Siempre hay dónde encontrar un saber
Señor Director:
En la sesión de la legislatura provincial de la semana anterior un diputado negó su apoyo al voto sobre el golpe parlamentario de Paraguay.
No fue la singularidad de ese no voto lo que atrajo mi atención, sino una referencia a título de trascendido, según la cual se oyó decir que ese diputado se había manifestado, en una oportunidad anterior, a favor de la "teoría de los dos demonios". A su vez, el diputado disidente se habría declarado sorprendido por ese antecedente que se le atribuía, pues ni siquiera estaba seguro de saber qué dice esa teoría.
Lo primero que piensa el lector atento al quehacer legislativo es que de ser exacto que el legislador dijo no saber qué es la teoría que incluye a dos demonios, nos pone ante persona un tanto descuidada. Un diputado debe tener una idea lo más completa posible de la historia de su propio país y de su lugar, pues sin esa plataforma mínima no se entiende cómo puede fundamentar cualquier proyecto o idea que someta al debate de sus pares y de la ciudadanía. Dado que hoy Internet no está fuera del alcance de todo vecino que quiera orientarse en su búsqueda, allí (en ese espacio comunicacional) abunda la información al respecto. Cierto es que se podrá encontrar, también, puntos de vista discordantes con respecto a la aplicabilidad de tal teoría al caso argentino, pero al menos se rescatará un saber: que se trata de una metáfora que simplifica un discurso complejo. En sustancia, propone pensar ciertos acontecimientos como una lucha entre dos seres igualmente malignos. En el caso de nuestros años setenta, hasta el golpe de 1976 y la dictadura que imperó hasta 1982, un demonio habría iniciado la contienda como guerrilla urbana (en los setenta, Montoneros y el ERP) y un demonio contrapuesto habría respondido con la dictadura, la desaparición de personas, la discrecionalidad con que se dispuso de los hijos de algunas desaparecidas, etcétera. Dice el refrán que "aquellos polvos trajeron estos lodos" o que "quien siembra vientos cosecha tempestades". Estos dichos se conservan porque recogen experiencia de la especie, pero nada les confiere una validez absoluta. El análisis de los momentos, el anterior y el subsiguiente, puede mostrar no solamente una falta de proporción, sino la existencia de otros elementos significativos. Por ejemplo, que los que "sembraban" los vientos iniciales, en realidad estaban tratando de espantar otros males, a veces de larga elaboración y creciente incidencia en la vida de una sociedad. Entraríamos, así, en el largo sendero de la culpa que, cuando comienza a retroceder, termina agotando al caminante o diluyéndose en una atmósfera de incertezas. En su prólogo al Nunca Más, Sabato aborda el tema y lo resuelve en contra del demonio instalado en marzo de l976 porque contó "con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos". No necesitó absolver ni condenar a la guerrilla urbana, por entender que surge una diferencia sustancial a partir del momento en que el poder del Estado se subordina a un demonio. A su vez, Juan Gelman agregó que lo de 1976 debe ser pensado en la serie que empieza en 1930 (caída de Yrigoyen) y agrega una idea de peso: que "no hay golpe de estado sin apoyo civil". Cita a políticos y financieros que golpean las puertas de los cuarteles; mienta a Suárez Mason diciendo que ellos, los militares, fueron "usados" por grupos empresarios, y cierra con una referencia cuantitativa cuya magnitud le da rango cualitativo: que según el estudio del coronel Florencio García, al momento del golpe de 1976 los grupos subversivos que había en el país sumaban no más de 1.500 guerrilleros, en tanto que la dictadura eliminó a treinta mil personas.
No es eso todo el saber necesario, porque el pasado es denso e intrincado, pero quien aduce ignorar a los demonios está pidiendo hablar de bueyes perdidos.
Atentamente:
JOTAVE
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