Martes 10 de junio 2025

Luchadora

Redacción 01/07/2012 - 10.26.hs
Una luchadora a la que nada la arredra
Es una luchadora a la que nada la condiciona. Fue docente, es mamá, tiene un programa de televisión, fue impulsora del hogar de ADIS, y se dio el gusto de grabar dos canciones con los Hermanos Calvo.
MARIO VEGA
Siempre digo que cada uno vive primero como puede, y después como quiere. Aunque es verdad que las circunstancias condicionan, lo que cada persona será en la vida tiene que ver -además- con la fortaleza espiritual, con esa llama íntima que potencia las posibilidades. No obstante no siempre se consiguen las condiciones para poder llegar a decir que uno es feliz, que al cabo -supongo- ese es el objetivo de la vida. Esta mujer que está frente a mí, que posa para las fotos sin inhibición alguna, vio su vida condicionada por un infortunio cuando no tenía todavía uso de razón. Pero la miro y advierto que es feliz, que está plena, que disfruta de cada instante. Toda una paradoja en este mundo donde a veces nos sentimos abrumados por cuestiones tan menores que, ahora que la miro, particularmente me da un poco de vergüenza. "Sacame linda. Porque ya pasé los 40", le pide al fotógrafo.
Graciela Isabel Etcheberrigaray (57), siempre que la vi, tuvo la disposición por mostrarme "lo bien" que canta (que nadie le diga lo que pienso: desafina, y mucho). Ahora, en su casa de Lope de Vega 630, me recibe junto a su esposo, Miguel Caliva, una suerte de Angel de la guarda que Dios tenía reservado para ella.
Nacida en Chaco -su papá Pedro era Jefe de Correos y lo trasladaban cada tanto-, ya al año vivía en Santa Rosa. Su familia, que incluía entonces a mamá Araceli y a sus hermanas mayores Pilar, Gloria y María Elena. De su matrimonio con "Cali", como le dice, nacerían Nicolás (39), casado con Agostina; y María Inés (31), que ahora vive en General Pico, la esposa de Federico. Ellos les darían cuatro nietos: Mateo (4) y Emilia (1) por un lado; y Tomás (3) y Sofía (8 meses).

El terrible momento.
Tiene ganas de hablar y menciona gente que pretende que nombre en esta nota -misión imposible hacerlo con todos-, y cuenta, turbándose con algunos recuerdos, riéndose de otros... "Con mi mamá nunca hablé de lo que me pasó. Una vez empezamos a hacerlo y se puso tan mal que no quise seguir... después mis hermanas, que son mayores, me contaron: un día, yo tenía 9 meses, amanecí como una 'baba', me vieron los doctores Andrada y Pangallo y enseguida me llevaron a Buenos Aires. Había miles de casos, y mi mamá con miedo de perderme entre tantos chicos como yo me hizo una marca en una mano, un raspón o algo así". Anduvieron de sanatorio en sanatorio. "un día me di cuenta que ya no había caso y dije basta... y asumí lo que me tocaba. Me decidí a vivir, y aquí me ves". Y de verdad me resulta increíble ese ánimo, esas ganas de expresarse, de estar contenta, de no detenerse ante nada...
Montada en sus aparatos ortopédicos y en sus bastones canadienses empezó a hacer lo de cualquier chico, a ir a la escuela, a integrarse, a participar de la vida de todos los días.

 

Minifaldas.
"A veces me preguntan, pero nunca viví la sensación de caminar, y será por eso que no me desespera. Además mi mamá era tan inteligente... 'levantate, hacete la cama', me decía. 'Estás hermosa', me alentaba cuando yo salía en minifaldas como si tuviera las piernas de Miss Universo. A mi no me avergonzaba, para nada, quizás porque tuve la suerte de rodearme de gente muy optimista, buena onda...".
"En la Escuela 2 al principio no me querían aceptar, pero hubo maestras, como la señora de Abascal, Irma Gamberini, Velma Toscano y la señora de Giuliani que me ayudaron mucho. Allí me hice muy amiga de Analía Romero, con la que también hice el secundario, Alejandra Martínez y Elba Calvo, mi amiga del alma. Fui al Nacional con ellas, Pucho Castiñeira, Carlos Sterin, Jorge Alfonso". Pretende nombrar a toda la división que se recibió de bachiller, pero anoto sólo algunos nombres.
Pero ahora, en este mismo momento que escribo estas líneas recibo un mensaje al celular. Es Graciela: "Mario, tengo 8 sobrinos divinos". ¡También quiere mencionarlos!

