Creciente megalomanía
¿Qué secreta esencia tendrá el poder, cuando tiende a ser absoluto, para que quienes lo detentan se admiren a sí mismos en forma cada vez más intensa y más progresiva? A lo largo de la historia del mundo (y especialmente de estas tierras latinoamericanas) sobran los ejemplos al respecto; gente común que se siente tocada por la varita mágica del poder y sobrevuela todo lo demás, incluyendo las leyes y las pautas que hacen a la democracia.
La reflexión, aunque no novedosa, es pertinente si se consideran las últimas noticias ¿filtradas? a la prensa acerca de la galería de imágenes personales del presidente Milei que cuelgan en las paredes de un sector de la residencia de Olivos.
Era público y notorio que el Presidente no es lo que puede considerarse como una persona humilde y, desde la misma campaña electoral había dado pruebas de ello, como por caso autocalificarse como un felino de la política y pregonar que “no venía a guiar corderos sino a despertar leones”, exaltando su generosidad con donaciones de su sueldo (que no se sabe si continuaron) o sobreactuando sus presentaciones en los medios lo que, vistos los resultados, le resultó efectivo. El acceso a la Presidencia potenció esa actitud –en realidad un convencimiento—y lo llevó a considerarse un líder de nivel internacional, jactándose de su amistad con los más ricos y poderosos y exponiendo desatinadamente en foros internacionales.
Ahora, fiel a su conducta impredecible, “en las redes comenzaron a circular las fotos de un sector de la residencia presidencial en el que el mandatario tiene enormes pinturas o reproducciones de publicaciones extranjeras que lo pusieron en tapa. ”Algo que, evidentemente sólo sabían los más cercanos a su persona y que hace, indiscutiblemente a
su megalomanía, la misma que lo lleva a tener en su escritorio de la Casa Rosada pequeñas esculturas personales o muñequitos que lo semejan y le sirven para regalo. Como no le hace asco a nada, tampoco vacila en fotografiarse con enfáticos defensores de la privatización del fútbol, uno de sus sueños, y luciendo una casaca número diez que –oh sorpresa…-- no dice “Messi” sino “Milei”. Esa megalomanía lo llevó también a autocalificarse como “especialista en desarrollo económico” y autoadjudicarse un doctorado sin validez académica. Este último detalle llevó a la editorial española Espasa-Calpe a retirar une edición en la que figuraba con esa calificación impropia.
Ahora, de la nube de aduladores que lo rodea se ha destacado el regalo que le hizo llegar una pintora de escasa trascendencia: el retrato de un león con los ojos cerrados y, en el sentir de la autora, la opinión de que “el Presidente es una persona súper intelectual y me da una esperanza para toda la Argentina; tiene una visión que viene desde otro lugar, no de la política. Apoyo esos ideales”.
Pero como la política suele tener hilos muy sutiles, ocurre que la imagen del felino llegó a manos del Presidente durante una cena a la que había invitado a un conocido personaje de la farándula porteña y a su pareja masculina. Lo llamativo del caso es que la invitación se produjo en los días posteriores en que a Milei le llovieron las críticas –algunas muy fuertes y significativas—sobre su actitud respecto a la homosexualidad, a la que siempre descalificó y agravió. Pudo tratarse de una casualidad, pero como el mandatario cuenta con asesores de imagen…
Lo cierto es que la megalomanía presidencial debe haberse visto satisfecha y el cuadro cuelga en una galería de Olivos, hasta que aparezcan nuevos aportes.
Artículos relacionados