Miércoles 13 de septiembre 2023

Pampeanos desarrollan autos voladores para la NASA

Redaccion 22/05/2021 - 21.05.hs

PETRONIO
El 8 de junio de 2012 en New Jersey, EEUU, Argentina le ganó a Brasil por 4 a 3 en un infartante partido de fútbol, con tres goles de Lionel Messi. Sin embargo, el gran espectáculo que se vio en la cancha no impidió que, desde la tribuna, se colara una imagen curiosa: una gran bandera argentina, con la enigmática leyenda «Pocholo La Pampa». Llevó una larga pesquisa determinarlo, pero hoy se sabe que el destinatario de ese mensaje no era otro que Alberto «Pocholo» Barreiro, titular de la tienda homónima, que hasta hacía una década funcionaba sobre la calle Gil, en Santa Rosa. Los emisores del mensaje eran sus hijos Fabián (52) y Javier (48), que acababan de emigrar a Estados Unidos en búsqueda de oportunidades laborales.
Esta semana comenzaron a ejecutar un contrato como consultores de (nada menos) la agencia espacial NASA, para desarrollar el sueño infantil de todos: autos voladores.

 

Chiche.

 

Todo comenzó cuando, a fines de los años ’70, un previsor Pocholo Barreiro trajo a su casa una computadora Commodore, que en aquel entonces funcionaba como una iniciación informática. Servía para jugar, pero también para realizar programaciones rudimentarias.
Aquel chiche terminó definiendo la vocación de ambos hijos varones (la hija mujer de Pocholo y Coca Barreiro, Rosana, estudió Trabajo Social y vive en Santa Rosa). Fabián se recibió de Licenciado en Ciencias de la Computación, y Javier como Ingeniero Electrónico. Ambos estudiaron en la Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca.
Trabajaron en distintas empresas, tanto locales como multinacionales, y al cabo de un tiempo, decidieron probar suerte en Estados Unidos, donde fundaron su propia compañía, ANT, un acrónimo por «Aplicando Nuevas Tecnologías», pero también es una palabra inglesa: quiere decir «hormiga».

 

Hormigas.

 

ANT Automation LLC es, entonces, una empresa estadounidense con sede en Pensilvania, EEUU, fundada por argentinos que ha estado operando por más de 12 años, desarrollando software y brindando soluciones de automatización en la industria de manufactura.
El nombre de la empresa y su logo están llenos de simbolismo. «Las hormigas son una especie interesante -explica Fabián-, responden como un superorganismo colectivo y son muy eficientes, no solo como individuos aislados, sobre todo son poderosas como colonia, trabajando en equipo. En la empresa, la idea de comunidad presente, trabajo en equipo para enfrentar y triunfar ante las adversidades es toda una definición de principios. Las hormigas se adaptan rápidamente a cambios ambientales, y evolucionan. Son pequeñas pero pueden levantar varias veces su peso. El logo de la empresa es una cabeza de hormiga que recuerda a un alienígena, un «alien» que significa tanto extraterrestre como extranjero en inglés. Una empresa formada por inmigrantes, como nuestros abuelos en Argentina, emprendedores, luchando por salir adelante. Buscan ser como la Linepithema humile u Hormiga Argentina que ha formado una mega colonia global cuyo éxito como organismo, si lo llevamos a términos humanos, se basa en su idiosincrasia y su cultura de trabajo».
Puesto a definir exactamente en qué consiste este «trabajo de hormiga», Fabián explica que se dedican a «la captura y el análisis de grandes cantidades de datos provenientes de sus procesos productivos, transformándolos en conocimiento, con el cual se crean simulaciones de los procesos y se desarrollan algoritmos de inteligencia artificial».

 

Revolución.

