Lunes 22 de abril 2024

Incendios malos, incendios buenos

Redacción 20/10/2022 - 08.17.hs

Qué evidente es la doble vara con que los grandes medios de comunicación porteños consideran a los incendios provocados en el área del delta del Paraná, provincia de Entre Ríos, y los que ocurren en la zona cordillerana patagónica. En los dos casos se trata de fuegos intencionales, pero unos son condenados con enormes titulares cargados de prejuicios raciales y otros son prácticamente ignorados, salvo cuando las nubes de humo llegan a la coqueta ciudad de Buenos Aires y molestan a sus habitantes.

 

Hay otra diferencia notable. Muchos de los autores de los fuegos de las provincias litoraleñas han sido identificados e incluso hay causas judiciales abiertas que, misteriosamente, no suelen avanzar. En cambio los provocados en las provincias de Río Negro y Chubut se atribuyen inmediatamente a algunas comunidades indígenas aunque no haya investigaciones que identifiquen a los autores. En un caso la cobertura periodística está exenta del mínimo tono condenatorio, en el otro la condena es automática, inmediata.

 

Sin embargo las autoridades del Ministerio de Ambiente de la Nación no han dudado en calificar a los incendiarios entrerrianos de "delincuentes" que en forma deliberada agreden al ambiente quemando áreas de pastizales y de bosques nativos para favorecer, sin ningún tipo de cuidado por el entorno, ciertas prácticas agrícolas o para promover desarrollos inmobiliarios en áreas frágiles destinadas a otros propósitos. También han señalado que el aparato judicial y la clase política de esas provincias no muestran interés en avanzar con las investigaciones y las sanciones a los responsables. Bajo ese paragua protector, no pocos empresarios dueños de tierras y portadores de apellidos ilustres, tienen vía libre para seguir con esos procedimientos depredatorios.

 

En el lejano oeste andino las cosas son absolutamente distintas. Las comunidades aborígenes a las que se acusa sin pruebas de cometer ataques incendiarios son perseguidas y discriminadas por buena parte de la clase política y judicial. El demonio de la RAM es la excusa para reprimirlos con una justicia a la que se le cayó la venda y mira muy atentamente a quién le aplica el rigor de la ley y a quién no. Un simple papel manuscrito encontrado en las cercanías de los hechos reivindicando los incendios, puede ser utilizado sin más elementos para descargar la furia contra los que, precisamente, fueron despojados de la tierra, la lengua, la religión y hasta de las formas de vida y de propiedad comunitarias que cultivaban ancestralmente.

 

La metodología de dominación y el discurso desplegados en la guerra de conquista contra los pueblos originarios, en el país y el continente, persisten en nuestros días con una vigencia que subleva. Sus voceros son hoy las corporaciones mediáticas que tan bien representan los intereses del poder económico concentrado. Buena parte de esa minoría opulenta es heredera de quienes se beneficiaron con la apropiación por la fuerza militar de enormes extensiones de tierra. El genocidio de los pueblos indígenas que habitaban el mal llamado "desierto" fue la consecuencia de aquella "gesta civilizatoria" que hoy prosigue con otros medios.

 

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