 

Docente.
Graciela también empezó Ciencias Económicas -siempre tuvo facilidad para las matemáticas-, pero no iba a terminar. De todos modos le permitió afianzar sus conocimientos y que más tarde pudiera preparar alumnos particular durante años, hasta que Lilia Armando la convocó para dar clases en el Colegio Informático. "Cuando me llamó no podía creerlo, aunque me presenté pensando que no me iba a tomar. Hablé con ella y me dijo 'el puesto es tuyo', así que tengo por ella un gran agradecimiento".
Lilia y sus alumnos le compraron la silla electrónica en la que hoy se moviliza: "Un día falté a clases porque se me había roto la silla anterior, y les dije que no iba a ir más. Y entre todos me compraron esta: esta silla es bárbara, y son mis piernas desde ese momento", se ríe.

 

El amor, el casamiento.
A los 18 años le llegaría el amor. "Una de mis amigas hablaba con un chico al cine Monumental, pero un día no estaba y habló Miguel que trabajaba allí. A ella le gustaba el otro así que me pasó el teléfono... viste como soy de charlatana: empezamos a hablar, hasta que me dice de conocernos, que iba a ir vestido de determinada manera a un lugar, pero cuando lo vi no me gustó así que me fui a encontrar con mis amigos a la Confitería Amancay. Yo le había dicho a Miguel que era alta y rubia". Como Ingrid Grudke, la modelo, le digo: "Sí, igual", vuelve a reírse con ganas.
Miguel empezó a llamarla con insistencia pero ella no lo atendía. "Cuando vi la persona que era me enamoré", dice "Cali" en la frase más altisonante que soltará en la tarde. A mis19 nos casamos", pero antes ella quiso saber si sexualmente era normal, si iban a poder tener hijos. "Un día andábamos en mi auto, un Rambler Ambassador que me había comprado mi papá y nos decidimos: fuimos a ver al doctor (Guillermo) Furst y él preguntó: '¿Vos menstruás?'. Le dije que sí, y me dijo que íbamos a tener los hijos que quisiéramos. Y nos casamos. La fiesta fue en mi casa -Escalante 52- y yo estaba tan contenta que invité a todo el mundo y al final estaba lleno de gente en la calle", rememora.
Enseguida dice: "Mi papá era un adelantado, siempre decía que yo tenía que tener auto y un teléfono, y en esa época no había celulares. No sé, se habrá inspirado en Julio Verne", acota Graciela.

 

La cotidianeidad.
Fueron a vivir al Barrio Río Atuel, hasta que después de la muerte de la mamá, el padre les propuso que vivan con él. Miguel trabajó de guardiacárcel, fue policía y por un tiempito nomás en la Municipalidad. Ella preparó alumnos, dio clases, trabajó en Casa de Gobierno y en el Registro Civil y ahora está jubilada.
Graciela recuerda su primer embarazo: "Un día viene él diciendo si no quería que adoptáramos... le dije que no, que íbamos a tener nuestros hijos, aunque hasta esos momentos nos habíamos cuidado. ¿Y sabés como fue? Un día cuando salía de la municipalidad unos muchachos me dijeron un piropo... podés creer que me desmayé. Estaba embarazada, y cuando se confirmó me quedé en la cama los 9 meses hasta que nació Nicolás; y después lo mismo con María Inés. Así que como son muy seguiditos estuve dos años en la cama...", rememora.

 

ADIS.
Graciela siempre tuvo presente que tenía que hacer algo más, "algo social, que permitiera darle una vida mejor a personas con discapacidad". Así, pensando con Marcela Porrini, nació ADIS (Asociación de Integración Social). "Pensamos en un hogar, porque la duda es que pasan con chicos con discapacidad cuando no están más los mayores".
En 1993 el intendente de Toay, Walter Losada, nos cedió un terreno y junto con otra gente -Graciela Bazán, María Angélica Domínguez, Jorge Podestá, Alberto Brat- empezamos a hacer lo que podíamos. Conseguimos ladrillos, levantamos una pequeña construcción, pero un día un viento nos tiró todo, y se nos vino el alma al piso".
Una noche a Graciela le entregaron un premio en el Casino, y su nuera Agostina hizo una torta que decoró: mostraba una casa destruida. Ricardo Benedicto, una de las máximas autoridades del Casino preguntó por qué. Al otro día tocó timbre en mi casa y quiso ir a ver el terreno, y ya saben como terminó todo: el Casino puso algo así como un millón y medio de dólares para el Hogar y todo el equipamiento".
Graciela tiene otro compromiso y debe salir, y en el final confiesa no tener rencores. "Con todo el amor que recibo, y con todo el que doy, no tendría derecho", reflexiona. Y pienso: alguien dijo que si se le sonríe a la vida esta te devolverá una sonrisa. Graciela podría ser fe.

 


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