 

Esta compañía de argentinos es, así, un actor de la cuarta revolución industrial: «La primera revolución industrial se dio cuando la humanidad pudo imaginar cómo el poder generado por el vapor podía ser aplicado en formas prácticas; la segunda, por la electricidad y la creación de líneas de ensamblado; la tercera, a comienzo de los ’70 en el siglo XX, se inició por el uso de computadoras en la automatización y más recientemente por el uso masivo de robots. La cuarta revolución es diferente, es intangible, en el sentido de que no se están involucrados fenómenos físicos capaces de crear fuerzas poderosas. Es una revolución basada en los datos, una revolución en la que los procesos físicos tienen su gemelo en una realidad paralela a la nuestra, el reino digital, de aquí el nombre con la que se la conoce: Industria 4.0 o Transformación Digital».
ANT tiene además un fuerte compromiso con el medio ambiente, ya que consideran que «si no actuamos ahora, el desastre climático será irreversible, nos arrastra a todos, no importa si somos extraños en una tierra extraña o vivimos en soledad en el bosque pampeano. No hay forma de escapar, veremos a nuestros hijos tener una vida con menos calidad que la que vivimos nosotros mismos». Por eso en su trabajo parten de tres premisas: «Primero: para evitar el desastre climático, la emisión de gases de invernadero a la atmósfera debe ser ceroO; segundo: es necesario desarrollar más rápido y en forma más inteligente las herramientas que ya tenemos, como el poder solar y el viento; y tercero: necesitamos crear y desplegar tecnologías innovadoras que puedan completar el camino a este objetivo». De ahí que la empresa se esfuerce «en dejar una huella de carbono mínima en cada línea de código que escribimos».

 

Pandemia.

 

Durante la crisis del año pasado, en lugar de reducir operaciones, decidieron apostar a la inversión en investigación y desarrollo, particularmente, en reducir emisiones a la atmósfera. «El 16% de la emisión de gases de invernadero es debido a la forma en que nos transportamos. (Sorprendentemente descubrimos que el 19% de las emisiones son por la forma en que cultivamos y criamos animales para consumo, pero esa es otra historia). La forma en que fabricamos cosas contribuyen al 31% de las emisiones y la mayoría de estas emisiones está dada por la fabricación de cemento y acero (10% de las emisiones totales)».
Esto los llevó a la conclusión de que había que atacar el sistema de transporte, y en particular, construyendo menos infraestructura vial (la construcción de puentes y carreteras son uno de los principales consumidores acero y concreto) y electrificando los vehículos. «Nos pusimos manos a la obra y presentamos a la NASA un proyecto en donde aplicamos nuestra experiencia de simulación, realidad virtual, realidad aumentada a este objetivo. El resultado fue mayor a la suma de los esfuerzos individuales. La NASA luego de evaluar nuestras ideas y finalizar una investigación en donde comprobó nuestra experiencia (tenía que hacerlo, ANT no suena como Tesla o SpaceX) decidió financiar nuestro proyecto de investigación y desarrollo de una simulación para la Movilidad Aérea Avanzada».

 

¡Autos voladores!

 

Según un estudio conjunto de la NASA y agencias federales, en la actualidad hay cerca de 200 empresas aeronáuticas que han invertido unos 2.000 millones de dólares, y que en el año 2028 estarán listas para la producción masiva de vehículos eléctricos de despegue vertical, del tamaño de un auto mediano, para el transporte aéreo de cargas y personas. Estos vehículos serán capaces de operar en forma autónoma. «En principio los podremos llamar desde una aplicación del teléfono móvil para que nos recojan en el sitio de origen y nos dejen en el destino deseado. En el futuro seremos dueños y operaremos estos vehículos con un trámite que no será más complicado que el de obtener una actual licencia para conducir. Al igual que un automóvil estas aeronaves son capaces de operar en la ciudad o en el campo».
Ante la inminencia de esta revolución EEUU creó en el 2018 un programa nacional y multidisciplinario que se extenderá por varias décadas y que involucra a varias instituciones, con la NASA (www.nasa.gov/aam) a la cabeza de la investigación y la Administración Federal de Aviación liderando la creación de las regulaciones necesarias para esta nueva forma de transporte.
EEUU se ha propuesto, así, apadrinar empresas, trabajar en la creación de certificados de seguridad e integrar los puertos de despegue vertical de vehículos eléctricos, además de liderar en tecnologías claves (inteligencia artificial, comunicaciones 5G, baterías y fabricación de vehículos eléctricos aéreos), y por último desarrollar el mercado, es decir estimular inversiones y desarrollar infraestructura.

