El valor de los bosques
Nunca está de más señalar el valor de los bosques. Los científicos aceptan que son ecosistemas únicos que no sólo albergan a numerosas especies, sino que también regulan el clima local. Además, cumplen una función importantísima y no siempre apreciada: almacenan el agua y previenen la erosión del suelo por las lluvias. También actúan como aportantes al clima, ya que absorben dióxido de carbono y devuelven oxígeno. Al respecto, vale el ejemplo de hace algunos años: cuando se deforestó el bosque del sur cordobés, lluvias intensas erosionaron los suelos de tal forma que llegaron a provocar la interrupción de rutas nacionales y el derrumbe de puentes.
Hay que reconocer que nuestra provincia supo resolver los problemas que la acción antrópica planteara sobre el bosque nativo, una comunidad muy especial en la botánica argentina. Las talas indiscriminadas ocurridas a principios del siglo XX y los grandes incendio en años posteriores, gracias a la acción de los sucesivos gobiernos fueron dejando lugar a campos mejorados, donde la implantación de los cortafuegos y la educación ambiental para con los pobladores dieron buenos resultados.
En el país, sin embargo, amparada por el nefasto neoliberalismo que caracteriza al gobierno argentino desde hace algunos años, la tala indiscriminada y la expansión agrícola están destruyendo estos valiosos bosques. Ambas actividades pueden devastar áreas enteras. La demanda creciente de alimentos y productos agrícolas impulsa esta transformación del paisaje. Cultivos como la soja son particularmente responsables de la pérdida de cobertura forestal. Este fenómeno negativo se aprecia particularmente en algunas provincias del noroeste, en tierras que - no casualmente- pertenecen a políticos destacados que manifiestan su preocupación ecológica de la boca hacia afuera.
Respecto a la agresión para con los bosques y la consecuente desertificación, el fenómeno ha crecido en todo el mundo, según un informe de las Naciones Unidas. La desertificación lleva años acelerándose y afecta especialmente a las áreas propensas a ser áridas, semiáridas y con climas secos. La conclusión es impresionante: en total, el planeta ha perdido un tercio de su tierra cultivable. Y uno de los países más afectados es China, ya que el 27,4% de su superficie es desierto, afectando a 400 millones de personas.
Mientras tanto, mal que le pese al presidente Milei, que detesta la condición socialista del país y los emprendimientos estatales, China es un ejemplo. Está llevando a cabo el proyecto de reforestación más ambicioso del mundo: un "muro" de 4.500 kilómetros de árboles.
La realización del proyecto, conocido como “La Gran Muralla Verde”, implementó la reforestación más grande del mundo, que se espera que culmine hacia mediados de siglo. El objetivo primero era frenar la expansión del desierto de Gobi y la pérdida de agua y suelo, al tiempo que se proporciona madera a la población local. La masa forestal estará constituida por más de un centenar de miles de árboles.
Algunas opiniones técnicas no son favorables, señalando problemas hídricos, geomorfológicos y de salud, muy especialmente por el polen que produce alergias. Puede que sea así, pero es fácil discernir cuando la alternativa opuesta es la tempestad de polvo que reduce las tierras cultivables en un país superpoblado.
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