Directiva irracional
Los dislates que genera el gobierno de Javier Milei ya alcanzan niveles increíbles, y no se crea que hay un uso indebido del adjetivo, que quizás resulte más bien débil para el caso. Refuerza la afirmación un hecho reciente: las autoridades del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria ( INTA), han comunicado a los trabajadores del organismo que no deberán mencionar en sus trabajos las palabras “agroecología, sustentabilidad, cambio climático, huella de carbono, tampoco género”. Así, el Gobierno que asumió hablando de la libertad y se autodefine como “libertario”, hizo saber a los trabajadores del INTA que, de ahora en más no podrán usar esas expresiones ni incluirlas en sus trabajos.
Semejante desatino suena inexplicable en un país que hace de la actividad agraria su principal riqueza, máxime en el organismo técnico-científico que desde hace años apunta a mejorarla. En un mundo donde el enfoque ecológico avanza en forma indetenible, so pena de llevar a la catástrofe a un planeta con cada vez más habitantes, esa directiva suena irracional. Por lo mismo, el cambio climático (un concepto que aunque de reciente actualidad hace mucho tiempo que vienen previniendo los científicos) ha pasado a ser una prioridad mundial. A primera vista la medida resulta tan absurda como paradójica e incomprensible.
Sin embargo, a poco que se ahonde en el caso se comprende que la medida tiene un motivo de ser, por cierto que egoísta, pero motivo al fin. Es que la actual cúpula del INTA está integrada por entusiastas del llamado agronegocio y la inserción de esas palabras prohibidas, proyectadas en la realidad, les hace temer que puedan entorpecer de algún modo su idea de explotación de los recursos naturales que para ellos, y para el gobierno que integran, no tiene otro límite que la ganancia, despreciando cualquier enfoque integral y racional sobre la naturaleza. De allí su descrédito para con los términos representativos y el “favorecimiento del desguace de la agricultura familiar, indígena y campesina”. En síntesis, puede decirse que son representantes cabales de aquel sector que protesta por las limitaciones a la fumigación, aunque sea por la cercanía de escuelas, y rechaza los métodos naturalistas en el combate a las plagas. Los mismos que tampoco nada dicen de que en las regiones más fumigadas del país la tasa de afectados de cáncer era cuatro veces mayor que en el resto de la Argentina. La información, oficial, tiene un par de años de antigüedad y es bueno advertirlo, porque con semejantes cavernarios es muy posible que esos datos ya no se hagan públicos y acaso se abandone su relevamiento. La misma indiferencia han tenido para con los irracionales desmontes generados por el auge de la soja.
No está de más agregar que la postura que implica estas medidas de censura atenta con los planes a futuro trazados por los técnicos del organismo. Ellos han reaccionado ante esta irracionalidad que apunta al lucro sin límites, pidiendo explicaciones a los niveles directivos del INTA, al tiempo que han rechazado la medida. La respuesta ha sido el silencio.
Por cierto que lo insensato de la medida da para su análisis en otras disciplinas técnicas y sociales, muy especialmente para la lingüística que, desde siempre, ha destacado el valor y la influencia de la palabra por la significación que implica. Pero más allá del daño conceptual que conlleva esta medida, la increíble necedad de estos políticos libertarios recuerda a la actitud de quienes pretenden negar el sol tapándolo con la mano.
Artículos relacionados