Pablo D’atri recordó la oscuridad de la subzona
«Me preocupa muchísimo que algunos sectores de la derecha enarbolan este tipo de discurso. Hoy no veo arrepentimiento y sí convencimiento», dijo en una parte de su declaración Pablo D’Atri al señalar directamente a los represores que detuvieron durante tres años a su padre, el periodista Raúl D’Atri, y al reflejar lo que una parte de la sociedad expresa respecto a la violencia y los años más oscuros de la última dictadura cívico militar que gobernó el país.
Pablo declaró ayer como testigo en el marco del tercer juicio a la Subzona 14 que se desarrolla en esta ciudad y que juzga a los ex militares y policías Carlos Reinhart, Jorge de Bártolo, Luis Baraldini y Omar Greppi.
La audiencia del martes en el Aula Magna de la UNLPam también contó con otros tres testigos presenciales: Mirta Cisneros, cuyo padre fue el funcionario Avelino Cisneros, Jesús Rodríguez (un empleado que fue secuestrado por un reclamo laboral), y Jorge Alberto Finiello, un empleado estatal que también fue detenido por los represores.
«Mi declaración va a ser en términos muy similares en los que expuse en otra causa por la Subzona, a partir de ser víctima porque soy hijo de Raúl, ‘Raulito’, Celso D’Atri, detenido en noviembre del ’75 y liberado en mayo del ’78. Nosotros somos víctimas porque a mi vieja, a mis hermanas y a todo el entorno familiar nos afectó porque sufrimos la represión en carne propia. Y eso se dimensiona en mi madre y en la familia por todas las consecuencias emotivas y psicológicas que tuve en torno a esto, por eso esta circunstancia de relatar la violencia sufrida es muy importante, a mis hermanas y a mi mamá les sigue costando relatar estas cosas. Mi viejo no pudo tener la oportunidad de estar acá y lo cierto es que hasta el día de hoy nunca supe porqué estuvo preso», comenzó D’Atri ante el Tribunal Oral Federal.
El actual periodista hizo mención directa al ex comisario Roberto Oscar Fiorucci, quien fue quien detuvo a Raulito y que hoy sigue «viviendo a escasos metros de donde nacimos».
«Es de adulto cuando uno dimensiona las cosas de otra manera, cuando lo detienen a mi viejo yo tenía 11 o 12 años. Con Fiorucci teníamos una relación muy cercana y hoy vive a escasos metros de donde nacimos y de donde vive mi vieja; entonces está claro que se sigue conviviendo con algún tipo de violencia, sobre todo ligada con la injusticia, porque vale decirlo que la justicia siempre es muy lenta. Mi viejo falleció en el 2009, de un ataque al corazón, que no es una casualidad; y Fiorucci hoy sigue charlando en la vereda de la casa como si nada. Por eso lo mío hoy pasa por la necesidad de este tipo de condena y por una necesidad política».
Liberación.
D’Atri recordó que un funcionario de la Subsecretaría de Interior de entonces, de apellido Ruiz Palacio, le comunicó a su tío, Saúl Santesteban, que Raulito iba a ser liberado en Rawson, tres años después de estar detenido en Santa Rosa, en la cárcel porteña de Villa Devoto, en Chaco y finalmente en la capital chubutense.
«Tengo un hermano que falleció en el ’78 y mamá venía de despedirlo en el cementerio cuando mi tío Saúl le confirma que a papá lo iban a liberar en Rawson. Yo ese día vengo desde Mendoza y nos embarcamos en dos autos hasta Rawson, pero ahí siguió el padecimiento porque tuvimos que esperar casi dos días a que lo liberaran, montábamos guardias de 24 horas para que cuando saliese no encontrara desolación. Esos gestos de violencia me los acuerdo, sobre todo porque era en un contexto muy particular. Y vuelvo a los padecimientos en distintas etapas, por ejemplo los que me llevaron a compartir una clase de Tai Chi donde asistió el represor Fiorucci, tuve que decirle que no acudiera más porque me impedía relajarme en los ejercicios de una actividad que yo ya hacía desde antes», resaltó.
D’Atri destacó «la solidaridad y empatía» de amigos y vecinos. Nombró a las familias Di Santo y Socolovsky, al dueño de una despensa, a una maestra. «Todos teníamos las mismas miradas de cómo sufrimos los hijos de los presos políticos, yo nunca sabré exactamente cómo lo padecí siendo un chico, sí me acuerdo que me costaba caminar pegado a la pared porque cuando volvía de trabajar de LA ARENA a la noche, en ese momento iba al colegio de la ENET, a la altura de Independencia y Luro siempre había policías que me pedían la identificación, me salían por sorpresa y entonces yo iba más sobre el cordón… Eso lo internalicé cuando estudiaba en Córdoba y me di cuenta que caminaba pegado al cordón. También una vez fui al psicólogo por otra cosa que nada que ver, y del 75 al 78 no tenía recuerdos, por eso el nivel de dramatismo que sufrí lo dimensiono en el contexto actual y por eso no puedo creer que existan sectores políticos que reivindiquen esta situación, con una morbosidad feroz reclamando justicia para el otro ala, con la famosa teoría de los dos demonios».
