Domingo 14 de septiembre 2025

Antonela Alfonso, una tanguera de ley

Redaccion Avances 14/09/2025 - 00.06.hs

Suele pasar eso de alegrarnos sinceramente cuando personas que vimos crecer en la actividad que fuere, triunfan en los grandes escenarios. Y eso pasa con la  joven tanguera que triunfa en Buenos Aires.

 


MARIO VEGA

 

Los acordes sonaron de pronto vigorosos en el Aula Magna de la Universidad Nacional de La Pampa. El sonido quejumbroso del bandoneón,la melodía rítmica del piano, el sentimiento que aportan los violines, y el grave sonido del contrabajo empezaban a darle a la noche la magia del tango que el público había ido a buscar.
Enseguida, desde bambalinas, surgió la figura rotunda de la joven cantante que –enseguida nomás, al frasear las primeras estrofas de un tango, se ganó el “¡bravo!” con el que se distingue a las artistas buenas de verdad.

 

Cantar en La Pampa.

 

Antonela Alfonso cautivó de inmediato con su preciosa voz y con su auténtico estilo tanguero. Y definitivamente se ganó la simpatía de la concurrencia cuando anunció que estaba feliz de estar en su “querida provincia de La Pampa”, con la presencia en la platea de su madre, que la sigue a todos lados.
Al otro día la escena volvió a repetirse, esta vez en el Centro Cultural Médano de General Pico, la ciudad en la que residió hasta que decidió marchar a Buenos Aires, a la meca de los grandes escenarios donde van los que quieren ir por la gloria y el reconocimiento. Y Antonela, ante su gente, no pudo evitar que la emoción la embargara y la voz le saliera temblorosa al saludar a los suyos. Aunque rápidamente, cuando la orquesta sonó, reapareció esa voz que la destaca como una tanguera de ley.

 

Buscando un lugar.

 

Pero claro, antes de llegar a este momento en que la vida le sonríe, hubo –y hay todavía- toda una etapa de esfuerzo, de dedicación y férrea voluntad por hacerse de un lugar entre las grandes del tango. Ese pedestal donde están desde siempre Libertad Lamarque, Tita Merello, Ada Falcón, Nelly Omar, María Graña, Virginia Luque, Beba Bidart, Rosanna Falasca, Eladia Blázquez, La Tana Rinaldi, Amelita Baltar, Adriana Varela… y tantas otras. Entre todas ellas, todavía tímidamente, viene asomando el talento indiscutido de Antonela… aunque ella no se la crea para nada.

 

Bien plantada.

 

Ella, con los pies bien sobre la tierra, no olvida sus orígenes, y sabe muy bien que el camino es duro y exigente. Pero cuenta con la capacidad y la determinación que se necesitan para trascender como lo viene haciendo.
Y un dato más, tiene la humildad que distingue a quienes están bien parados en la vida. Aquella noche después del espectáculo en el Aula Magna de la UNLPam aceptó de buen grado cuando le propuse esta nota de domingo. Y es más, casi diría se mostró dichosa de que más pampeanos pudieran llegar a conocer lo que hace… y lo bien que nos hace quedar.

 

La familia.

 

Cuenta en detalle sobre su vida y el transcurrir en General Pico con su familia. “Nací en Salliqueló (provincia de Buenos Aires) y los primeros años estuve en el campo junto a mis padres, Soraya Palavecino y Juan Carlos Alfonso, que fueron pilares fundamentales para mí y siempre estuvieron muy presentes… Por supuesto tengo para mi padre un permanente recuerdo, porque él fue un apoyo incondicional cuando me inicié en el camino de la música”, dice. Y es natural que sienta una cierta perturbación al recordarlo. 
Y sigue: “Mis abuelos paternos fueron María dos Santos Navaís, de origen portugués, y Nelson Alfonso… conservo recuerdos hermosos de esa infancia entre cosechas y animales. Si me parece verlo al abuelo arando el campo en su tractor con la radio AM encendida. Siempre sonando tangos, y yo de copilota... es una de las postales más vivas que llevo en el corazón”, se emociona Antonela.
“Es que fueron momentos hermosos… crecí rodeada de gallinas, caballos, vacas, terneros y perritos. Mi abuela María se encargaba de la comida y de los postres caseros, con ese amor sencillo y genuino cuando nos hacen sentir que todo lo que preparan es único. Recuerdo los frascos con conservas, compotas y escabeches que siempre había en la cocina... y las tardes jugando e investigando cada espacio con mis hermanos Natalí, Juan Gabriel y Ana Luz, a quienes amo con toda mi vida. Todos adultos ahora, que me dieron los sobrinos más hermosos y sensibles: Baltazar, Umma, Noah y el bebé de la familia, Salvatore”, los menciona.

