Viernes 12 de abril 2024

La mirada periodística de Saúl Santesteban

Redacción 24/01/2022 - 08.00.hs

Con la partida de Saúl Santesteban, se despidió quien fuera acaso el último representante de una generación de periodistas y observadores de la realidad regional que desde las páginas de LA ARENA tuviera protagonismo en la segunda mitad del siglo XX y que ya no están entre nosotros. Entre ellos podría mencionarse a ambos D'Atri -padre e hijo-, Omar Maraschini, León Nicanoff, Edgar Morisoli, Julio Alvarez, Ricardo Nervi, José Villarreal, Cristóbal Rodríguez Kessy, Jorge Roo, Lito Maldonado...

 

Todos ellos tienen un rasgo en común: ninguno cursó estudios sistemáticos de periodismo o de ciencias de la comunicación. Pertenecieron a un tiempo en que las "escuelas" o las "facultades" eran las redacciones alimentadas por la inclinación personal a escribir sobre "lo que pasa en la calle", como decía Antonio Machado.

 

Por tal razón para ellos el periodismo era un "oficio" antes que una "profesión". Eran tiempos en que los estudios superiores en periodismo todavía no existían o recién se iniciaban en las lejanas universidades de las grandes ciudades. Aquí en La Pampa, territorio agreste hasta bien entrado el siglo XX, la educación terciaria o universitaria llegaría mucho más tarde. Por eso la vocación por escribir en un diario -el medio más común, por lejos, en aquellos años- se canalizaba mediante un aprendizaje en el trabajo, a pura prueba y error, bajo la atenta mirada de algún veterano que había aprendido con el mismo "método".

 

El ingreso de Saúl Santesteban en el periodismo tuvo lugar de esa forma, de ahí el agradecimiento que nunca tuvo reparos en expresar a quienes lo iniciaron en el "oficio": Raúl D'Atri, Omar Maraschini y León Nicanoff.

 

Leer para escribir.

 

Esta fue quizás una de las recomendaciones más persistentes que escucharon de boca de Saúl quienes trabajaron con él en la redacción de LA ARENA. Siempre insistió en la necesidad de no olvidar el respeto por la palabra escrita, por la riqueza del idioma que -sostenía- es una de las claves para poder comunicar con eficacia una idea, un partido de fútbol o un acontecimiento político. Admirador de la prosa de Borges, siempre decía que "envidiaba" al escritor por su talento en el uso del lenguaje y por tornar fácil lo difícil.

 

Con la intención de estimular la lectura, y con su habitual sentido del humor, solía plantear en la redacción algún desafío que los jóvenes periodistas, siguiéndole el tren, respondían con desparpajo. "¿Quién fue el secretario de la Primera Junta de gobierno?", preguntó; y un bisoño cronista, recogiendo el guante, le retrucó: "¿Y quién es el bajista de Los Piojos?".

 

Donde hiciera falta.

 

Saúl Santesteban recorrió todo el espinel del trabajo en LA ARENA. Fue, primero, empleado administrativo; también se desempeñó en la distribuidora, una tarea clave en todo medio gráfico; debutó como periodista cubriendo deportes y al poco tiempo comenzó a dedicarse al resto de los temas que se abordaban en la redacción. Siempre sostuvo que, en un medio chico como el nuestro, no cabían los "especialistas"; que en las redacciones de los medios locales el periodista debía desarrollar su curiosidad, su interés por todo lo que acontece en la sociedad en que vive. Y ponía en práctica su prédica con el ejemplo, elaborando crónicas de los temas más variados y riéndose de buena gana de aquellos que solo pretendían redactar "notas de fondo".

 

Como periodista gráfico, advertía sobre los afanes de protagonismo que suelen encandilar a los colegas de la radio y la televisión, que en ocasiones se confunden y se consideran a sí mismos los protagonistas de la información. Si bien tuvo un paso efímero por la televisión en los primeros años de Canal 3 y por Radio Noticias en la madurez de su trayectoria, siempre se consideró básicamente un periodista de la redacción de un diario. Uno jugador más en un equipo.

 

Informar y opinar.

 

Son dignas de recordar las largas charlas que mantenía con Raúl D'Atri, el entonces director de LA ARENA, todas las mañanas, que disparaban por lo general los temas que abordaría luego en la columna editorial. Esa forma coloquial de abordar los asuntos de interés periodístico la supo mantener a lo largo de toda su trayectoria con los periodistas de la redacción y los que continuaron con la tarea de escribir los artículos de opinión.

 

Es que LA ARENA, desde sus comienzos, siempre tuvo lugar en sus páginas -además de la información- para la opinión, tanto la de sus periodistas y la de los muchos colaboradores que sobre los temas más variados escribieron con su firma como la propia opinión del diario: la columna editorial. En la segunda época de LA ARENA se consolidó esa tendencia y Saúl tuvo a su cargo la elaboración de los artículos que expresaban lo que se denomina la "línea editorial" del diario. En verdad se podrían publicar varios libros si se lograra reunir solo una parte de ese trabajo cotidiano a través del cual abordó todos los temas que siempre se consideraron relevantes en este diario: la política municipal, provincial y nacional, el cooperativismo, la educación y la salud públicas, la economía regional, la cultura, la justicia, etcétera.

 

Periodistas y políticos.

 

La mirada del periodista no es la mirada del político. Son dos planos diferentes, dos objetivos diferentes también. Esa es una de las enseñanzas que dejó Saúl Santesteban en su extenso paso por la redacción de LA ARENA.

 

No hay que dejarse encandilar por el hecho resonante -reflexionaba- a la hora de sentarse a elaborar un análisis político. Hay que entrenar la mirada para poder descifrar tanto sus orígenes como sus consecuencias. Hay que mirar toda la cancha como lo hace un número cinco, un "centrojás" -un término de la jerga futbolera muy usada por Saúl-. El político en cambio se considera un centrodelantero, un número nueve ansioso por meter el gol consagratorio.

 

También usaba otra metáfora: Hay que aprender a mirar no solo la fotografía sino también la película. La crónica y el análisis deben complementarse. La primera debe informar al lector con rigor y apego a los hechos. El segundo debe ubicarlo en el contexto general, revelar aristas que se ocultan a las miradas desatentas.

 

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