Que el fútbol sea más deporte y menos negocio de la FIFA
Terminó el Mundial y a Argentina le fue muy bien, pues alcanzó el segundo lugar. Para los resultadistas, empero, sino se sale campeón no habría que festejar. Ahora es momento de balance y plantar otro modelo de fútbol con más deporte y menos FIFA.
EMILIO MARIN
Casi todos los hinchas sabían que la parada frente a Alemania era extraordinariamente difícil. Muchos, analizando antes del partido las posibilidades, habrán pensado que lo más probable es que ganaran los germanos. Pero como en fútbol muchas veces la lógica no funciona, entonces mantuvieron sus ilusiones hasta el final del suplementario.
Antes del gol demoledor de Goetze muchos alentaban la idea de ir a los penales. La hazaña de "Chiquito Romero" contra Holanda daba alas a un triunfo por repetición.
No pudo ser. Pero llegar segundo sobre 32 equipos debe ser valorado como un 9 en un examen. Claro que no faltarán los súper exigentes que le dirán al equipo argentino, como a sus hijos cuando vuelven de una prueba con aquella nota, "está bien pero te faltó un punto para diez".
Afortunadamente la mayoría ha valorado todo lo que hizo el equipo, en la cancha, en lo técnico o táctico pero también en su entrega y sacrificio, salvo algunas lagunas de Messi que en esa final no estuvo a la altura de sus pergaminos y contratos.
Los grupos de lúmpenes, barrabravas y delincuentes que rompieron y robaron negocios cerca del Obelisco y en otras ciudades, no representan en absoluto a la población. Fue una minoría violenta, mediática y posiblemente mercenaria, si se comprobaran las pertenencias a clubes dirigidos por la oposición. Jorge Capitanich afirmó que pertenecían a las barras bravas de Independiente y Chacarita, una forma elegante de aludir a Hugo Moyano y Luis Barrionuevo.
El problema político para el gobierno nacional es que enfrente de esos energúmenos estaba la Policía Federal, siempre lista para reprimir y hacer más grande los círculos de la revuelta, encendiendo más ánimos con sus gases lacrimógenos y pimienta, el agua y el palito de abollar ideologías, diría Mafalda.
Entre las hinchadas hay "internas", pero también las hay entre la Policía Federal y la Metropolitana. El teniente coronel Sergio Berni, está haciendo horas extras conduciendo operativos policiales y se quejó de la inactividad de sus pares de la Metropolitana. Dijo que se borra a la hora de actuar y que es mero "marketing político". Pedía que los uniformados de Macri pusieran "pierna fuerte", o sea una represión más intensa.
Falla en la ofensiva.
Todos los que vieron el partido con la selección de Joachim Löw habrán concluido que fue parejo y Argentina pudo haberlo ganado si sus delanteros hubieran tenido mejor puntería frente a Manuel Neuer.
¡Para qué amargarse reiterando que fueron tres las ocasiones netas de gol no concretadas, además del discutible penal del arquero contra Gonzalo Higuaín! La evocación trae inmediatamente el recuerdo televisivo de esas jugadas y deja el gusto amargo de los goles no hechos, o del que hizo el 9 y se gritó como loco pero no valía porque había offside.
A veces hay comparaciones tontas, como justificar planteos más defensivos, "para que no nos hicieran 7 como a Brasil". El dispositivo sabellista tomó sus precauciones defensivas y luego hizo cambios algo más ofensivos, en un planteo inteligente. El papelón de Brasil no tenía por qué trasladarse a Argentina, que volvió del Mundial con la frente en alto. El equipo de Scolari no puede decir lo mismo. La presidenta Dilma Rousseff, después del vejamen alemán, deseaba que Argentina perdiera con Holanda para que los dos equipos sudamericanos se enfrentaran por el tercer puesto y que el suyo le metiera cuatro al de su colega Cristina Fernández.
Segundo traspié. Brasil volvió a ser goleado por los holandeses y su único módico disfrute fue ver perder a Argentina el domingo, en una final de "bandera verde", como decían los burreros antes que la tecnología y el ojo de halcón lo dilucidara instantáneamente.
La mandataria argentina recibió al equipo en el predio de la AFA en Ezeiza y tuvo palabras muy elogiosas y reconfortantes. Llamó la atención su confesión de que no vio ningún partido por TV ni siquiera la final. Si la actuación de los muchachos fue tan conmovedora, nadie pretendía que CFK fuera a dormir en un auto cerca de la playa, como tantos fanáticos. También se entendió que no estuviera en el estadio, por su laringofaringitis aguda. Pero alentar en su casa y frente a la tele, como millones de argentinos, eso pudo haberlo hecho. ¿Fue por cábalas? ¿O tuvo miedo de sentirse yeta?