 

El arte en su vida.

 

Sí, claro que es sencilla y querible esta piba, más allá de sus dotes artísticas, que poco a poco fue desarrollando en el pasar de su vida. “A los 4 años nos mudamos al pueblo de Salliqueló, aunque seguíamos yendo al campo cada fin de semana. Así hasta los 14 años. Fui a la Escuela Nº 7 del pueblo, donde descubrí mi gusto por la lectura y las artes… ya desde muy chica fui extrovertida: bailaba, cantaba y actuaba en reuniones familiares y con amigos, y fue a los 10 años que me acerqué formalmente a la danza, el teatro y la música”.
Su primera experiencia concreta con el canto “fue gracias al Coro de Niños de la ciudad, dirigido por la profesora Gabriela Ruffinatti. Ella fue quien me dio la oportunidad de cantar sola y luego me invitó a participar con el coro de adolescentes. A los 12 años me animé como solista y ese fue un momento clave: la música pasó a ser no solo un juego, sino un camino de vida. Recibí mis primeras clases de técnica vocal, respiración y dicción, mientras también exploraba otros géneros como el folklore, acompañada por guitarristas locales”.

 

En General Pico.

 

Antonela tenía 14 años, era el año 2000, cuando la familia se mudó a General Pico. “Fuimos con mis padres y hermanos. Pasaba que mi abuela materna comenzaba a enfermar de Alzheimer y toda la familia de mamá vivía allí, por lo que fue una decisión de acompañamiento”, rememora. Haría el colegio secundario en el Don Eduardo de Chapeaurouge. “Me sentí tan bien recibida por esta provincia y la ciudad tan hermosa que enseguida nomás me declaré pampeana por adopción, y por nada renuncio a eso”, afirma.
Fue en Pico donde comenzó a dar sus primeros pasos artísticos “más serios. Me conecté con músicos locales, y tuve mis primeros maestros en la ciudad. Estudiaba en la Escuela de Música de Daniel Sosa y, de manera paralela, tomaba clases de canto lírico con su padre, el maestro Isaac Sosa. Allí también encontré un entorno de amistad, colegas y afectos entrañables que me acompañarán para siempre”, evoca.
Pronto empezó a participar en festivales y certámenes, entre ellos Jesús María, Cosquín y Baradero, consolidando un repertorio de folklore y música pampeana.

 

Llega Dafne.

 

El hecho más trascendente de su vida sucedió en 2004. “Cuando tenía apenas 18 años nació mi hija Dafne, el amor más grande y hermoso del que se pueda disfrutar. Durante su primer año y medio decidí alejarme un poco de los escenarios para dedicarme a ser madre… pero la música siempre seguía latiendo en mí y pude continuar gracias a la ayuda de mis padres que siempre me apoyaron en este camino”.
Pasaría el tiempo e iba a resultar habitual verla a Anto con su pequeña Dafne andando en bicicleta las calles de ese General Pico que se quedó para siempre en su corazón.

 

Tremenda profesional.

 

Sus primeras presentaciones como cantante fueron haciendo folklore. “Ella cantaba y yo la acompañaba con la guitarra… Teníamos un lindo repertorio, y con Julio Ortiz la hemos acompañado mucho. Anto siempre tuvo claro que quería ser cantante… éramos adolescentes todavía cuando actuábamos en bares, o para Cultura municipal, y hasta en una oportunidad nos presentamos en Casa de Piedra cuando había una inauguración creo que de un barrio. Pero además, más de una vez, nos enterábamos que había una peña en Santa Rosa y arrancábamos a hacer dedo en la ruta”, recuerda ahora con una sonrisa Mariano Romero.
Él fue, sin dudas, uno de los pilares donde se asentó Antonela en el inicio de su auspiciosa carrera. “La verdad es que es una chica súper sencilla, pero tremenda profesional, y por eso no me sorprende que le vaya tan bien. Se merece todo lo que le está pasando, y para mí en lo personal es un gran orgullo saber que alguien a quien considero mi hermana es una de las mejores artistas de La Pampa”. Y no se guarda nada Mariano al opinar.

 

“Me enamoré del tango”.

