Quiénes son los enojados
En los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri el valor del dólar trepó de 9,60 a 62 pesos, es decir más de 500 por ciento de apreciación. En el mismo período la inflación acumuló "solo" un 300 por ciento de aumento. El cálculo es muy sencillo, quienes producen bienes exportables, básicamente materias primas pero también productos industriales, se vieron notoriamente beneficiados frente a los que abastecen únicamente al mercado interno. Y esa gran diferencia se acrecentó todavía más a causa de la drástica quita y reducción de las retenciones a las exportaciones que aplicó Macri apenas llegó a la Casa Rosada.
Para completar ese cuadro de situación económica no está mal recordar que los salarios y las jubilaciones retrocedieron en el cuatrienio macrista alrededor del 20 por ciento; cifra que es muy superior para los muchos que padecen una situación laboral precaria o informal. En el mismo lapso cuatro millones de personas cayeron en la pobreza y aproximadamente la mitad en la indigencia.
Frente a este panorama desolador, ¿se puede seguir exigiéndole mayores esfuerzos a quienes llegaron al extremo de perder el empleo, cerrar la fábrica o caer en la pobreza o la indigencia?
El término "campo" es amplio y abarcativo. Bajo esa expresión se habla de los grandes pools de siembra de la zona núcleo, de los castigados tamberos, de los no menos castigados fruteros o de los modestos campesinos de la agricultura familiar entre otros ejemplos. Por tal razón es a todas luces una falsedad la bajada de línea que imponen los grandes medios porteños que azuzan el enojo del poderoso complejo agroexportador asimilándolo, sin más, a una representación de los "productores agropecuarios" en su conjunto.
Tampoco se encargan de aclarar que la decisión del gobierno nacional no fue "aumentar" las retenciones sino apenas actualizarlas al valor que tenían cuando las reimplantó el gobierno anterior el año pasado. Debemos recordar que en ese momento el macrismo apeló a un mecanismo avieso: imponer su valor como un monto fijo en pesos cuando el comercio exterior, como todos saben, cotiza en dólares. En apenas un año, al trepar la divisa norteamericana de menos de 40 a más de 60 pesos, quedó reducido en un 50 por ciento el nivel de las retenciones. Así de simple.
El presunto o real enojo de los "productores", en realidad "agroexportadores", no hace más que poner de manifiesto un exceso de codicia y, peor aún, no entender qué país dejó el macrismo, con una deuda externa sideral en dólares, y una deuda interna tan enorme como la otra para con millones de compatriotas empobrecidos y hasta hambrientos. Los datos duros de la Universidad Católica Argentina, el Indec y la Unicef no pueden ser más claros y contundentes en cuanto a la magnitud de esta catástrofe.
Pero las retenciones no cumplen solo un rol fiscal sino también cambiario, pues permiten bajar el precio de los alimentos que se producen en el país y que van a parar a la mesa de millones de argentinos abrumados por una crisis brutal.
En ambos sentidos las retenciones están ampliamente justificadas. No entenderlo es anteponer intereses sectoriales frente al bienestar general.
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