Sabado 20 de abril 2024

El lenguaje es un virus del espacio

Redacción 24/09/2023 - 11.07.hs

Noam Chomsky es, quién lo duda, una figura proverbial de nuestro tiempo. A sus casi 95 años, continúa siendo, además de un lingüista y politólogo reconocido por propios y extraños, el principal intelectual de izquierda en los Estados Unidos, lo cual no es poca cosa. No importa el tema que lo convoque, sea la pandemia, la guerra en Ucrania, o el desarrollo de la llamada "inteligencia artificial", siempre se puede contar con él para proveer una mirada fresca y polémica. Con su tono calmo de siempre, y su aspecto de patriarca bíblico de barba blanca, parece una mezcla de Papá Noel con Karl Marx. Pero no hay que llamarse a engaño: en sus años mozos supo ser, en todos los campos, una presencia enérgica y disruptiva.

 

Reseña.

 

Tan lejos como en 1959, con apenas treinta añitos y sin ir más lejos (por si hubiera a quien 64 años le parece poco) fue el encargado de producir lo que ha sido denominado "la más devastadora crítica que se haya escrito" respecto del libro de un colega, el experto en comportamiento B. F. Skinner. ¿Cuál fue el motivo de tanta violencia crítica? Pues bien, Skinner osó sostener que el lenguaje era poco más que una forma de "comportamiento verbal", que era accesible para cualquier especie viva, dadas las necesarias circunstancias ambientales.

 

En aquel trabajo de treinta carillas -casi un libro en sí mismo- Chomsky se concentró en desarrollar lo que consideraba "una crítica genérica a la especulación de las ciencias de la conducta -o, prefiero llamarlas, del empirismo- acerca de la naturaleza de los procesos mentales superiores" (aclaramos a todo evento que estas ciencias que estudian el comportamiento humano incluyen a la antropología, pedagogía, ciencias políticas, psiquiatría, psicología, criminología y sociología).

 

A comienzos del año en curso, y esta vez ya asistido por un séquito de estudiosos más jóvenes, produjo un estudio no menos crítico acerca de la llamada "inteligencia artificial", aventando cualquier temor acerca de la posibilidad de que las máquinas pudieran alguna vez superar a la mente humana en la producción de conocimiento. Y es que -sostiene- el truco no pasa por la acumulación de información previa a la elaboración de un discurso, sino por la manera en la que la mente humana, incluso con mucha menos "data" que las máquinas, puede elaborar conclusiones generales.

 

Ergo sum.

 

El tema es tan viejo como la humanidad, y puede decirse que quien mejor lo sintetizó fue el filósofo francés René Descartes, cuando en 1649 postuló que el lenguaje era "la verdadera diferencia entre el hombre y la bestia".

 

Y existe cierto consenso en que los orígenes del lenguaje se encuentran entre los problemas más difíciles de resolver por la ciencia. Se acepta que entre los humanos tiene relación con el "aprendizaje vocal", esto es, la capacidad de expresar, mediante una habilidad escuchada y adquirida de otros, el propio pensamiento. Lo que Jacques Lacan denominaba "el otro del lenguaje", una de las bases de su sistema psicoanalítico.

 

El problema es que los científicos han descubierto la existencia de aprendizaje vocal en otras especies además del homo sapiens, incluyendo los pájaros cantores, los loros, los cetáceos, los delfines y las ballenas. Pero, como hasta ahora esa distinción crucial entre humanos y animales no presentaba rangos intermedios ni matices, la cuestión de la evolución del lenguaje parecía inmune a la investigación empírica.

 

Parlante.

 

Este mito del ser humano como único "animal parlante" parece estar viniéndose abajo, al menos a la luz del artículo que, el pasado 20 de septiembre publicó la periodista científica Sonia Shah, titulado: "Los animales están hablando: ¿qué significa esto?".

 

El artículo reseña el trabajo de más de una década llevado a cabo en la Universidad de Duke por un equipo de neurocientíficos liderado por Erich Jarvis, que se dedicaron a estudiar (cuando no) a las ratas de laboratorio. Resulta que las ratas hablan, o quizá debiera decirse mejor, "cantan". No lo habíamos advertido antes (llevamos 15 mil años conviviendo con ellas) porque sus voces trabajan en frecuencias más allá de lo que el oído humano puede percibir.

 

Como quiera, resulta que esos cantos de las ratas resultaron no ser melodías fijas, como las de una cajita de música: son expresiones variables de una mente individual. ¿Cómo llegaron a esta conclusión? Pues bien, procedieron a dejar sordas a cinco ratas mediante un procedimiento quirúrgico (lo cual, por cierto, es una monstruosidad) y registrarlas en un estudio de grabación. Y, por cierto, el canto de las ratas sordas era sustancialmente distinto del de sus colegas oyentes. Vale decir, que esas canciones no eran innatas, de lo contrario la sordera no hubiera hecho ninguna diferencia.

 

Y mientras estaban en esto de grabar los grandes éxitos rateros, descubrieron también que los machos podían incluso alterar la altura de su canto para competir con otros congéneres por la atención de las hembras. Y ya que estaban, achuraron a las participantes del experimento y estudiaron sus cerebros, descubriendo circuitos cerebrales sorprendentemente parecidos a los humanos.

 

Es más -sostiene Shah-: tal parece que uno de los aspectos más desconcertantes del lenguaje, esto es, su estructura interna basada en reglas, emergió de interacciones sociales comunes a una gran cantidad de especies vivas. Con lo cual comienza a erosionarse esta supuesta originalidad del homo sapiens: no es que los animales no hablaran: es que, para variar, no los estábamos escuchando con atención. Y de ahí a sostener que su lenguaje los lleve también al pensamiento abstracto, hay sólo un paso. ¿Quién no se ha visto tentado de sospechar esto, ante la vista de una vaca rumiante y meditabunda?

 

Es una pena que no le hayan pedido opinión a Chomsky sobre estos nuevos descubrimientos. Probablemente, con su habitual ironía, hubiera gruñido como una pantera.

 

PETRONIO

 

Foto: es.wikipedia.org

 

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