Las comisarías no son prisiones
La fuga de un preso que cumplía su condena en una comisaría pampeana dejó al descubierto las debilidades que tiene el sistema de contención de internos y la improvisación en materia penitenciaria. El joven estaba alojado en una celda de la comisaría de Colonia Barón y pudo salir por una pequeña ventana cuyo enrejado era endeble. Una vez que pudo franquear la abertura se fue caminando. Así de sencillo.
El detenido había sido condenado a seis años de prisión por su participación, junto a un cómplice, de un grave delito que incluyó la privación ilegitima de la libertad de las dos víctimas. El condenado, al igual que otros, comenzó a purgar su pena en una comisaría de pueblo, cuyo personal policial es escaso. Los efectivos además de cumplir con las tareas propias de custodiar la localidad deben estar atentos al comportamiento de los presos, cuestión que les insume esfuerzo y tiempo. Asimismo, el personal policial no posee la preparación que recibe un agente penitenciario.
La carencia de uniformados en las comisarías ya se había revelado en reiteradas ocasiones. Una serie de robos y asaltos en la ciudad de General Pico, que perjudicaron a comercios céntricos, reavivó un pedido de los vecinos: más policías en las calles para patrullar a toda hora.
Ese razonable reclamo choca con la realidad de tener que destinar policías para atender a los presos, que terminan cumpliendo sus condenas en las comisarías. En ese encierro conviven aquellos que están alojados a la espera de un juicio, con los que ya están condenados y conocen la pena. Realidades bien disímiles.
En reiteradas oportunidades se hizo mención a la necesidad de tener un adecuado sistema para alojar a los detenidos sin resentir la prevención del delito en la calle. También se ha exigido que los presos con condena purguen la sentencia en cárceles preparadas para ello.
No sólo existe el peligro latente de fuga en las comisarías. El espacio reducido en donde se alojan los internos ha provocado motines, incidentes y peleas, algunos de ellos. Algunos con tanta violencia que merecieron la presencia de bomberos y del Grupo Especial. Esa realidad no es exclusiva de la segunda ciudad de la provincia pues afecta a muchas otras localidades.
Sí se busca la reinserción social de los detenidos los ámbitos donde pasan sus días y los años no son los adecuados. Permanecen al borde del hacinamiento y sin recibir actividades que contribuyan a su reinserción social. Se supone que los presos condenados deben recibir instrucción, realizar tareas laborales y tener una adecuada contención para el día que recuperen la libertad. Nada de eso se cumple ni se puede cumplir si permanecen alojados en las pequeñas celdas de las comisarías, encerrados en pocos metros cuadrados sin ninguna actividad diferente al ocio de cada hora. Organizaciones de derechos humanos de la provincia manifestaron hace pocos días su preocupación por los detenidos alojados en condiciones inadecuadas y la incapacidad que generan esos ambientes para la rehabilitación del interno. La última fuga mostró que la provincia necesita un espacio para alojar a los condenados y aliviar la situación de las comisarías.
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