Martes 12 de agosto 2025

Hermana, soltá la panza

Redacción 16/11/2021 - 00.32.hs

¿Cómo fue que empezamos a sentir vergüenza por el propio cuerpo? ¿Cuándo comenzamos a ocultamos? ¿Por qué sentimos que no merecíamos amor por los números que marcaba la balanza? ¿Cuándo los kilos se volvieron una obsesión?

 

VICTORIA SANTESTEBAN*

 

Instagram, la plataforma experta en promocionar cuerpos hegemónicos y la industria de los tratamientos adelgazantes para la eterna felicidad, es hoy espacio virtual para hackear el modelo de belleza patriarcal a partir de la invitación a soltar la panza que hiciera Lala Pasquinelli desde su cuenta @mujeresquenofuerontapa. La red social tan funcional a un capitalismo patriarcal que se vale de la mercantilización y cosificación de los cuerpos de las mujeres, que auspicia el negocio millonario de la cosmética y refuerza la validación de los cuerpos escuálidos y caucásicos como los únicos bellos, se convierte en terreno digital de militancia con la propuesta de deschavar estereotipos subiendo fotos de panzas disruptivas por libres. El 22 de octubre, @mujeresquenofuerontapa convocó al boicot de la "Operación Bikini" y "Llegar al Verano" con la operación "Hermana, soltá la panza" que invita a usuarias a subir fotos de sus panzas históricamente tapadas. Además de las panzas, muchas soltaron también sus historias de dietas y vergüenza, relegamientos y prohibiciones, balanzas y probadores, bulimia y anorexia, veranos sin disfrute, meses sin postres, odio y dolor por no encajar en los moldes injustos de peso pluma. Y así, "Soltar la panza" es consigna revolucionaria para librarnos de mandatos de obediencia a un modelo que nos quiere culposas, avergonzadas y tristes.

 

Soltar.

 

"@HermanaSoltaLaPanza es mucho más que soltar la panza, es soltar la vergüenza que nos siembran con millones de imágenes que no se nos parecen. Es empezar a salir del odio aprendido hacia nuestros cuerpos, de la vergüenza de no encajar en un modelo creado para que no encajemos", escribe Lala Pasquinelli en su cuenta. Desde el 22 de octubre las usuarias comparten fotos e historias de panzas y de esta forma @Mujeresquenofuerontapa continúa consolidándose como comunidad sorora, como lugar -¡en pleno Instagram!- para identificarnos con imágenes y experiencias que distan de las que nos tiene acostumbradas la plataforma. "Yo paso veranos enteros en playa o pileta, tapada. Me encantaría que no me importe. ¡Quiero disfrutar el sol y la pile!", "Mi panza virgen del sol. 50 años y jamás una bikini ni en mi casa", "Hoy en el recreo hablaba con mi mejor amiga sobre el verano y las bikinis. Ambas diciendo que no queremos usar bikini porque sentimos que no llegamos al verano", "Siempre la guerra con mi cuerpo, desde que tengo uso de razón. Encontré un diario de mis siete años y a esa edad escribía que era obesa y que nadie me quería por eso, que deseaba ser flaca para que los chicos gustaran de mí y poder hacer amigos", "Mi mamá me obligaba a meter panza o a usar faja. El verano era una tortura", "Siempre envidié a los hombres que corrían para tirarse al mar. Yo me imaginaba corriendo cómo se me movería todo el cuerpo expuesto en una bikini y me (nos) perdimos esa diversión. Odio y amo a la vez darme cuenta de todo esto ahora", "Suelto la panza y pienso en todas las veces que no dejé que me abracen mientras dormía para que no toquen mi panza caída de costado" son algunos testimonios de mujeres de todas las edades que encontraron en la cuenta un espacio de liberación y empoderamiento.

 

Lala Pasquinelli acompaña las publicaciones con preguntas de esas que nos dejan pensando, para un debate urgente, para más cuerpos orgullosos y menos corsets: "¿Cuántas veces nos apretamos como matambres para que no se nos note la panza? ¿La única panza que se acepta es la del embarazo? ¿Cuántas veces recibimos comentarios gordoodiantes de nuestras personas cercanas y queridas con la excusa del amor y te lo digo por tu bien? ¿Qué pasa cuando empezamos a ver cuerpos que se nos parecen? ¿Qué sentimos cuando vemos reflejadas en los cuerpos y las historias de otras? ¿Qué pospusieron o posponen para cuando sean flacas o no tengan panza? ¿Cuánto más vamos a esperar para vivir? ¿Quién suelta la panza hoy y se entrega al disfrute?".

 

Liberación.

 

Las preguntas de Lala disparan a la memoria, nos remiten a infancias, adolescencias, a vidas adultas, a la cotidianeidad, a la postergación de la felicidad y a la condicionalidad del disfrute para cuando encajemos en el molde. ¿Cómo fue que empezamos a sentir vergüenza por el propio cuerpo? ¿Cuándo comenzamos a ocultamos? ¿Por qué sentimos que no merecíamos amor por los números que marcaba la balanza? ¿Cómo pudimos creer que ser felices por siempre era pesar poco para agradar al príncipe azul que, obnubilado por nuestra languidez iba a invitarnos a bailar y comer perdices? ¿Cuántos abrazos nos perdimos para evitar que las caricias amorosas se enterasen de los rollos? ¿Por qué supeditamos el goce al momento en que entráramos en un talle imposible? ¿Cuándo los kilos y las calorías se volvieron preocupación obsesiva? ¿Cuánto tiempo y dinero invertimos en esta obsesión? ¿Cuándo nos convencieron que para ser felices y amadas había que encajar en modelos masificados de belleza importada y escuálida? ¿Cómo pudimos creer que la felicidad venía en esos moldes que sólo nos han causado tristeza y ocultamiento? Las respuestas delatan la intencionalidad perversa de un modelo mercantilista y patriarcal que valida sólo los cuerpos de pocos kilos y pocos años. Un modelo que nos mantiene ocupadas contando calorías para boicotearnos cualquier atisbo de disfrute trascendente y autorrealización.

 

Hermana.

 

El llamado sororo a soltar la panza es mensaje de amor para el empoderamiento necesario de los cuerpos. Hermana: soltá la panza, perdónate los años de escondites y pedile perdón también a ese cuerpo por haber sido hiriente. Háblale bonito, con ternura, hasta que no quede nada de esa embaucada de la felicidad por kilos. Hasta convencerte de tu belleza, de tus poderes, de que todo en vos está bien y que cada fibra de tu humanidad vale. Abrazate para hacer las paces y tocar la piel con la que por fin te reconcilias. Oídos sordos a quienes todavía miran y murmuran desde la maldad y la envidia de no saber vivir en libertad. Con todo ese amor hacia nosotras mismas ya no volvemos a caer en los cuentos que cancelaron veranos, chapuzones y arrumacos. Nos merecemos habitar el propio cuerpo como territorio libre, que se autodetermina y ama. Sólo en ese estado amoroso de libertad seremos felices, y así, bellas, por siempre.

 

*Abogada, Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles.

 

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