El juego está perdiendo esencia a manos del negocio
Marcelo Bielsa aportó una necesaria cuota de reflexión sobre el rumbo que el deporte y su organización está tomando de un tiempo a esta parte, y no precisamente para bien.
JOSÉ ALBARRACÍN
A la Copa América que concluyó el domingo en Miami, EEUU, Argentina aportó el equipo campeón, y también la narrativa épica de dos carreras legendarias -las de dos referentes de ese grupo humano- que proporcionarán, a no dudarlo, material para futuras películas y series cinematográficas. Pero nuestro país aportó algo no menos importante, a través de otro de sus grandes referentes -hoy DT de la selección uruguaya- Marcelo Bielsa: una necesaria cuota de reflexión sobre el rumbo que ese deporte y ese sistema está tomando de un tiempo a esta parte, y no precisamente para bien.
Datos.
Se coincide en que existieron diversos puntos negativos en la organización de este evento, tradicionalmente sudamericano, en los EEUU; pero raramente se los vincula como parte de un fenómeno común y abarcativo. Se habla del mal estado de los campos de juego, que conspira contra la belleza del deporte y también pone en peligro el físico de los jugadores. Se habla de la anomalía que representa el hecho de que los televidentes argentinos no hayan tenido acceso a la totalidad de los partidos sino a través de opciones "premium", mientras paradójicamente la Eurocopa estaba íntegramente disponible en los habituales canales deportivos.
Se menciona el altísimo costo que tuvo para los concurrentes al evento no sólo el acceso a los estadios -con precios realmente prohibitivos- sino también por los traslados de muy largas distancias entre las distintas sedes del torneo. Se insiste en la falta de interés de los propios norteamericanos en el asunto, y en su falta de comprensión del fenómeno cultural del fútbol.
Y se hace hincapié en la pésima organización del partido final, que debió ser pospuesto por casi hora y media por los incidentes en el acceso al estadio, con agolpamientos y hasta represión por la presencia de personas sin entrada que lograron de todos modos ingresar al estadio en detrimento de quienes sí habían abonado su derecho a asistir. Como se ve, no es sólo una cuestión de diferencias culturales, sino de ineficiencia lisa y llana.
Templo.
Sin embargo, las palabras de Bielsa -que vienen a castigar a "los mercaderes en el templo"- resultan aún más preocupantes, ya que denotan el problema de un juego que está perdiendo su esencia a manos del negocio.
Para el técnico argentino, la belleza de este deporte provenía de su carácter de "propiedad popular", de ser "uno de los pocos placeres disponibles para la gente más pobre". Hoy en cambio "tiene más espectadores pero se va volviendo cada vez menos atractivo", lo cual amenaza con destruirlo. La escasez de goles, los planteos tácticos maquinales, tacaños, especulativos, los atletas sobreexplotados por largas temporadas, serían expresión de este fenómeno. La proliferación de datos, gráficos y estadísticas en detrimento de la magia y de la identidad y estilo de cada región, tendrían el mismo origen.
Pero Bielsa apuntó incluso más alto, al sugerir que el llamado "FIFAgate" que impulsó el FBI y que llevó a prisión a varios dirigentes -sobre todo sudamericanos- del fútbol, habría sido una maniobra de los EEUU para proteger sus intereses comerciales y poder así manejar, desde la extorsión, el negocio del deporte más popular en el mundo.
Capital.
En todo este debate, curiosamente, una palabra central viene siendo esquivada, y es "capitalismo": la fuerza que homogeneiza y formatea a los consumidores, y transforma a todas las expresiones de la cultura, desde deportes como el fútbol hasta bellas artes como la música, en meros "contenidos" que circulan por las redes sociales y los servicios de "streaming".
La tenebrosa idea de transformar a los clubes en sociedades anónimas, haciendo desaparecer toda dimensión social y de contención en las instituciones deportivas, no procura mejorar el fútbol, sino optimizar el negocio que lo rodea: de hecho, lo más probable es que un sistema de esas características, de implantarse en nuestro país, provoque la paulatina desaparición de los jugadores "distintos", talentosos, que le dieron identidad a ese deporte.
Ese proceso alienante, de cada vez mayor distancia entre el "hincha" (perdón, el consumidor) y su equipo, probablemente termine por hacer prevalecer experiencias como los videojuegos, los clips de escasos segundos en redes sociales, o incluso a la creación de avatares u hologramas de los grandes jugadores del pasado. Mientras, con su formidable poder adictivo, las redes esquilman a los fanáticos con esa abominable epidemia de las apuestas on-line, que hasta los propios ídolos del deporte ayudan a promover.
El periodista norteamericano Rory Smith, quien califica a Bielsa (no sin sarcasmo) de "entrenador-filósofo" se encarga de señalar, desde el centro del poder mundial, que todas las expresiones culturales están hoy sujetas a esta homogeneización, y esta cultura de las celebridades. "El negocio lo sabe, hasta es posible que lo haya diseñado de este modo. Al negocio no le importa si uno mira todo el partido o no. No le importa quién gana, ni por cierto, cómo lo hace. No le importa el deporte, sino el contenido. Y hoy hay más contenido que nunca, más cosas para vender".
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