Formidable colonización
Diversas pueden ser las causas del triunfo del mileísmo en las recientes elecciones legislativas y muchos los análisis políticos para intentar explicarlo. Por lo pronto no deberíamos olvidar que el ultra-neoliberalismo, esa gran maquinaria transformadora de la subjetividad contemporánea, ha generado en el mundo, a través de las usinas mediáticas y las redes tecnológicas a su servicio, la más formidable colonización de las mentalidades. El objetivo es un cambio de paradigma para la realización del proyecto de apropiación planetaria por parte de unos pocos en detrimento de las inmensas mayorías poblacionales. Es lo que he dado en llamar el “Capitalismo absoluto”.
Pero esa colonización se ve facilitada, especialmente en la Argentina, a partir de ciertas condiciones. Habrá que realizar una autocrítica. En estas elecciones no se trató de un asunto de economía sino más bien de identificaciones imaginarias. Sabemos que lo que el sujeto humano busca es un lugar de pertenencia y una inscripción en alguna parte. Hoy han declinado los ordenamientos simbólicos que lo permitían y los individuos tienen serias dificultades para alojarse en algún sitio, en significantes que los representen, es decir, en un nombre, en sus ciudades, en un trabajo, en referencias políticas, en definitiva, en el gran “otro” de la cultura. El peronismo, el radicalismo y otros partidos políticos (actualmente desintegrados), abandonaron la función de ofrecerse como uno de los lugares en donde los ciudadanos tenían la posibilidad de una identificación política y una referencia.
El mileísmo capitalizó el espacio dejado vacante por el peronismo (especialmente por el kirchnerismo) y ofreció a los millones de jóvenes (en su mayoría marginales, desculturizados, deshistorizados, erráticos, excluidos de lo simbólico, sin un lugar de pertenencia y sin una inscripción en el “otro”) la posibilidad de un alojamiento y un sentimiento de pertenencia, aun cuando éste fuere en el odio y la ideología de derecha. Muchos jóvenes argentinos, sin un lugar en el mundo, están ahora por lo menos inscriptos y abrochados imaginariamente al mileísmo y la antipolítica. Ya es algo, aunque sea por lo negativo.
El peronismo no supo edificar un espacio de inclusión subjetiva para la juventud excluida en su mayoría de lo simbólico. Los intelectuales kirchneristas, no obstante sus capacidades y virtudes, fueron mayormente elitistas y en cierto modo hasta arrogantes, con cierta mirada de discriminación hacia las provincias (aunque hablaran de la integración latinoamericana) y demasiados centralistas. Giraron en sus propios goces y fascinaciones narcisistas y no pensaron en la necesidad de facilitar lugares simbólicos de inscripción de los sujetos en el “otro”. El lucimiento personal atentó contra sus proyectos políticos.
Y a los lugares dejados vacantes, los ocupan los adversarios, aun cuando sea, como en el caso del mileísmo, bajo la forma de una inscripción en el mal como reafirmación del ser, a la manera de los personajes de la novela "Los siete locos" de Roberto Arlt. Habrá que ponerse a pensar de nuevo y salirse de las meras discusiones, enfrentamientos y contubernios políticos de entrecasa que a esta altura ya no sirven para nada. Hay que crear espacios de identificación política y alojamiento en el “otro” de la cultura.
Los resultados están hoy a la vista: jóvenes desculturizados, deshistorizados, manipulables, erráticos, sin una inscripción en el “otro”, sin una pertenencia simbólica, capaces de votar a lo peor de la ultraderecha sin noción alguna de responsabilidad. Sólo la creencia ciega. Esa gran maquinaria transformadora de la subjetividad, que es el ultra-neoliberalismo, es de este modo, a través de sus usinas mediáticas de colonización mental, mucho más efectiva. Y ningún candidato político habla de la necesidad de una verdadera revolución educativa en el país que evite, o atenúe al menos, la obscena y escandalosa decadencia en todos los niveles de la vida nacional. (Por Antonio Ramón Gutiérrez, escritor y psicoanalista)
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