Jueves 25 de abril 2024

Volvió “El rey de la fibra de vidrio”

Redacción 10/01/2024 - 09.00.hs

Por estos días –sucede habitualmente- son muchos los santarroseños que viviendo en otros países han regresado a la ciudad para las fiestas. Personas que un día hicieron sus petates, cruzaron el Atlántico y se instalaron en tierras lejanas. Por las circunstancias que fuere, se fueron junto a sus familias a armar sus vidas en otros sitios.

 

Son muchos, y están diseminados por el mundo. Están los que partieron hace varios años buscando mejores horizontes; y también los más jóvenes que –seguramente- tienen otra forma de ver las cosas y consideran que nada los ata aquí para siempre. Creen que pueden desarrollarse perfectamente en otros países.

 

Carlos Alberto Zarelli, Tito para quienes lo trataron mucho, es aquí un hombre que resultaba muy conocido en el ámbito del deporte motor, tanto en el automovilismo como en el motociclismo.

 

Bueno con las manos.

 

Pero no sólo eso, porque sin ser un atleta tenía una rara habilidad con sus manos, lo que le permitía hacer otras disciplinas. Y por eso jugó sóftbol, tenis –se dio el gusto de ser instructor junto a un consagrado Ricardo Cano-; más tarde hizo paddle (también enseñó este deporte cuando era incipiente); y se prendió en el golf con buen suceso. Charlatán consuetudinario, gracioso, impertinente a veces, no pasaba desapercibido por donde anduviera.

 

El deporte motor.

 

Con los autos de carrera Tito era el encargado –en su taller de la calle Garay Vivas- de trabajar en el chasis, y sobre todo en la pintura. Y con las motos le hacía un poco a todo cuando las 105cc tenía 60 ó 70 competidores, tanto en las pruebas de ruta como en la pista. Era un momento de locura del motociclismo, en tiempos en que había muchísimos pilotos que se destacaban.

 

Sólo por nombrar a algunos cabe recordar apellidos: Gambulli, Rojas, Terrani, Sáenz, Schiel, Sosa, Casais, Saravia, Bocoy, Gugliara, Grandón, Saravia, Sabetta… y tantos otros que hace imposible mencionarlos a todos. Aunque antes hubo otra camada también muy recordada desde Sabaidini, pasando por Gariglio, Bertón, De La Mata, Espinosa y muchos más.

 

Tiempos dorados.

 

Entre 1975 y 1985, más o menos, hubo una época de oro del motociclismo regional. Decenas de pilotos se subían a motos que apenas si eran en su estructura un poco más que una robusta bicicleta, y en esos bólidos de 105 cc -sí, un motor relativamente pequeño- desarrollaban velocidades espeluznantes: llegaron a hacer pasadas de 200 kilómetros por hora (!!!). Increíble, pero real.

 

Lo cierto es que las competencias eran sencillamente extraordinarias. Todos buscaban la manera de mejorar los rendimientos de sus máquinas, extraerle más velocidad aún a esos motores y buscaban afanosamente ser más competitivos.

 

¡Eureka!

 

Y fue a Tito Zarelli al que se le prendió la lamparita… Tenía guardado desde hacía por lo menos tres años el molde de un carenado a medio construir; y un día apoyado por la gente de la Escudería Elgea (los Gambulli) decidió sacarlo y darle forma con esa habilidad tan particular que tenía para manejar la fibra de vidrio. Construyó un carenado –una suerte de huevo ubicado en la parte delantera del bólido- que se colocó en la moto que iba a conducir en la Vuelta de La Pampa Enrique Schiel, El Ruso.

 

¡A 200 por hora!

 

Cuando se subió por primera vez El Ruso se dio cuenta que no era normal el andar de la moto. “¿A cuánto estoy yendo?”, preguntó en un momento. Le contestaron que viajaba a 140 kilómetros para tranquilizarlo, pero no era cierto. Es que quienes estaban alrededor no podían creerlo: el cronómetro marcaba que la moto se desplazaba a 175 kilómetros por hora. “Es cierto, porque de 144 kilómetros que daba la moto llegamos de un salto a 176 km/h. Después sí, con más pruebas, con la afinación adecuada, se llegaron a hacer pasadas cercanas a los 200 kilómetros. Era una locura, pero era así", recuerda El Ruso Schiel.

 

Rompiendo récords.

 

El reglamento de la competencia determinaba que después que llegaba la primera moto se tomaban 30 minutos, y los que lo hacían fuera de ese tiempo quedaban afuera. Schiel imprimió tal ritmo que al llegar a General Acha hubo 28 motociclistas que no pudieron clasificar.

 

El conductor llegó a temer sobre la moto: “Es que de a ratos viajaba en tercera porque cuando ponía la cuarta se hacía un silencio del motor que te echaba miedo: parecía que íbamos a volar en serio”, contó alguna vez.

 

Tito a España.

 

Un día Tito Zarelli anunció que se iba a España, y nadie le creyó. Pero ciertamente tomó un vuelo y partió con su familia para instalarse en Alcalá de Henares. Ya en España, su talento hizo que se presentara y ganara un concurso haciendo un trabajo en chapa, y así empezó a trabajar en el Ayuntamiento de la ciudad como capataz de una cuadrilla.

 

Y le fue bien, muy bien… pudo comprar una casa enorme, tener su auto y empezar una nueva vida.

 

Un gran dolor.

 

Pero pasaron cosas. Vaya si pasaron. Un día el destino le dio a él y a su familia un mazazo terrible: Fernando, su hijo menor, sufrió un accidente en moto en una carretera y perdió la vida.

 

El dolor se adueñó de su alma, y aunque Tito pensó que todo se terminaba allí, el tiempo que todo lo puede y el amor de su familia lo sacaron adelante. Aunque obviamente nunca podrá olvidar esa tragedia.

 

Tito, el gremialista.

 

Después, increíblemente para quienes lo conocen, se metió a gremialista. Sí, de tal modo que en este momento es presidente del Comité de Empresas, donde hay representantes gremiales de toda España. “Me eligieron, y trato de hacer de la mejor manera ese trabajo de representar a los trabajadores”, se ufana un poco. Sí, quién te viera y quién te ve Tito…

 

Los amigos.

 

Por estos días está en Santa Rosa, y permanecerá hasta los primeros días de febrero… Y por allí anda Tito, saludando amigos por todos lados, porque siempre está bueno recargar las pilas.

 

Después vendrá el tiempo de volver a esa tierra a la que pocos creyeron que se iría.

 

Cuando el tiempo transcurre solemos ir dejando a un lado –tal vez por las urgencias de todos los días- recuerdos de otras épocas, remembranzas, anécdotas que alguna vez sucedieron… Por eso, de vez en cuando vale la pena dedicar algunas líneas a personajes como Tito Zarelli. Claro que sí (M.V.)

 

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