Domingo 08 de junio 2025

Ellos son tan buenos y nosotros tan malos

Redacción 06/04/2012 - 03.48.hs

Señor Director:
Leo diarios de distinta orientación. Es una gimnasia necesaria y conveniente, porque uno puede tener una preferencia definida con respecto a las políticas posibles, pero conviene saber qué dicen los que tienen otra orientación.
Es prudente conocer qué dice el discrepante, porque pueden darse situaciones diferentes. Las más significativas consistirían en que ese saber acerca de los otros nos permite estimar el grado de resistencia que despiertan las políticas que auspiciamos. Tal resistencia puede expresar, intencionadamente o no, por parte de los distintos, la existencia de acciones de gobierno alternativas que estaríamos desestimando, o advertirnos sobre fallas que tenemos en la comunicación o qué puede estarse tramando entre los que se nos oponen, ya para la próxima elección ya para alguna intentona no democrática. Esto está en el abecé de la libertad de prensa y de opinión. Si hacemos oídos sordos al diferente o si lo acallamos con algún procedimiento, nos privamos de advertir nuestro error o de prevenir algún peligro. La libertad (de prensa, de opinión, toda forma de libertad) no hace posibles las diferencias sino que abre una posibilidad de gestionarlas. La sociedad (la convivencia) siempre es conflictiva. Los individuos difieren entre sí por motivos culturales, aunque también porque no hay molde único para fabricar seres humanos. Hay quienes nacen lúcidos, pero mezquinos o rencorosos y aprovechados, aunque también, de tanto en tanto, nacen lúcidos con espíritu de equidad y justicia y hasta generosos. Los hay que nacen con escasas luces y entonces dejan de ver por sí mismos y se convierten en seguidores de los mejor dotados. La variedad es casi infinita. Nunca se ha podido ver, por eso, que una elección por voto ciudadano sea unánime a favor de determinada propuesta. Porque así somos y así se dan las situaciones sociales y su traducción cultural es que la sociedad siempre es conflictiva, tanto que para poder andar ha sido necesario inventar la democracia y conceder que la mayoría gobierne.
No abundaré en esto que puede estar claro para muchos. Lo que quería llegar a decir es que mi lectura de la diversidad de expresiones mediáticas (medios de prensa) me golpea con la visión de posiciones que postulan dar por valioso todo lo que nos proponen ciertas naciones poderosas o, desde ellas, centros de opinión que reflejan intereses que no son los nuestros. Me impresiona leer repetidas primeras planas que dan la idea de que todo lo que hacemos (digo, lo que hace la mayoría de este momento) está mal, es erróneo, es nefasto, al tiempo que lo que dicen o proponen los penates externos, es la receta para estar bien. El ánimo decae ante este diluvio de anuncios de catástrofe, pero luego uno sale a la calle y ve que la gente parece no darse por enterada y que acude a su trabajo, pelea por mejorar su salario, planifica viajes, hace compras... es decir, opera como si se viviese en un mundo normal, previsible, aceptable (dentro de lo que permite el conflicto). ¿Bailan en la cubierta del Titanic?
Un realista diría que no hay novedad en ese comportamiento. Que siempre bailamos en la cubierta del Titanic, porque en cualquier momento hay un tsunami o un terremoto o una inundación o una guerra. Pero, en todo caso, tal sería la situación de siempre, la que condiciona nuestra existencia. Cada momento de nuestra vida puede ser visto como una oportunidad más de crecer y disfrutar, o como que consumimos otro momento del tiempo que nos distancia de la muerte.
He celebrado que, en medio de tanta discrepancia, hayamos realizado actos de coincidencia, como con respecto a la política de Malvinas. Me duele que lo que diga el poder de Gran Bretaña o de Estados Unidos o de Europa, sea presentado como la revelación del camino a algún paraíso. Nosotros, los torpes. Ellos, los lúcidos y, además, generosos con el que menos puede o tiene.
Atentamente:
JOTAVE

 


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