Julio Fredes, el luthier pampeano.
Nacido en Victorica, Julio Héctor Fredes (72) es un luthier seguramente desconocido para mucha gente, al menos en esa faceta. Porque ha tenido actuación pública: fue empleado municipal, funcionario y secretario general del Sindicato por varios años. Pero también es músico «desde siempre», y desde hace algún tiempo se dedica al arreglo de bandoneones, acordeones y verduleras.
La inquietud de uno de los fotógrafos de este diario -Rodrigo Pérez, un verdadero «cronista gráfico»-, llevó a descubrir que al norte de la ciudad, Julio se dedica a arreglar esos instrumentos musicales. Sabemos de otros luthiers que por aquí hacen lo mismo, pero dedicados a instrumentos de cuerdas. «En esto de bandoneones y acordeones somos tres o cuatro en la Patagonia», precisa Julio.
Arreglo de bandoneones.
Es ingeniero agrónomo y trabajó en la municipalidad de Santa Rosa, donde llegó a ser director de Espacios Verdes en la gestión de Luis Larrañaga, y también doce años Secretario General del SOEM (Sindicato de Obreros y Empleados Municipales). Hoy dedica buena parte de sus horas a una tarea que lo apasiona. «Armé este taller en el fondo de mi casa y llevo arreglado y restaurado unos 75 bandoneones, acordeones y verduleras… Pero además compro y vendo. Algunos que me venden no se pueden arreglar, pero me sirven para sacar pequeñas piezas, que son carísimas, y con ellas reparar otros…», cuenta de entrada.
Hijo de ferroviario.
Hijo de Mauro Fredes -llegado a La Pampa porque era «muy buen futbolista, y por eso anduvimos en distintos pueblos»-, Julio cuenta que su padre «hizo un poco de todo: llegó a hacer parquet con madera del monte, levantaba cosechas de trigo, papa y maíz, y hasta tuvo un horno de ladrillos y yo que era pibe ayudaba apilando. Mi mamá era Juana Rosa Cortez -ama de casa, pampeana-, y tengo dos hermanos ya jubilados: María Eva, enfermera del Sanatorio Santa Rosa; y Oscar, que trabajó de panadero». Julio hoy está en pareja con Patricia González.
Desde chico la música.
«¿La música? Estaba en tercer grado de primaria cuando un amigo que tocaba el acordeón me invitó. Tendría 10 años… pero ya a los 12 animaba casamientos y cumpleaños. Eran tiempos en que quien tocaba un instrumento en un pueblo tenía esa posibilidad», agrega.
Julio participó de varias orquestas: «Estuve en Quinta Constelación, de Vanny Peralta; en el grupo Los Ángeles, que era una cooperativa; y con Los Kentucky. Se hacía música popular bailable y anduvimos por toda La Pampa. Más tarde armé ‘Julián Barbería y el Grupo Alma’, con el que anduvimos por todos los pueblos…», sonríe en la evocación.
Finalmente se integraría a «Pampa Cuatro», invitado por Carlitos Rodríguez: «Un tiempo muy lindo actuando en Jesús María, Cosquín, y en un lugar maravilloso como Sanagasta en La Rioja… Después un tiempito con Cristian Morales hasta que un poco cansado dejé la música», indica.
El luthier.
Ya jubilado «tenía que hacer algo que me gustara. Armé el tallercito hace cuatro años y empecé… primero a partir del sentido común, aprendí a afinar, arreglé algún acordeón en mal estado, y me fueron llegando otros, y ya llevo 75 que pasaron por mis manos. Le dedico 8 horas por día a este hobby… Alguna gente se fue enterando y trajo su instrumento, y de a poco les meto mano…», dice. Señala uno de los varios que tiene depositados sobre una mesa: «Tiene más de 100 años», afirma. De algunos que están inutilizados saca piezas que restaura y utiliza para arreglar otros, en tanto los fuelles -que sufren el mayor desgaste- los repara de una manera artesanal.
En esta etapa de su vida Julio confiesa que aún tiene proyectos. «Por lo menos tres: empezar a dar clases de bandoneón; realizar en algún momento una exposición de acordeones, míos y de mis clientes; y organizar el Primer Festival del Acordeón Pampeano. Cuando se pueda me voy a poner en eso», promete.
Mientras seguirá con esa tarea que lo apasiona. Lograr que esos instrumentos vuelvan a sonar, como en sus buenos tiempos… Una tarea hermosa, sin dudas.
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