La Humada sin medico, con poca luz y mucho mal olor
Una vecina relató algunas penurias de este pueblo olvidado, entre ellas constantes cortes de luz, ausencia permanente del médico, corrales en el centro del pueblo y agua corriente de dudosa salubridad.
La situación de La Humada huele cada vez peor. A la apremiante economía municipal, reflejada en permanentes atrasos en el pago de sueldos al personal, se suman problemas en los servicios de salud, energía y agua potable. La realidad actual de este pueblo no es distinta a la de tantas poblaciones del olvidado oeste pampeano. "Estamos abandonados en el desierto, no tenemos médico y ahora también vivimos en medio de la basura" denunció Berta Irene Vázquez, una pobladora preocupada por la histórica postergación de la región.
Uno de los males mayores es "el deficiente servicio eléctrico. Hay cortes continuos y permanentes, que afectan especialmente a los comercios porque la carne y los lácteos pierden su cadena de frío", asegura.
Llamó a Radio Noticias para narrar sus penurias. "Es un llamado desesperado, para tratar de que nos escuchen en Santa Rosa, donde dicen que está dios", dijo. Además de los constantes cortes de energía eléctrica, La Humada padece "la ausencia del médico durante semanas" y los problemas derivados de "la presencia de animales muertos y desechos esparcidos en un basural, a metros del pueblo".
La basura "atrae las moscas y produce olores desagradables y riesgo de enfermedades". Mientras tanto, el médico "hace más de 15 días que está ausente. Hace poco llegó una enfermera, pero sólo puede derivar a Santa Isabel, a 80 kilómetros por un camino muy malo, o Victorica o Santa Rosa si es mucha complejidad". Berta sabe que el médico "viaja continuamente y no vuelve por dos o tres semanas. Se va con su esposa, que es la secretaria. Cobran dos sueldos pero no está ninguno, y no pueden ni darnos un turno", reclama. Una noche su hermana enfermó. "Tenía fiebre, más de 39 grados, y riesgo de que fuera neumonía. Pero la única ambulancia había salido con la enfermera y no hubo ninguna posibilidad de ayuda médica".
Agua dudosa.
Otro problema que le preocupa a Berta es que "el agua corriente tiene mucho olor a cloro y aparecen larvas rojas". Sacaron "agua directamente de la red" para comprobar que no fuese efecto de la suciedad en el tanque, "y allí están las larvas. Nos gustaría que alguien viniera a hacer un análisis, porque acá sólo hay una vecina del pueblo encargada del tratamiento del agua, que le echa un chorro de lavandina y nada más", aseguró.
Feed lot del subdesarrollo.
Dice Berta que en la Humada hay "terrenos otorgados para edificar viviendas cuyos propietarios, luego de construir la casa, levantaron corrales para engorde de vacunos en el fondo del patio". "Está en el centro del pueblo, de modo que convivimos con el estiércol y el mal olor". También reveló que "un señor tiene varios caballos de carrera, a los que les suministran sus drogas y medicamentos, y luego las jeringas utilizadas quedan tiradas y con ellas juegan los niños".
"Dicen que Dios está en Santa Rosa, pero a veces viajamos y tampoco lo encontramos. Sólo nos atiende cuando están prontas las elecciones y después nos olvida de nuevo", reitera.
Como muchos pueblos, La Humada padece el éxodo permanente de sus jóvenes, que parten hacia alguna ciudad y ya no vuelven. Los que quedan, son víctimas de la inclemencia del desierto y el olvido. "Mi padre Francisco Vázquez, necesita un tratamiento continuo por los achaques de su edad. Como vive en el campo, hemos pedido una casita para poder tenerlo más cerca, pero todavía no hemos podido conseguir una ayuda". Afirma que su padre "plantó la primera bandera aquí. Tiene trece hijos y 200 nietos, bisnietos y tataranietos, que son los que votan a estos ángeles de la muerte. No somos indios, tenemos estudio y conocimientos adquiridos de otros lugares, pero no nos gustaría irnos de aquí. Y tampoco queremos que nos abandonen", concluye.
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