Lunes 07 de julio 2025

El poder oculto detrás del fraude

Redacción 07/04/2011 - 04.33.hs

Las últimas semanas han enfrentado al país con uno de los hechos más singulares y vergonzosos de la historia argentina contemporánea: el comprobado fraude en las elecciones para gobernador de la provincia de Chubut, donde los hechos ocurridos durante la votación, y conocidos con el recuento, recordaron las épocas de voto cantado en los atrios de las iglesias.
La impudicia de estos comicios fue, en verdad, formidable. Primero porque estuvieron precedidos de una campaña encabezada por el actual gobernador provincial, en la que no mezquinó gastos buscando trascendencia y promoción para su por entonces confesada intención de lanzarse como postulante a la presidencia. Profusa cartelería y publicidad, presencia de personajes de la farándula a su lado y hasta un dudoso centro difusor de los intereses chubutenses en París fueron algunos de los hechos más salientes de su postulación y, a la vez, de colocar a un sucesor en la gobernación que dejaba.
Resultó aún más asombrosa la dimensión de la maniobra fraudulenta, concebida en términos de una torpeza tal que hace pensar que los responsables -queda por cuenta de la Justicia y el lector sospechar quién o quiénes fueron- deben haber sentido un profundo desprecio por la inteligencia de los chubutenses al enfrentarlos a semejante realidad. Ahora, con el engaño al descubierto, es lícito pensar que la componenda electoral fue general, y no sólo en las pocas mesas cuestionadas en forma oficial. Esa situación, es pertinente recordarlo, curiosamente ha sido soslayada o disimulada por la prensa considerada "grande", a la que la palabra fraude parece no gustarle en absoluto.
Además debe recordarse que, durante los comicios, hubo órdenes que se tomaron desde muy arriba en la gobernación para que durante cierto lapso nadie -tampoco el periodismo- pudiera acceder a los números que se iban dando a medida que llegaban los telegramas a la junta electoral. Esa anomalía resultó muy llamativa y fue señalada tempranamente tanto por los fiscales no oficialistas como por algunos medios de prensa. La respuesta fue un silencio por demás sugestivo. Ahora, aflojados los controles políticos por el fracaso de la maniobra, se sabe que hubo incluso una orden clara de que los integrantes de la policía provincial no sufragaran, descontando un previsible voto opositor fundado en los enfrentamientos que el gobierno había tenido con el gremio que aglutina a los uniformados.
Pasada la cuestión del fraude, con sus consecuencias como la falta de legitimidad de las próximas autoridades, y de todas las intencionalidades políticas que hubo detrás de esas maniobras, cabría preguntarse cuando pase la noticia: ¿Se va a castigar a los responsables, intelectuales y materiales del hecho? Las incongruencias comprobadas entre los votos de las urnas y los números de los telegramas que, presuntamente, informaban de su contenido fueron de tal magnitud -y en algunos casos de tal torpeza- que debe ser fácil señalar a quienes cometieron esos engaños, sobre todo cuando favorecieron a un mismo sector político. Esas personas ¿lo hicieron pensando por sí mismas en un aggiornado fraude patriótico o siguieron instrucciones? Si fue así ¿quién se las dio? ¿Dónde se originó el plan, multiplicado en distintos puntos de la provincia? Esos, y otros, interrogantes que se derivan de esta elección teñida de engaño, y que parte de la prensa nacional se cuida de responder, faltan ser contestados a semanas de la votación. Quizás porque se sabe o adivina que la respuesta sería francamente escandalosa. También, claro está, beneficiosa para la salud política del país.

 


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