Sabado 20 de abril 2024

El pecado de la carne

Redacción 21/11/2021 - 00.23.hs

Después de las elecciones del domingo pasado, uno de los hechos que más llamó la atención fue el sorpresivo -o no tanto- aumento del precio de la carne vacuna en el Mercado de Liniers.

 

Ese incremento, que llegó al 20 por ciento en apenas tres días de operaciones, fue analizado por más de un especialista como una respuesta de un sector muy identificado con una de las dos fuerzas políticas, obviamente la opositora al gobierno nacional, como una forma de expresar su descontento por un resultado electoral que no fue el esperado. El cálculo y el optimismo desmedido ya venía preparando el ambiente para una "paliza", pero como las urnas mostraron finalmente un guarismo más acotado, incluyendo un empate técnico en la "madre de todas las batallas" que se libró en la provincia de Buenos Aires, la réplica de ese enojo, encarnada en el poder real, se reflejó en el Mercado de Liniers.

 

Curiosa ley de oferta y demanda la de Argentina, que excede a los conocimientos básicos de este columnista. Más allá de las teorías que pueden ensayar los economistas, solo con la aplicación del sentido común se llega a la conclusión de que no se ve en la actualidad a la gente haciendo cola desesperada frente a las carnicerías, por lo que nadie puede pensar que esos valores de la hacienda en pie aumentaron más allá de toda lógica porque el mercado tenga una presión de la demanda.

 

Otros factores que puedan incidir para el aumento también se pueden ir tachando de la lista: el combustible que se usa para el transporte de ganado no aumentó, la energía que requieren los frigoríficos tampoco, los salarios de los trabajadores no se mejoraron tanto como para incidir en los costos de producción y entonces cada vez quedan menos razones para justificar tremenda suba. Algunos se animan a atribuir el salto de precios a una razón climática: dicen que la lluvia limita los envíos de ganado y entonces esa escasa oferta genera el aumento de precios. La explicación no resiste mayores análisis, escapa a toda lógica. Si fuera así, solo habría que esperar a que mejore el tiempo para que la oferta se normalice y que el precio vuelva a su nivel anterior. Pero resulta que después los consumidores tenemos que escuchar que los analistas nos explican que "lo que pasa es que finalmente el mercado terminó convalidando esos valores" y que "inevitablemente este porcentaje se trasladará a la góndola" porque "la cadena de intermediación ya no puede hacer nada ante esta nueva realidad".

 

Las cosas en su lugar.

 

Durante unos años, esto pasa en Argentina. No es nuevo. Es un "golpe de mercado" que en este caso lo encabeza una parte del poder real, el que maneja al sector de la producción cárnica. Y también lo hacen otros actores de la cadena alimenticia. Y como ya se dijo, son afines a una fuerza política, la del neoliberalismo, que tiene representantes sentados en las bancas de diputados y senadores, que ha tenido ministros en anteriores gobiernos, y que también tiene jueces amigos que -si es necesario- custodian sus intereses.

 

Frente a este panorama, lo que hay que hacer ya se hizo en alguna otra época y ahora hay que retomarlo. Está claro que al sector de la carne no le va mal en nuestro país. Ni antes, ni ahora. Pero siempre quieren más y ahí es donde hay que poner un freno. Hay que dialogar para llegar a acuerdos, pero si no se llega a buen puerto, el gobierno tiene que aplicar todas las herramientas a su alcance para frenar la inflación fijando valores máximos y así defender el bolsillo del trabajador.

 

A esta altura del partido, no se puede aceptar que quienes ostentan el poder real hagan tal demostración de fuerza, llevando el precio de uno de los alimentos más populares de nuestra mesa a valores prohibitivos. La respuesta del gobierno nacional fue acordar con supermercadistas un congelamiento de precios hasta este lunes. No está mal, pero es una política demasiado cortoplacista. Hay que ir más a fondo.

 

Y el pueblo también debe tener un rol más activo, organizándose en asociaciones de consumidores que convoquen a acciones de movilización, control y si es necesario llegar hasta el boicot para marcar este aprovechamiento de los más poderosos.

 

Es una lucha que se tiene que hacer carne en el pueblo. Que en estas tierras un trabajador no tenga derecho a comprar un buen asado a un precio razonable para compartirlo con su familia, es un verdadero pecado.

 

DANIEL ESPOSITO

 

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