 

Barreras.

 

El marco organizacional de Movilidad Aérea Avanzada, creado por la Dirección de Misión de Investigación Aeronáutica de la NASA consta de cinco pilares: diseño de aeronaves, operaciones de aeronaves individuales, diseño de espacio aéreo, operaciones de flota y espacio aéreo, e integración comunitaria. Cada pilar tiene barreras a ser superadas: el diseño del espacio aéreo, el diseño de los aeródromos y puertos de despegue verticales, las certificaciones, el ruido de las aeronaves, el diseño de aeronaves o drones tolerantes al clima, la predicción del clima urbano, el manejo de flotas, las reglas operacionales, regulaciones, procedimientos y certificaciones, las operaciones de piso y mantenimiento, entre otras muchas más.
¿Y cuál es el rol de los pampeanos en todo esto? «El proyecto de ANT se focaliza en el pilar de integración comunitaria, a través de la investigación y el desarrollo de un prototipo de simulación de una ciudad con su infraestructura, habitantes, tráfico de automóviles convencionales y de conducción autónoma, transportes públicos, transporte aéreo urbano, integrados con el futuro sistema de transporte aéreo avanzado. El objetivo de la simulación es integrar el nuevo sistema a la vida cotidiana, vencer las barreras de la aceptación pública, descubrir problemas potenciales que podrían aparecer, brindar una herramienta en el futuro que contribuya en el diseño de rutas aéreas, seguridad y normas».
«La dirección de transporte de una ciudad de EEUU que ya se ha mostrado interesada en el proyecto, colaborará con ANT para una aplicación real. La NASA por su lado colaborará con ANT para ampliar su aplicación a otras ciudades que se consideran clave para el programa».
Pero la cosa no termina ahí: «En ANT estamos en busca de la inteligencia artificial general. Una inteligencia artificial más avanzada que los sistemas de redes neuronales artificiales actuales y técnicas de aprendizaje de máquina. Los nuevos algoritmos en los que trabajamos están diseñados a partir de estudios realizados por neurocientíficos que permitirán a las máquinas resolver problemas para los que no fueron programadas ni entrenadas. Esta tecnología, una vez resueltos los problemas de investigación básicos y sea aplicada en el mundo real no solo será una revolución cuyo alcance nos es difícil de imaginar. Será el comienzo de una singularidad tecnológica para la humanidad, pero esa es otra historia».

 

Un equipo formado por latinoamericanos

 

En la fotografía se puede ver al equipo que conforma la empresa ANT trabajando en la virtualidad. Allí se los puede observar a Gabi en Pittsburgh (porteña nativa), Javier en Pittsburgh, Pensilvania (pampeano nativo); Damián en Bay City, Texas (pultanteño nativo); Hernán en Spring, Texas (porteño nativo); Alberto en Veracruz, México (xalapeño nativo); Fabián en Rosenberg, Texas (pampeano nativo); Leo en Houston, Texas (sannicoleño nativo) trabajando desde Puerto Vallarta en el momento de la foto); Miguel en Conroe, Texas (entrerriano nativo); Diego en Tampa, Florida (ecuatoreño nativo); Sergio en Bay City, Texas (nativo de Bahía Blanca); Norberto en Tapiales, Buenos Aires (tapialeño nativo); Martín en CABA (porteño nativo); Sebastián en Bahía Blanca (bahiense nativo); Diego en Tapiales, Buenos Aires (nativo de Morón); Ignacio en San Nicolas, Buenos Aires (sannicoleño nativo) y Marcelo en San Juan (sanjuanino nativo).

 

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