Martes 30 de abril 2024

En la bici hasta el Fin del Mundo

Redacción 16/10/2023 - 08.00.hs

“Soy un jubilado que en vez de darle de comer a las palomas en la plaza, le doy de comer a la ruta con mi bicicleta”. Así se presenta Guillermo Pérez, de 72 años. Una decisión fortuita lo llevó a descubrir el mundo del cicloturismo, y desde que se jubiló en el 2017 recorre las rutas argentinas -y de otros países- junto a “La Tora”, su compañera y medio de movilidad. Y hace poco más de una semana se embarcó en un proyecto que la pandemia dejó trunco: llegar hasta Ushuaia.

 

“Soy nacido y criado en Santa Rosa, me fui a trabajar siendo adolescente en otros lugares y una vez que me jubilé en 2017 volví y ya me radiqué definitivamente”, contó Guillermo a LA ARENA.

 

Si bien hace seis años Guillermo dispone libremente de su tiempo, la pasión por el cicloturismo le nació en 2001, y casi de casualidad. “Mi primer viaje en bici fue un hecho fortuito; fue desde Buenos Aires a Santa Rosa. Vivía en Buenos Aires, tenía un laburo medio de pasada manejando taxis. Siempre me gustó andar en bici, y en ese momento no tenía una desde hace un par de años, pero como era cliente de una estación de servicio donde hacían sorteos mensuales, justo me gané una bicicleta para Mountain Bike. En eso, mi patrón me dijo ‘necesito tu coche dos semanas, así que te doy esas dos semanas de vacaciones’. Quería ir a Santa Rosa pero no había pasajes en colectivo hasta dentro de tres días. Y como no me quería perder ni un minuto, agarré la bici y encaré la Ruta 5. Más que nada para ver si podía hacer ese viaje; pensaba ‘total, si no me la aguanto puedo subirme al tren’”.

 

Y así comenzó su primer viaje, con lo necesario y con equipos muy básicos. “Todavía no estaba tan difundido el cicloturismo, no había mucho equipamiento al alcance. Así que con lo que tenía me equipé: conseguí dos alforjas urbanas chiquitas, una carpa que si la soplaba se iba sola, una bolsa de dormir y me largué. Así experimenté un viaje hermoso, quedándome a la orilla de las lagunas, los clubes de pesca, y me dije ‘quiero volver a hacerlo’”.

 

Nuevos rumbos.

 

Luego de ese primer viaje, Guillermo siguió en Buenos Aires unos años más, pero en cada oportunidad que tenía, hacía nuevos viajes en bicicleta. “Tenía 10 o 15 días libres y hacía viajes de 700, 800 kilómetros en una semana o diez días”, rememoró.

 

Una enfermedad que lo afectó gravemente lo obligó a hacer un impasse en el ciclismo, y entonces se decidió a retomar sus travesías una vez que estuviera jubilado y completamente recuperado. “En el 2017, con 66 años y ya jubilado, el primer viaje largo lo hice de La Quiaca a Santa Rosa. Retomé en el 2019, con un viaje de ida y vuelta a Uruguay”, repasó.

 

Ese mismo año, Guillermo se había decidido a emprender el viaje que está haciendo ahora, camino a Ushuaia, pero la pandemia de Covid-19 lo obligó a cambiar de rumbo. “A fines de diciembre, estaba en la ciudad de Coyhaique, en el sur chileno. Ahí me atajó un señor, y me dijo que quería hablar conmigo. Nos juntamos, charlamos un poco y me dice que era un médico de investigación; me aconsejó que ya que estaba tan cerca de mi casa, que me volviera porque no se sabía bien lo que podía llegar a pasar con el avance del Covid. Así que le hice caso y me volví, y la verdad que tuve suerte porque si no, me hubiese quedado encerrado haciendo la cuarentena andá a saber dónde”.

 

Al fin del mundo.