 

Antonela lo reconoce: “Mis primeras experiencias como cantante de tango fueron acompañada por mi hermano y músico Mariano Romero y el maestro Julio Ortiz. En 2012 empecé a viajar a Buenos Aires para hacer mis primeros shows con agrupaciones tangueras, grabar en estudios y colaborar con otros artistas. Durante casi tres años viajaba constantemente entre General Pico, Buenos Aires y otras ciudades, hasta que en 2016 decidí mudarme de manera definitiva a la Capital junto a mi hija”.
Estaba signado. “Entró en mi vida un género que marcaría definitivamente mi camino: el tango. Recordaba siempre a mi abuelo diciéndome ‘Antonelita, vos tenés que cantar tango, no folklore…’. Y en 2010 ese llamado interno se hizo realidad, porque me inicié a aprender tango como danza con el maestro Pedro Soria, y rápidamente me enamoré de su universo. Ya no hubo vuelta atrás: me sumergí en sus letras, en sus melodías, en sus historias”.
Desde entonces no hubo milonga que le resultara indiferente, y Antonela escuchaba orquestas, cantores, y soñaba con compartir escena con figuras de ese mundo.

 

Ir por los sueños.

 

Buenos Aires no es fácil. Es esa jungla que puede desanimar al más pintado si no se está preparado, pero que también es capaz de recompensar al talentoso que le pone la garra que hay que poner al momento de ir por los sueños que son de uno… bien de uno. Y el de Antonela era ese: el de subir a un escenario.
“Sí, claro que no fue fácil. Pasamos dos años de adaptación, pero finalmente la vida nos recompensó con nuevas oportunidades. Empecé a cantar en reconocidas casas de tango, a participar en espectáculos y a ser convocada por orquestas y grupos del circuito”.
Así, entre las colaboraciones últimas y más importantes se encuentran sus trabajos con Tango Bardo, donde participó en el disco “Ella y Caló” (2023), y con la Orquesta Romántica Milonguera, con la que grabó “Last Tango in París” (2024) y “Vete de mí” (2025).

 

Una triunfadora.

 

Este año también lanzó “Te extraño junto a mí”, Tango Dúo, “mi proyecto junto al pianista Hugo Hoffmann, quien también es mi compañero de vida. Hoy mi música convive entre dos mundos: el tango, que es raíz, herencia y pasión; y la canción latinoamericana y romántica, que abrazo en otros proyectos musicales. Me presento en escenarios, festivales y también llevo mi voz a espacios íntimos, como eventos culturales, restaurantes, milongas, etcétera”.
Antonela Alfonso es, a esta altura, una triunfadora. “Tuve la suerte de viajar mucho”, agrega sin intentar alardear. Y me digo, ¡como si fuera tan fácil!

 

Por el mundo.

 

Ha viajado llevando la música con su voz por países europeos, y así estuvo, en Rusia, Turquía, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Países Bajos, España, Portugal, Suiza y México. “Y ahora, el mes que viene, en octubre, estaré haciendo mi primera gira por Asia, visitando Corea del Sur y también Japón”.
Sus grabaciones y videos pueden encontrarse en Spotify, YouTube, Instagram y Facebook. “Allí comparto mi recorrido y los nuevos pasos que va dando mi carrera. La música para mí no es solo profesión que elegí… es la memoria de mis abuelos, es la voz de mi infancia, es el legado que me conecta con mi tierra y con la gente…”, y se le humedece la mirada.
“La última vez que había estado en Pico fue una experiencia hermosa con el Ensamble de Vientos y Percusión. Era en homenaje a Piazzolla… No estaba volviendo tanto porque laburo bastante en Buenos Aires, en las casas de tango y demás”, señala.
No deja de decir que extraña “un montón” a su familia, pero dice: “Es el camino que elegí. Soñaba con estar en Buenos Aires porque ahí está el tango. No es fácil porque muchas veces pasás todo el día fuera de la casa, y son muchos gastos, pero lo cierto es que estoy muy contenta”.

 

Con la Sinfónica.

 

