Miércoles 25 de junio 2025

Los trenes nacionales y otra vuelta de página

Redacción 02/11/2013 - 04.17.hs

La reestatización de la línea correspondiente al Ferrocarril Sarmiento ha obrado como un posible corte para un problemático nudo gordiano. Con ese acto, el gobierno nacional parece querer empezar a ponerle fin a una serie de problemas, fundamentalmente técnicos pero también humanos, que terminaron en tragedias, una de las cuales se midió en decenas de muertos. En verdad -y falta todavía la palabra definitiva de la Justicia- los accidentes ocurridos en esa línea estaban teñidos de curiosas irregularidades, que de a poco se van descubriendo. En los considerandos de la medida tomada por el gobierno se hace hincapié en un hecho tan curioso como alarmante que argumenta la quita de la concesión: el incumplimiento por parte de la empresa de las medidas de control a los maquinistas dictaminadas por el área de Transporte a raíz de los accidentes ocurridos en los meses previos.
Dentro de la resolución, que ha sido recibida con alguna sorpresa por los antiestatistas de siempre y con beneplácito por la mayoría de los usuarios, hay que subrayar el acento que se puso en el incremento de nuevas medidas de seguridad para todo el sistema de transporte, que incluye exámenes de aptitud técnica y psicofísica a los conductores de las formaciones, que han tenido actitudes inexplicables últimamente.
Pero las circunstancias y la decisión tomada obligan, también, al ejercicio de la memoria. Seguramente estarán todavía en el recuerdo de muchos lectores las incontables promesas relativas a la mejora de las formaciones ferroviarias cuando se produjo la fiebre privatista neoliberal, gobierno menemista mediante. En aquellas proclamas, que en definitiva desarticularon ese servicio e incrementaron el negocio de los grandes grupos transportistas, se hacía uso de justificaciones como la posibilidad de lograr una mayor eficiencia, comodidad y seguridad para los pasajeros, además de una rápida modernización de los servicios, lo que se iba a lograr gracias a la incomparable tarea que, casi desinteresadamente, llevarían adelante los grupos concesionarios.
Han bastado -sobrado más bien- menos de veinte años para demostrar la falacia de aquellas propuestas: las líneas se acortaron, no se incorporaron nuevos equipos, los usuarios siguieron viajando mal, o peor, y los concesionarios llenándose los bolsillos con la facilidad que da el usuario cautivo y un manejo parecido a la estafa, incrementado con los subsidios estatales que se pedían y aceptaban distraídamente. Semejante estado de cosas acaso solo haya sido superado por la concepción del correo macrista, que llegó a cerrar las sucursales que no daban réditos económicos y trasformó los envíos postales en servicios carísimos, y que finalmente, también, debió ser reestatizado.
Nadie debe pensar que el Estado creará un paraíso ferroviario, pero al menos se podrá tener la esperanza de que la ganancia no será la meta final de los ramales. Seguramente mucho dependerá de las personas que se ubiquen al frente de la administración, evitando los habituales "caballos de Troya" que el privatismo siempre tiene listos para recomenzar la historia. Por de pronto, y parece una buena noticia, el gobierno ya ha anunciado la importación de dos centenares de vagones modernos fabricados en China que vendrían a reemplazar a las obsoletas unidades que se usan en la actualidad. Además, y no es poco, se irá avanzando en la construcción de otros dentro del país, como una forma de reactivar la industria ferroviaria, arrasada también durante el neoliberalismo económico.

 


'
'