En ese punto D’Atri dijo: «Por eso reivindico a quienes militamos en los derechos humanos y nos bancamos decenas y decenas de años esperando los juicios, con las causas demoradas y con miles de trabas. Por eso a quienes están del otro lado les pedimos que adopten el mismo camino, nosotros aceptamos las reglas de juego de la justicia, de los tiempos de la justicia, incluso viendo morir a mucha gente que no pudo ver cómo se enjuició a sus verdugos… Nunca tomamos la justicia por mano propia y por eso es necesario el llamado de atención a la sociedad porque hay cuestiones tan macabras o siniestras como discutir los números de los 30 mil desaparecidos, porque cuando discuten eso relativizan el dolor y el terrorismo de Estado que significó, entre otras miles de cosas muy graves, violentar la vida de un pibe de 10 años, sometiendo a la familia a miles de situaciones de hostigamiento, a las requisas en mi casa, que varias veces llegué y estaba dada vuelta».
Militante.
Ante algunas preguntas de los querellantes y abogados defensores, D’Atri dejó en claro el objetivo de su declaración: «Mi necesidad de venir es reivindicar la figura de mi viejo, y también de mi mamá y de mis hermanas y de toda la gente que la pasó mal. Porque hoy lo que veo es que no hay arrepentimiento sino convencimiento, mi necesidad es básicamente dejar en claro que no hubo un enfrentamiento militar sino que fue una facción que aplicó violencia sobre otra por pensar distinto».
D’Atri recordó que Raulito «era periodista de LA ARENA y tenía una militancia (en el Partido Comunista) muy fuerte, como todos saben hay una vinculación laboral y familiar y el diario decide en ese entonces mantener el sueldo de él mientras estuvo detenido. Mi vieja también era empleada de LA ARENA y lo siguió siendo. Ella fue la gran organizadora de todo, mi vieja no era cualquier persona y no lo es hoy como bien se ha reflejado recientemente. Y yo reivindico mi infancia, que fue feliz incluso en el terror de la dictadura, por cómo nos contenían mis viejos. Y yo hoy soy un militante político, cada lugar o gesto donde estoy lo hago con un concepto, que es tratar de transformar la realidad. No pudieron hacernos infelices sino que, por el contrario, seguimos siendo una familia unida. Yo jugaba con los hijos de Fiorucci en la calle y pienso en lo difícil que debe ser para ellos tener un padre violador, represor, lo mismo pensaba de la hija de Baraldini. Y por el contrario, en mi caso es muy fácil caminar por la calle», afirmó.
«El famoso ‘algo habrás hecho'».
En la jornada de ayer también se escuchó a Mirta Cisneros, quien trabajaba como maestra rural en Jagüel del Monte. La docente recordó que la detuvieron primero en Telén y luego la trasladaron a la Seccional Primera de Santa Rosa. «Me encapucharon y me interrogaron, me maltrataron psicológicamente. En un momento lo pude ver a mi padre y estaba mal, lo vi destrozado», recordó respecto a su papá, quien había sido detenido en abril del 76 y sometido a torturas, golpes y picana eléctrica.
«Fue muy triste vivir toda esa situación… a veces me pregunto qué hice yo. Mucha gente pasó situaciones muy difíciles sin haber hecho nada», lamentó Cisneros.
Jesús Oscar Rodríguez, por su parte, recordó que lo detuvieron en el matadero comunal y en medio de un conflicto laboral en reclamo de indumentaria y botas. El actuaba como nexo entre dirigentes gremiales y sus compañeros de trabajo.
Recordó distintos interrogatorios a los que fue sometido hasta que finalmente lo liberaron en julio del ’76. «Fue terrible tener que vivir escondido y con miedo, ese famoso ‘algo habrás hecho’ lo padecí en carne propia», lamentó Rodríguez.
El de Jorge Finiello fue el otro testimonio de la jornada. Era chofer del entonces ministro Santiago Covella. Fue detenido durante una semana en la Seccional Segunda y tres meses en la Primera, Lo interrogaron con torturas y picana eléctrica. «Me preguntaban dónde guardábamos las armas y dónde nos reuníamos. Decían que éramos peronistas y montoneros», relató y apuntó que bajo torturas le hicieron firmar papeles para incriminarlo judicialmente. Hoy y mañana siguen las audiencias.
«Anda vivito y coleando».
En su declaración, D’Atri puso especial énfasis en el nombre del represor Roberto Fiorucci, vecino de su casa y quien detuvo a su padre. «Me interesa que se vuelva a dimensionar esto de que hay un derecho a recordar a quienes se jugaron por algunas causas a través de la palabra, como fue el caso de mi papá y, por supuesto, de muchísimos otros. Yo hoy sigo muy dolido por la injusticia que significa ver a un represor vivito y coleando en la vereda de su casa mientras mi viejo está en el cementerio».
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