Evoca que se maravilló en la oportunidad que le tocó hacer el concierto con la Orquesta Sinfónica en General Pico. Fue un sueño, porque eran 60 músicos o más. Viajamos en micro saliendo del Teatro Colón un montón de músicos…”.
Hace un reconocimiento especial: “El nivel que manejan en Cultura en General Pico es increíble, es de un profesionalismo que no lo vi nunca antes. Es imponente el nivel que están manejando, desde la filmación, el sonido, la atención a los músicos, a los artistas… están en cada detalle del salón. Por eso quiero destacar que Matías Rach es un director de Cultura que creo no se vio antes en La Pampa”, opina.
Y sigue: “Para mí estar con La Sinfónica fue un sueño. Con un montón de amigos que no tenía ni idea que iban a ir, colegas, familiares… Por eso siempre digo que volver a La Pampa, a General Pico, es un regalo precioso… ¿Viste que se dice que nadie es profeta en su tierra? Bueno… pienso que cuando me fui a Buenos Aires y me empezaron a ver en las redes haciendo cosas con orquestas, en espectáculos de tango, en casas de tango, fue como que se me empezó a reconocer un poquito más. Y claro que me pone muy feliz, y me encanta que me escriban en las redes y me digan ‘qué orgullo, nos acordamos de vos, de cómo la luchabas, de cómo andabas de acá para allá’. Y tampoco es que creo que hoy soy la gran cosa, ni que tengo gran fama ni nada, pero hice un lindo camino con el tango y con la música”.

 

Se lo merece.

 

Se alegra porque quienes la vieron crecer hoy se acuerdan con cariño de aquella piba que, con sus sueños a cuestas, andaba con su hijita pequeña para todos lados: yendo a las peñas, a ensayar al Viejo Galpón o a tomar clases. “Hoy estoy haciendo lo que me gusta, lo que amo, y soy feliz”, completa.
Y qué bueno que así sea, porque gente como Antonela se merece lo que le pasa. Porque es de esa clase de personas que valen la pena, por su talento pero sobre todo por su sencillez que la hace tener bien presente –todo el tiempo- de dónde viene, pero también hacia dónde va…

 

“Tendrá una carrera enorme y exitosa”.

 

El maestro José Pablo María Dell 'Oca Sala es palabra más que autorizada si de música se trata, y estuvo noches atrás en el Magna Tango, en el Aula Magna de la UNLPam.
El hombre no es, ciertamente, de los que regalan elogios, y por el contrario puede ser un ácido crítico sobre lo que ve en un escenario. Tiene amplios antecedentes que lo avalan porque trabajó con muchos de los grandes de la música, como por ejemplo y por mencionar sólo algunas con María Graña; también con Amelita Baltar, con la que hizo seis conciertos en gira, con la “Juan de Dios Filiberto”. Y muchas estrellas más de la canción.
Llegó a nuestra provincia para dirigir la Orquesta Sinfónica de La Pampa, y se quedó para siempre.

 

Grata sorpresa.

 

Cuando se le preguntó por Antonela Alfonso no escatimó elogios. “Para mí fue una grata sorpresa. De entrada lo fue Romántica Milonguera, que enseguida percibí que era una orquesta que trabajaba en milongas, básicamente, porque tenía muy marcado el estilo D’Arienzo, rapidito y picadito. Algo que por mucho tiempo a los tangueros no los convencía, pero que con el tiempo se valorizó”.
¿La cantante? Bueno, Antonela Alfonso es una chica muy bonita, atractiva en el escenario y que considero funcionaría muy bien en televisión si todavía estuviese un programa como ‘Grandes valores del tango’. Pero además tiene una voz preciosa. No sé… Me parece una mesosoprano, casi bastante grave, con muy buen estilo tanguero. Hoy la mayor parte de los cantantes de tango, y en general los cantantes populares, tienen un estilo rockero. Es decir que el idioma español lo cantan acentuando como si fuera inglés… Pero Antonela no, es bien tanguera, y no queda anquilosada tampoco. Tiene una voz joven, fresca, linda, agradable, muy afinada. Y esto me sorprendió, porque los tangueros en general son peligrosos con eso de la afinación, que es algo que se permite en el tango. Pero en el caso de esta chica es muy afinada”.
“No sabía que era de General Pico. Estamos en una época rara, pero en un tiempo normal Antonela tiene por delante una carrera enorme, y pienso que muy exitosa… Si yo aún estuviera en la Filiberto la contrataría para un espectáculo. Me gustaría verla probar con arreglos más rapsódicos, no tan rapiditos. No tan al estilo de D’Arienzo, sino más al estilo de Troilo. Pero sí, la veo como una gran cantante de tango”, concluyó.

 

Una vida en tres imágenes.

 


Con su hija.

 

Antonela con su hija Dafne. El amor más importante de su vida. Con ella andaba las calles de General Pico en bicicleta para ir a ensayar.

 

 

Con el “hermano”.

 

Con su entrañable amigo y compañero de ruta en la música en los primeros años. Mariano Romero, “mi hermano”, lo define.

 

 

Compañero de vida.

 

Con Hugo Hoffman, su compañero en la vida. Con el destacado pianista llevan adelante su proyecto con Tango Dúo.

 

 

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