Miércoles 07 de mayo 2025

Todas las voces, sin ausencia discrepante

Redacción 14/02/2009 - 03.36.hs

SEÑOR DIRECTOR:
En estos días de comienzos del año no han faltado sucesos para la noticia y el comentario. Queda abonada y reverdecida una vieja sospecha: que el calor, el viento norte y la sequía son propicios para que los seres que están en la cuerda floja (en equilibrio frágil) caigan hacia uno u otro lado. Somos tan extremadamente dependientes que no hace falta más que una palabra, un gesto, un disgusto, una pelea ajena, un grado más de temperatura, un aumento de la velocidad del viento, para que termine la siempre difícil permanencia en la cuerda de breve recorrido y zarandeo constante.
Los analistas u opinadores acerca del acontecer tienen una segunda cuerda floja, pues su quehacer si bien se nutre de los vaivenes ajenos, recibe el retorno (que a veces realimenta) impactante de los humores que desatan sus comentarios. Tal parece haber sido el caso de Nelson Castro, uno de nuestros veteranos de la radio, la televisión y la prensa escrita. En medio de las oleadas del estío condimentado con crisis mundial y sequía, supo que había perdido uno de sus espacios radiales y que eso pudo deberse a una maniobra de gente vinculada al gobierno nacional. La causa puede haber sido su modo de dar a conocer y comentar el caso de una empresa que tuvo a su cargo una obra de ingeniería eléctrica en la Patagonia. Observó (o levantó de otra fuente) que esa empresa cobró una suma por el trabajo de ida y otra mucho más alta por el trabajo de retorno, siendo que la distancia era la misma y los insumos aparentemente no variaron. Electroingeniería hizo su descargo y Castro alcanzó a reconocer que la explicación (por una obra realizada en Chubut y Santa Cruz) era convincente. Pero, la suerte estaba echada, dicen, señalando que la empresa tiene vínculos con gente del gobierno nacional e intereses en medios de comunicación electrónicos. Le dijeron que su espacio "no va más". Castro mantiene muchos otros canales para manifestarse (el diario La Nación, un espacio en el canal de Clarín, otras radios) y ha recibido ofertas abundantes, no obstante que el incidente original ha perdido consistencia (si los descargos fueron convincentes). Un colega de Castro, Horacio Verbitsky, escribe sobre el caso en su columna semanal y concluye diciendo que el gobierno, si es que influyó para su salida de radio del Plata, "se hace mayor daño a sí mismo que por la denuncia" (la de la obra patagónica, explotada por la oposición como demostrativa de corrupción). "O el gobierno no tuvo intervención o no conoce su propia conveniencia", dice Verbitsky con referencia al final del espacio de Castro en la emisora. Verbitsky mantiene su tesis de siempre, contraria a hacer puntería en el mensajero y no en el mensaje o en las fuentes que originan mensajes fabricados o los distorsionan. Por eso, dice que la única forma de proteger la libertad de expresión de cualquier arbitrariedad es acabar con la promiscuidad entre los medios de comunicación y los negocios con el Estado. No deja de recordar que La Nación no abre sus páginas a investigaciones independientes "sobre las sociedades en paraísos fiscales que forman parte de su paquete accionario" y que Clarín tampoco lo hace "acerca de la propiedad de sus cables (de TV) o el derrame de efluentes de su papelera en el río Baradero". El gobierno, agrega, tiene oportunidad de evitar estos usos abusivos de los medios: hacer la nueva ley de servicios audiovisuales.
La ley mencionada, cuyo proyecto sigue demorado en el congreso, debería reemplazar a la legislación que dejó la última dictadura militar. La ley vigente posibilitó el desarrollo de multimedios, su expansión (vía capitalista) hacia negocios de otra índole y su creciente capacidad para convertirse en voz excluyente, contra el ideal de la pluralidad de voces, información sin recortes ni ocultamientos y una opinión que busque generar el diálogo antes que el asentimiento.
Atentamente:
JOTAVE

 


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