Jueves 19 de junio 2025

Sin alquimia, el fuego recupera sus poderes

Redacción 03/04/2012 - 04.38.hs

Señor Director:
La noticia dice que en lo que iba de 2012 hasta la última semana de marzo se dieron a conocer siete casos de mujeres atacadas con el fuego. Dos de ellas murieron.
Los casos más recientes, al momento de hacer esta nota, se registraron en González Catán y en Punta Alta. En González Catán la víctima fue una mujer de 27 años y el victimario un varón de 33 años, que fungía de novio. Ella lo había denunciado tres veces, pero él pudo llegar hasta la casa (donde ella vivía con dos hijos), la atacó a golpes y terminó rociándola con alcohol y quemándola. Huyó y seguía prófugo. La mujer murió. En Punta Alta la agredida y quemada fue una mujer de 41 años, y el agresor su marido, de 43. El hombre está detenido y ella, grave.
He tratado este tema en más de una nota reciente y también he dicho que hay noticia de hombres quemados por la mujer con la que convivían, pero los casos de varoncidio son sensiblemente menores que los femicidios. Lo que ahora me interesa no es el tema de los homicidios relacionados con la situación social de la mujer. Despierta mi interés la tendencia a usar el fuego como medio para consumar el crimen. Lo digo porque el fuego tiene una antigua y decisiva relación con el hombre (cuando digo hombre hablo de la especie, luego hablo de mujer y varón para distinguir sexos). Los alquimistas, que tuvieron prolongada vigencia y que perduran en algunas creencias y usos, sabían que el fuego es la condición para cualquier transformación que se intente. Lo que ahora me pregunto es si en esta nueva manifestación del poder del fuego, esta vez como arma, hay un eco profundo de una tradición milenaria de nuestra especie. Al considerar el caso de los pirómanos, en particular los quema coches, no he podido dejar de advertir que, como arma, el fuego está alcance de cualquiera, y que el encendedor o el fósforo no faltan en el bolsillo del varón ni en la cartera de la dama cuando se trata de fumadores. No obstante, me asedia la idea de que el fuego tiene una relación especial con el hombre.
Los primitivos griegos lo vieron así, quizás recogiendo creencias muy antiguas de nuestra especie. El fuego es patrimonio de los dioses. El relato dice que Prometeo, que era un titán ingenioso y atrevido, burló una vez a Zeus haciéndole elegir la bolsa de huesos de un toro, quedándose con la bolsa de carne. Y que los hombres empezaron a dedicar los huesos quemados en su tributo a los dioses, en tanto que ellos consumían la carne. Que fue entonces cuando el Supremo montó en cólera y privó a los hombres del fuego, para siempre. Volvió Prometeo a las andadas. Robó el fuego del Olimpo (o de la propiedad de Hefestos, el dios herrero) y lo llevó a los hombres en una rama encendida. Mientras tramaba su venganza, Zeus puso a Prometeo encadenado en una montaña, haciendo que los buitres le devorasen el hígado día a día, y que el hígado le naciese de nuevo noche a noche. Los dioses saben de desquites. En cuanto a los hombres, pensó en una venganza a más largo plazo: hizo crear una mujer, Pandora, llena de belleza y atractivos y la mandó a la tierra sin otra dote que un ánfora, que ella "no debía" abrir en momento alguno. Pandora vino, deslumbró a los varones y, además, cedió a la curiosidad (un don agregado en el Olimpo) y abrió el ánfora. Adentro estaban todas las enfermedades del cuerpo y del alma, que desde entonces martirizan a la humanidad, la cual, por cierto, no ha abandonado su relación con el fuego ni ha cesado de avanzar en las artes y los oficios que el fuego permite. Es como si nuestra especie sintiese que el fuego es su conexión con la condición divina. Y, en sentido opuesto, el fuego es la muerte más temida. Tan así es que la Inquisición la prefirió como manera de castigar a gente empeñada en saber y entender y en apartarse tozudamente de los dictados de la autoridad.
El fuego, pues, es la representación, el símbolo de la vida. Y, claro, la vida terrenal es bifronte: vida-muerte o viceversa.
Atentamente:
JOTAVE

 


'
'