un sketch irrepetible.
No fue buena la idea de vernos en La Capital, porque a cada momento alguien interrumpe para abrazarlo, y no falta el que se suma a la mesa e impide cualquier diálogo más o menos continuado. Por eso la entrevista dura varias horas, mientras la lluvia cae incesante sobre la ciudad.
Era la mañana cuando nos encontramos y han pasado varias horas para poder concretar la conversación, aunque debimos apartarnos a otra mesa. "Ya tengo 63 y me falta un poquito para jubilarme. Hoy estoy en Buenos Aires porque allí está mi hijo, pero al final no sé si me vendré a mi tierra o qué haré.... el pibe tira", dice refiriéndose a Hernán (34), quien le ha dado a sus nietos Franco (6) y Delfina (3).
Néstor Vicente Cejas es de esa estirpe de tipos que ponen la familia por sobre todas las cosas, y la amistad como bandera de cada momento, pero también tiene un valor agregado: su humor, su chispa propia del tipo de barrio que aparece todo el tiempo.
"Viví toda mi vida ahí en Sarmiento 585, en el Barrio El Oeste",cuenta. Es hijo de Vicente, albañil y al final empleado de la provincia; y de Andrea López; tiene un hermano, Carlos, "que no se parece en nada a mi", aclara.

 

La infancia.
"De chicos vivíamos jugando a la pelota, o en El Prado, o en Fortín Roca. Estábamos todos, los Cabral -Golepa, gran amigo y enorme boxeador: "el mejor de todos para mí"-, los Carlucce, los Maldonado, los mellizos Goméz, Tono Orueta, Toscano Mazzoni, Arturo Becerra, los Fortuna, los Lucero, el Floro... Una banda de vagos y buena gente, porque nuestras jodas eran sanas, para divertirnos pero sin maldad. ¡El Oeste! Ahí terminaron viviendo todos los crotos de la ciudad, Perico Saravia, El Loco Romero 'El león de Francia', 'El capataz de la rodada'... De noche yo me ponía el capote de mi hermano que trabajaba en el Servicio Penitenciario, la gorra, y me les aparecía, los levantaba y los hacía desfilar a los locos...".No explicó como hizo con Perico, un borrachín al que le faltaban las dos piernas. Y se ríe, siempre se ríe. A veces me parece que me inventa, pero lo hace todo con un gracejo particular y divierte a todo el auditorio.
Hizo la primaria en la Escuela 38 -"era buenísimo alumno", se ufana-, y comenzó a trabajar muy pronto, compartiendo sus actividades con el fútbol. Se casó con su novia de toda la vida, María Ester Martínez, una linda morocha que supo trabajar en La Cantina de José... "En realidad éramos amigos y después nos pusimos de novios". Del matrimonio vendría Hernán (34), también un proyecto de muy buen jugador que pasó por Belgrano, San Lorenzo y Deportivo Riestra, y al que le faltó "un cachito de suerte" para llegar. Hoy Hernán es un próspero comerciante y sigue siendo, no podía ser de otra manera, el gran orgullo de Néstor y la principal motivación de su vida y su destino.

 

Un goleador.
Néstor como jugador era hábil, gambeteador, y goleador implacable. Y apela a la nostalgia para acordarse de aquel equipo de baby "Los dos amigos", donde alguien lo bautizó Sanfilippo -por el gran artillero de San Lorenzo-, y donde además jugaban "El Gaucho" Díaz -hoy abogado-, Vechio Carlucche, Jesús Los Arcos, y otros que fueron tremendos jugadores.
Después toda aquella banda del Oeste se fichó en Belgrano, y allí fue Néstor con su clase y con sus goles. Un día vino Ferro y después del partido a Néstor le ofrecieron probarse.
Dos años estaría en Capital Federal -donde cambiaría su estilo futbolístico-, para regresar a La Pampa y pasar a All Boys. "Con mi pase hicieron el tinglado donde está el gimnasio tricolor", ofrece un detalle poco conocido.
Sobrevendría un tiempo glorioso, en el All Boys de todas las épocas. El de Galant, Bafundo, Rubén Martín, Rechimont, Zabala, Blanco, Orrego, El Gato Villalba, Pelusa Santos, Néstor Vicente Cejas y el Pity Kraemer, entre tantos grandes. "Pocos saben que yo fui el goleador histórico de All Boys en los regionales, incluso por sobre Pity", apunta no sin cierto orgullo. Y a la pasada recordará que Pity le dio "una gran mano" para que Hernán pudiera estudiar periodismo deportivo en Buenos Aires. Fueron años extraordinarios de campeonatos ganados y de andar por el país con el torneo Regional, cuando All Boys era La Pampa.
Años de fútbol, pero también de locuras compartidas con Colores Facio, con Rubén Martín -sobre todo con ellos dos- y con un montón de esos "atorrantes", buena gente pero amigos de la noche y las salidas. Y contará el Negro Cejas mil y una anécdotas de aquellos tiempos inolvidables.

 

En Casa de La Pampa.
En Casa de Gobierno estuvo a cargo del Parque Automotor, "pero con los milicos me tuve que ir, y con Golepa pusimos un kiosco en la calle Antártida Argentina. Trabajé de encargado en una empresa que construía el barrio Aeropuerto y volví a la Legislatura en 1983, para reencontrarme con otro 'hermano', 'Quiche' Sombra, otro gran jugador. Desde hace 16 años soy delegado de la Cámara en la Casa de La Pampa", cuenta. Había pedido el pase cuando Hernán fue a probar suerte en el fútbol grande.
Hace un gran trabajo ayudando a cuántos pampeanos puede. Sabe que quien llega a Buenos Aires, muchas veces por cuestiones de salud, se enfrenta con un monstruo. "A veces es gente que no sabe hacer un trámite, y hay que darle una mano", comenta, aunque también se sabe que no todos actúan igual. Por eso cabe destacar a quienes se esmeran por hacerles más fáciles las cosas a la gente. Le debe saber a gloria a Néstor que una mujer lo reconozca y le dé un beso, agradecida: "Por lo que hiciste por nosotros. Muchas gracias", dice emocionada. "La verdad la saludé pero no me acuerdo de ella... pero esto no se paga con plata, ¿no?". Y es así nomás.
"Te digo que soy re-contra feliz, que no tengo odios ni rencores. Puede ser que alguien no me quiera, a lo mejor porque no me conoce bien, o por lo que sea, pero siempre estoy de buen humor, con ganas de vivir, me cuido y vivo para mi familia. Me gusta salir, compartir con los amigos, ¿y eso no está mal, no te parece?". Y sigue saludando, aquí y allá. "Aquí me reencuentro con mis afectos, y por eso siempre estoy volviendo". Lo bien que hacés Néstor, lo bien que hacés...

 


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