Una pena porque de haber visto el partido podría haber sacado una enseñanza política para la batalla que ella está conduciendo contra los fondos buitres. No basta con buenas defensas y mucho apoyo en las tribunas y medios internacionales. La clave de una victoria está en la ofensiva y los delanteros. En que al adversario se le hagan goles, de penal, de cabeza o con la rodilla. Como sea. Argentina necesita goles contra el team del juez Griesa y Paul Singer, y corregir la ineficacia del Maracaná.
La FIFA.
El prestigio de la FIFA ya andaba por el césped, antes de este Mundial por el prontuario de los 25 integrantes de su Comité Ejecutivo, encabezado por el suizo Joseph Blatter. Esos directivos ganan 200.000 dólares al año más unos 100.000 de gastos de representación.
Y como si fuera poco dinero, es posible que reciban bajo cuerda algunos dólares de los contratos que firman los sponsores o incluso de negocios más contaminados, como el de la reventa de entradas. En Brasil hubo detenciones de gente ligada a la entidad por ese manejo irregular de los boletos.
En la página oficial de la FIFA se informa que los sponsors internacionales fueron Adidas, Coca Cola, Hyundai-Kia, Emirates, Sony, Visa, Budweiser, Castrol, McDonald's y Johnson&Johnson.
Esas firmas ponen mucho dinero (y ganan más, seguramente). Joao Pedro Stedile, referente del Movimiento Sin Tierra de Brasil, declaró a la revista Miradas al Sur (13 al 19 de julio): "la FIFA va a recaudar, según la prensa, alrededor de 5.000 millones de dólares de ganancias netas, que se van a trasladar para Suiza sin pagar ningún impuesto".
La mugre de la entidad internacional no es algo que se limite a las denuncias de Diego Armando Maradona en "De Zurda" por Telesur, con motivo de las agresiones que sufrió de Grondona. Son una tendencia masiva a nivel internacional, alimentada por verdades y por rumores, como la existencia de sobornos por 5 millones de dólares a delegados africanos para que Qatar ganara la sede del 2022.
La FIFA es una suerte de ONU pero más comercial y discrecional. En algún momento habrá que refundarla desde las bases del balompié y cambiarla de sede, como a las Naciones Unidas. Mientras tanto, el fútbol y la humanidad seguirán demandando que, como están al revés, se les pegue de zurda.
Modelo en debate.
Las corruptelas de la FIFA tienen también gran impacto en los gastos que obliga a hacer al anfitrión, con lo que esa entidad se lleva el botín y deja el déficit. Aunque el gobierno de Rousseff quiso disminuir las cuentas en rojo con motivo del Mundial, otros cálculos estimaron que la organización del evento le había significado una erogación de 11.500 millones de dólares.
En un país donde hubo tamañas protestas el año anterior sobre el costo del transporte, con el movimiento Pase Libre, y con un déficit de viviendas en las grandes ciudades, según Stedile, de entre 8 y 10 millones de viviendas, resulta claro que tamaño gasto no se justificaba. Había otros programas sociales que necesitaban como el agua esos recursos.
En ese sentido los silbidos que recibió la presidenta brasileña en la entrega de trofeos el domingo, aunque surgidos de un público de clase media que podía pagar las entradas, pueden tener algún fundamento político y social. Obvio, la rechifla fue un poco o bastante más fuerte por la decepción futbolística del scratch que no vistió de lujo ni de fajina: quedó en cueros.
Aparte de caro, este Mundial fue el más contaminante de la historia, según la agencia EFE, pues generó "2,72 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), sin contar las emisiones producidas durante la construcción de los estadios ni los millones de televisores encendidos en cada partido".
Con un modelo opuesto al de FIFA y las multinaciones se podrían organizar campeonatos mundiales mucho más baratos y más ecológicos. Y que no provoquen impacto social negativo, como los 175.000 brasileños desalojados por las obras, estadios, ampliaciones, puentes y otras.
También hay que poner en debate, aunque hoy suene utópico, el modelo de profesionalismo y los millones de dólares o euros que se pagan a los futbolistas y los DT. Que Messi gane 22,5 millones de euros al año y que encima lo demanden porque su padre no pagaba los impuestos, parece una obscenidad.
Fidel Castro hizo un balance cubano en 1970: "los que decían que cuando se acabara el profesionalismo cesaba la calidad del deporte, ahí tienen los hechos: tenemos un equipo legítimamente campeón y en todos los niveles (del béisbol)". Eso mismo ocurrió en el boxeo y en muchas disciplinas del atletismo. Que Cuba sea floja en fútbol no le quita validez a su modelo de deporte integral, sin contratos de millones de dólares: tiene buenos resultados en los Juegos Panamericanos y Olímpicos.
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