Martes 23 de abril 2024

Saúl y el bandoneón, su gran pasión

Redacción 24/01/2022 - 09.08.hs

La música cumplió un papel esencial en la vida de Saúl Santesteban. Desde chico sintió una fuerte inclinación por ella y pudo canalizarla a través del estudio del bandoneón. A los 14 años ya estaba tocando en una orquesta de tango en Intendente Alvear, actividad que continuaría por muchos años más compartiéndola con otros trabajos.

 

El bandoneón se convirtió en su instrumento inseparable; un Doble A alemán que su padre, Víctor Santesteban, le obsequiara y que cuidó con esmero toda la vida manteniéndolo en un estado impecable.

 

En las charlas familiares solía recordar entre risas que cuando hizo el servicio militar, en San Martín de los Andes, el bandoneón le permitió comer un poco mejor que sus compañeros colimbas porque los oficiales lo "invitaban" a tocar -en realidad era una orden militar más- para amenizar las comidas del casino. El premio era acceder a la misma alimentación de los jefes del cuartel, para envidia de sus compañeros que tenían vedado el ingreso a esa cocina privilegiada y se veían obligados al "rancho" casi incomible de los colimbas.

 

Integró varias orquestas típicas, "Los Caballeros del Tango" y "Odeón" entre otras. Saúl siempre recordaba que esta última fue la primera agrupación local que incorporó en su repertorio temas de Astor Piazzolla. Con frecuencia asumía el rol de arreglador de las orquestas por donde pasó.

 

Tiempo después, ya alejado de los palcos de las orquestas bailables, retomó la actividad musical con la Agrupación Consonancias junto a Miguel Cikman, Adalberto Cornejo, Osvaldo Villamil y Roberto Sessa entre otros músicos que pasaron por esa formación.

 

Su compañera de toda la vida -Rosalba D'Atri- siempre recordaba que en los años cincuenta y sesenta "parábamos la olla gracias al bandoneón". Se refería a los muy duros comienzos de la segunda época de LA ARENA, cuando la precariedad económica de aquel renacer obligaba a llevar una vida muy austera y Saúl aportaba con tres trabajos: el diario, la secretaría del Colegio de Abogados y las orquestas bailables.

 

Cuando dos de sus hijas, de niñas, estudiaron piano, Saúl se entregó con mucha dedicación al estudio de varias de sus partituras adaptándolas al bandoneón, y así canalizó su admiración por los compositores de los siglos XVIII y XIX, especialmente Bach y Chopin.

 

En las reuniones familiares el bandoneón de Saúl supo ser un integrante más en aquellas mesas multitudinarias llenas de chicos bulliciosos y de grandes que también amaban el tango.

 

Los visitantes de aquellas tertulias.

 

Uno de los rasgos sobresalientes de la personalidad de Saúl Santesteban fue su buena predisposición a escuchar. No era de imponer su voz ni su opinión a sus interlocutores; al contrario, disfrutaba del intercambio enriquecedor y proponía siempre diálogos francos y a la vez amistosos. Quizás esa virtud fue lo que le valió el respeto de tantos contemporáneos que, con mucha frecuencia, lo visitaban en su escritorio de la redacción de La Arena. Durante los largos años que cumplió sus tareas periodísticas, buena parte de ellos junto al fundador del diario Raúl D'Atri, era casi habitual que recibiera visitas, cuando promediaba la mañana, de infinidad de dirigentes, intelectuales, empresarios o profesionales interesados en la vida pública de la provincia que buscaban, en la charla con Saúl, la oportunidad del intercambio, del diálogo que tenía invariablemente como tema central el devenir de la política, la economía, la cultura, el deporte. Todos los temas estaban presentes en esas verdaderas tertulias políticas en donde se canalizaban las inquietudes por la cosa pública.

 

Por citar a los más conocidos: Edgar Morisoli, Ricardo Nervi, Tito Torroba, Antonio Berhongaray, Carlos Sáez, Leopoldo Casal, Julio Colombato, Evar Amieva, Cristóbal Rodríguez Kessy, Fernando Aráoz, Rodolfo Gazia entre tantos otros que hacían un culto de la buena conversación y del interés por la comunidad en donde vivían.

 

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