Domingo 21 de abril 2024

Claroscuros de la economía argentina

Redacción 24/02/2023 - 00.22.hs

Una economía que crece, que crea empleos de baja calidad

 

con salarios deprimidos, una inflación que no da tregua

 

y un Banco Central escaso de reservas. Todo controlado

 

por el FMI ¿A dónde va la economía argentina?

 

EDUARDO LUCITA*

 

La economía muestra claroscuros pronunciados: una macro que pareciera funcionar y una micro que condiciona su desenvolvimiento futuro. El acuerdo con el FMI está en el centro de la crisis.

 

El vaso medio lleno.

 

Conviene comenzar por lo más evidente: la evolución del PBI. En el 2020 por el parate de la pandemia la economía cayó un 9,9 por ciento, en 2021 recuperó esa caída y adicionó un 0,5 más, con lo que el PBI creció un 10,4, mientras que en 2022, aún con los problemas de precios en energía y alimentos que provocó la guerra, se estima un crecimiento del 5,4 por ciento. Hay quienes piensan podría llegar al 5,8. En cualquier caso una tasa de crecimiento superior a la que registraron varios de los grandes países y la segunda de Nuestra América.

 

Esta expansión estuvo sostenida en primer lugar por la inversión (pública y privada) y por el consumo (gastos de las empresas, el gobierno, las familias y personas) y luego por las exportaciones y el turismo.

 

Conviene detenerse en la formación bruta de capital fijo (inversión) que creció un 14,5 por ciento respecto al año anterior alcanzando 22 puntos del PBI, el nivel más alto en las últimas dos décadas. Este comportamiento tiene su importancia sobre todo teniendo en cuenta que la inversión extranjera directa fue la más baja de los últimos 20 años por lo que ha sido financiada en su mayor proporción con recursos locales, aprovechando la brecha cambiaria.

 

Fueron importantes para este registro de acumulación la construcción, que creció 3,5 por ciento, y la industria 4,3 (concentrada en maquinaria y equipos +22,1%, y equipos de transporte +13,3). La capacidad instalada promedió el 65 por ciento, con varios rubros superando el 80.

 

Los ingresos populares, principal fuente de la demanda interna, han perdido capacidad adquisitiva, sin embargo el consumo no se ha resentido en la misma proporción, creció 5,5 por ciento en 2022. ¿Cómo se explica? Porque el crecimiento del empleo compensó la pérdida de ingresos. La masa salarial entonces se mantuvo bastante constante.

 

El vaso medio vacío.

 

La parte más compleja es el alza desbordada de los precios. La inflación, prácticamente se duplica cada 4 años (2015, 25%; 2019, 54%; 2022, 95%). La contrapartida no es otra que el deterioro de los salarios y de los ingresos populares. Es que la expansión de la economía traccionó el empleo pero no las diversas remuneraciones. La ocupación total hasta agosto pasado creció un 8 por ciento, continuando una recuperación que se da desde hace dos años y que ya superó el nivel del 2019. El empleo formal se recupera pero el precario, el no registrado y el trabajo por cuenta propia siguen siendo las categorías que más se incrementaron en este período. El resultado es que el 50 por ciento de los trabajadores recibe ingresos por debajo de la línea de pobreza

 

La distribución funcional del ingreso radiografía esta realidad: el porcentual del valor agregado que reciben los trabajadores está en un ciclo descendente, lo contrario pasa con el excedente económico que se apropia el capital. Si en el 2019 los trabajadores recibían el 45,7 por ciento y los patrones se apropiaban del 43,3, eso ahora se ha invertido: 43,6 y 46,1 respectivamente.

 

En síntesis la actividad económica está en niveles del 2015 con salarios 25 por ciento más bajos que hace 7 años. Ergo: la tasa de ganancia de los capitalistas ha crecido fenomenalmente.

 

Siempre la deuda.

 

Todo está dominado por el acuerdo con el FMI. El alto nivel de endeudamiento tomado por el gobierno de Macri desembocó en una reestructuración de la deuda privada y una refinanciación de la deuda con el Fondo. Vale recordar que como en tantas otras oportunidades a ninguna de las fracciones políticas dominantes se le ocurrió investigar la deuda, como vienen exigiendo las organizaciones sociales y políticas y diversas personalidades reunidas en la "Autoconvocatoria por la suspensión de los pagos y la investigación de la deuda".

 

El informe producido por el Banco Central a pedido del presidente de la Nación, establece con claridad la ilegalidad de ese acuerdo por no cumplir con las normas procedimentales establecidas, analiza en detalle los mecanismos para favorecer la fuga de capitales y contiene el listado de empresas y personas físicas que usufructuaron de esos mecanismos. Con solo levantar el secreto bancario, bursátil y financiero, se recuperarían cerca de 20 mil millones de dólares. Sin embargo el informe fue archivado y el proyecto de ley para levantar el secretismo duerme en algún cajón del Parlamento.

 

La deuda en pesos, bonos más Leliq y Pases, suma cifras varias veces billonarias. El gobierno logra refinanciarlas, mal que le pese a la oposición que quisiera que esa "bomba" estalle, pero a plazos cada vez más cortos y a tasas cada vez más altas.

 

El acuerdo con el Fondo impone límites al déficit fiscal y a la emisión monetaria (lo que implica ajuste del gasto público, obra pública -36 por ciento, subsidios -20 por ciento), aumento de la tasas de interés y de devaluación y suba de tarifas de servicios públicos (lo que impulsa la inflación). Al mismo tiempo exige mantener cierto nivel de reservas en el Banco Central (lo que lleva a profundizar la matriz extractivista-exportadora y los negocios financieros, para hacerse de dólares que escasean).

 

Hacia adelante.

 

La inflación impacta en la actividad que se viene ralentizando. Las previsiones para este 2023 arrojan que el PBI crecería un 2-3 por ciento, con algunas mejoras en lo fiscal, ya que no se importaría tanta energía y en los precios ya que el impacto de las tarifas ya pasó, no obstante la inflación seguiría alta. El acuerdo establece un sendero decreciente para el déficit fiscal primario y la emisión monetaria hasta el 2025 en que se supone que el déficit será cero y la emisión no superará el 0,6, lo que implicará que en todo ese período las políticas públicas serán de baja intensidad.

 

Salvo imponderables todo indica que en 2026 tendremos una nueva crisis de deuda, reestructuración de los bonos canjeados y un nuevo refinanciamiento con el organismo multilateral. La cuestión es qué imposiciones y condicionamientos impondrán y cómo afectará a la economía en general y a los trabajadores y sectores populares en particular.

 

*Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

 

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