Miércoles 06 de agosto 2025

Gran perplejidad de los término medio

Redacción 02/06/2009 - 01.34.hs

SEÑOR DIRECTOR:
Un corresponsal porteño, destacado en Estados Unidos (Alberto Armendáriz, La Nación) comunica que el movimiento homosexual aumenta y avanza en el gran país del norte.
El mismo día de esa publicación, la Corte de California convalidó el resultado de un referéndum que dio mayoría a quienes se oponen al matrimonio entre homosexuales (gays, lesbianas), aunque da por válidos los 18 mil casamientos que se realizaron mientras estuvo en vigencia la ley que los autorizaba. Este contraste estaba previsto y más bien parece haber servido para provocar mayores movilizaciones y avances de los homosexuales en todo el vasto país. En abril el matrimonio de estas parejas fue aprobado por las legislaturas de Iowa y Vermont. A principio de mayo hizo lo propio el Estado de Maine, sumándose a Massachussets y Conneticut (que lo aceptaron en 2004 y 2008). Los estados de Nueva York, Nueva Jersey y New Hampshire se preparan a hacerlo en el corto plazo. Una encuesta de ABC y The Washington Post (tevé y diario) revela que el 49 por ciento de la población de Estados Unidos apoya la unión homosexual. La misma encuesta, en 2004, daba el apoyo de solamente el 34 por ciento. Obama, en campaña, se manifestó contra la redefinición del matrimonio (es decir, que sólo lo es la unión heterosexual), pero dijo estar de acuerdo con la igualdad de derechos para las parejas homosexuales. La resistencia a estas uniones tiene uno de sus puntos fuertes en el rechazo de muchos a la redefinición del matrimonio, al tiempo que se acepta como un derecho que los seres de un mismo sexo puedan unirse y tener beneficios sociales iguales o equivalentes a los hétero. En la Argentina se admite esta igualdad de derechos, pero el reconocimiento pleno de las uniones homo avanza más lentamente.
Todo indica, pues, que las uniones de personas terminarán por ser reconocidas al margen del sexo de quienes se elijan para convivir y también al margen de su imposibilidad de engendrar entre ellos hijos propios. Más allá es riesgoso conjeturar, aunque hay quienes observan que las parejas gays piden, con frecuencia, adoptar niños para criarlos y en algunos países ya se les ha reconocido esta disposición como un derecho. En España, los niños así criados tienen (según notas de la prensa peninsular) comportamiento normal. Otra conjetura, más arriesgada, se refiere a la creciente posibilidad de gestar niños in vitro. De hecho, ya se hace en escala creciente, pero por ahora con relación a una pareja o a individuos que son protagonistas de su parte. Cómo pueda desarrollarse esta capacidad alcanzada por la ciencia es tema de difícil pronóstico. Obviamente, la sociedad va adaptándose y cambiando y tendrá que seguir mostrando su flexibilidad. ¿Cuál es el límite? Cada uno puede pensarlo en función de sus creencias y disposiciones. La historia no se detiene ante las líneas de frontera, el horizonte se corre hacia delante, al tiempo que nuestra especie se ve obligada a forjar respuestas para no desentenderse de la gestación, la crianza y la educación, aunque (si hemos de decirlo todo) ya es notorio que la pareja quiere menos hijos que criar.
El título de esta nota (ya he contado que es lo primero que escribo: si tengo título, tengo la nota) habla de una perplejidad de los que son término medio. Hablo, claro está, de las personas que se encuentran con que pertenecen a uno y sólo uno de los dos géneros definidos. La primera reacción, cultural, sin duda, consiste en mirar mal al que no alcanza ese grado de definición, buscando hacerlo culpable de su diferencia y de los efectos que ella produce en tales individuos y en el conjunto social. La perplejidad, aunque no siempre se muestre claramente, es consecuencia de haberse atenido a aquello de "a los hombres hizo Dios, macho y hembra los creó". Su contorno le grita que, como en la comedia, en esto "no va Sinatra" y que hay que rearmar el espectáculo.
Atentamente:
JOTAVE

 


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