 

El viaje de Guillermo hacia Tierra del Fuego arrancó hace poco más de una semana, el 7 de octubre. Cuando este diario se contactó con él, estaba parando en Bahía Blanca. Cuando se publiquen estas líneas, estará en camino a Viedma, en Río Negro.

 

“El año pasado hice un viajecito ida y vuelta de Santa Rosa a la zona lacustre de Bariloche, San Martín de Los Andes; ya había recorrido pero me faltaban caminos que recorrer, principalmente el camino del Estepa al sur de Río Negro. Así que voy de Santa Rosa a Viedma en bicicleta, y calculo que el viernes 20, tomo el tren patagónico hacia Bariloche. Hasta allá ya había llegado, y ya he recorrido, pero más hacia el sur nunca fui así que eso sí va a ser nuevo. De ahí pienso seguir porque quiero terminar con mi obsesión de llegar a Ushuaia”.

 

“Pienso que voy a llegar allá para mediados de diciembre, haciendo el camino del lado de la cordillera, y ahí ya pienso pegar la vuelta por la costa atlántica. El regreso todavía no lo tengo planeado pero no me entusiasma demasiado volverme en bicicleta, por lo menos hasta San Antonio Oeste, por el clima: la única vía para regresar por la costa atlántica, la RN 3, está súper poblada de tránsito y hay vientos de hasta 130 kilómetros”, contó.

 

No obstante, aseguró que “el tramo de San Antonio Oeste hacia La Pampa, eso sí lo voy a hacer, porque hay lugares que quiero transitarlos en bicicleta. Será un mes, un mes y medio más, calculo que en febrero estoy de regreso en casa”.

 

Bitácora virtual.

 

Guillermo también documenta sus travesías en videos, fotos y un blog, y las comparte en sus redes sociales: “No me he convertido ni pienso convertirme en youtuber, pero tengo un canal de videos que se llama ‘Jubi en Viaje’. Cada tanto armo videos con las fotos y videos que hago cuando viajo, los edito y los subo. Mientras viajo no tengo con qué publicarlo, así que los publico cuando regreso. O sea que en cuatro o cinco meses salen los videos. Mientras tanto uso mi Facebook para ir adelantando, manteniendo a la gente más conocida y a mi familia al tanto de dónde estoy y que sepan que estoy bien”.

 

“También tengo un blog de viaje, que se llama igual que mi canal de YouTube donde hacía relatos. Pero como me cansé de escribir, ahora lo uso más como galería de fotos. Cuando hago los videos, también aprovecho y voy tirando fotos en el blog”, contó.

 

Viajeros e historias.

 

Una de las principales cosas que le dejan los viajes a Guillermo son amistades. “A veces repito caminos y me encuentro con gente que conocí anteriormente, los visito, les doy la sorpresa, se sorprenden gratamente, y me dicen que me recuerdan, y eso es muy grato para mí. A medida que vas viajando vas haciéndote de conocidos, y te quedan contactos. Con los viajes me hice conocidos en el norte, en Jujuy, en Tucumán, que me dicen que vuelva a ir, que me esperan de nuevo. Y aparte otros viajeros conocidos también, que andan por otros lugares del mundo, de Sudamérica, y siempre estamos en contacto”.

 

La experiencia de buscar dónde dormir puede llevar, muchas veces, a una anécdota insólita o a conocer personas nuevas. “No en todos lados hay campings, así que en cualquier lado me sirve; al reparo de una alcantarilla de una ruta, en el medio del bosque, a la orilla de un arroyo. En cuarteles de bomberos me quedé montones de veces; en estaciones de servicio, que son para mí el principal lugar de acampe. Además siempre hay camioneros, y terminamos compartiendo una cena todos juntos. Hasta me ofrecieron dormir en una comisaría, en un pueblito de Jujuy: un policía que estaba ahí de guardia me dijo ‘si a usted no le cae mal, acá va a hacer un año que no hay un solo detenido, ¿por qué no ocupa usted por esta noche?’. Y así, miles de historias”. Historias que seguramente seguirá escribiendo en los próximos meses, en su camino hacia el Fin del Mundo.

 

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