Errores con "puntería" y la tenaz discriminación
Señor Director:
Se dice que todo se debió a un error. Casi siempre se tiende a hablar de error cuando un hecho causado por alguna acción humana tiene efectos dolorosos para un tercero.
Veamos un caso en Nueva York. Fue noticia la pasada semana. En 1989, una mujer blanca de mediana edad que trotaba en el Central Park fue hallada muy maltratada físicamente y violada. La policía no tardó en dar con cinco jóvenes, unos negros, los otros latinoamericanos, que fueron sometidos a proceso y condenados a distintas penas de prisión. En fecha reciente, un violador serial que fue aprehendido, se reconoció culpable del caso de 1989. No fue posible silenciar el hecho, sobre todo porque la situación en esa ciudad ha tenido algunos cambios y ha mejorado en ciertos aspectos la seguridad de las personas de color y de la minoría de habla hispana. Esta última ha estado creciendo y ya estaría superando en número a la de color. También ahora hay una intendencia más abierta y progresista.
Los jóvenes incriminados inicialmente ya habían cumplido prisión de entre seis y trece años. Accionaron contra el poder público y acaban de obtener un fallo judicial que manda resarcirlos con un millón de dólares por cada año que estuvieron presos. Puede que esta interesante suma de dinero esté bien, que sea el resarcimiento adecuado dado que no es posible devolverles los años de libertad perdidos ni imaginar siquiera las opciones de vida que quedaron cerradas definitivamente para ellos.
Algo más queda pendiente: el llamado "error". No sé si alguien se me ha anticipado en pensar la frase "error con puntería", que imaginé para otros casos al considerar situaciones con cierta semejanza. Lo digo irónicamente para proponer que sea pensado más que como un error real como un acto determinado por un prejuicio o por motivos menos presentables. En el caso de Estados Unidos, país con tan largo pasado de esclavitud, es notorio que se han estado realizando progresos (en medidas de convivencia y seguridad) desde mediados del siglo pasado, aunque es igualmente conocido que las tradiciones culturales se modifican con un ritmo sensiblemente más lento que el que suele cuajar en leyes que imponen cambios de comportamiento y de valores. No es que los norteamericanos blancos del núcleo inicial sean así porque son malos. La esclavitud también existió en la Argentina y si bien aquí se la comenzó a dar por terminada mucho más temprano, la suerte de los hombres de color no varió y hasta es posible que haya sido peor, porque prácticamente fueron "desaparecidos", si bien es cierto que sabemos que es raro el argentino que no tenga algún elemento genético de los "pobres negros". Esta última frase encomillada es atribuida a un general que se dolía porque las formaciones de negros y morenos eran las que se exponían más en las batallas. Estaban más expuestas aunque no porque el negro lo prefiriese.
Hay un elemento en nosotros que inclina a preferir a ciertos individuos o grupos en el momento de pensar en culpables. Los fenómenos de posesión diabólica son "curados" por el exorcista con artes que tienden a expulsar los demonios que han tomado posesión de tal individuo. Esta creencia antigua supone que el ejército del Malo es tan inmortal como él y, por eso, lo único que podríamos hacer es lograr que sientan que se han instalado en mal sitio y busquen nueva residencia. Esta creencia puede explicar nuestra tendencia a buscar el culpable afuera, lejos de nosotros y nuestro círculo. El fenómeno es probablemente más complejo y puede ser un mecanismo de autodefensa originario. Por lo tanto, sería difícil de neutralizar.
Lo que podemos hacer, si nos inclinásemos por ser justos, es asumir que siempre estamos "poseídos" por algunos de tales demonios, y aumentar la exigencia de pensar nuestros actos y fortalecer la voluntad que necesitamos para avanzar en formas de vida más fraternales.
Atentamente:
JOTAVE
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