La ciencia del beso
Científicos británicos de la Universidad de Oxford, bajo el comando de la bióloga Matilda Brindle, acaban de dictaminar, con la pomposidad que los caracteriza, que la práctica del beso existe hace unos 16 millones -posiblemente hasta 21 millones- de años. O sea, es anterior a la aparición del homo sapiens, que data de unos 300 mil años. Y que, contrariamente a lo supuesto, se extiende bastante más allá de los humanos y los primates, alcanzando a insectos como las hormigas, peces de toda laya, osos polares y hasta pajarracos como el albatros. Pero, pese a dedicarse a esta rama tan peculiar del conocimiento -con la nuestra, diría un libertario- los hombres y mujeres de ciencia se declaran perplejos con respecto a cuál es la justificación del beso desde un punto de vista evolutivo. Tal parece que el gesto, puro símbolo, no tiene ninguna ventaja específica para la evolución de las especies que lo practican.
Agonista.
Como no pueden con su genio, el trabajo presentado comienza por definir qué es lo que debe entenderse, desde un punto científico, por beso. Y así nos enteramos que se trata de "toda interacción no agonista que involucra un deliberado e intraespecífico contacto oral-oral, incluyendo movimientos de los labios y otras partes bucales, sin transferencia de alimentos". Lo hacen sonar bastante truculento al asunto.
Le ahorramos al lector la tarea de buscar qué quiere decir eso de "agonista", y para tranquilidad de todos, no se refiere a la agonía ni a la muerte, sino que se dice del músculo que "efectúa un determinado movimiento por oposición al que obra el movimiento contrario o antagonista". El término también puede aplicarse a un compuesto, una enzima, una hormona o un medicamento que incrementa la actividad de otro.
Por lo visto, entonces, el gesto de las madres de algunas especies (como pájaros) que predegluten y digieren el alimento que luego colocan en boca de sus hijos, no ingresa en el concepto de beso. Y vaya si esa conducta tiene fines evolutivos.
Lo raro es que se hayan centrado precisamente en la versión más extrema del beso, lo que en el mundo anglosajón se conoce como "beso francés", esto es, el servicio completo. Les hará falta algo de estimulación a estos británicos. Bien es sabido que ya los romanos hacían la diferencia entre esta forma de contacto bucal, que ellos llamaban "savium", y otros besos como el "osculum" (respetuoso, en la mejilla o la mano) o el "basium", contacto de labios con la boca cerrada, entre amigos cercanos.
Amore.
Como se ve, no siempre el beso tiene una connotación amorosa o erótica. A veces puede ser incluso una señal de sumisión, como es el caso del cortesano que, para honrar la superioridad jerárquica de su monarca, lo besa en los pies. Práctica ésta que últimamente ha tenido un importante revival entre los visitantes de la mansión del presidente norteamericano en Mar-a-Lago.
Pero cómo y dónde empezó la costumbre, no es tan fácil de determinar, ya que la cosa se remonta a los tiempos prehistóricos, incluso pre-humanos. Está, por supuesto, ese magnífico manual de instrucciones compilado en la India alrededor del siglo III antes de Cristo, el Kamasutra. Para esa época, y aparentemente como consecuencia de las campañas militares de Alejandro Magno por Oriente, la costumbre del beso ya se había instalado en distintos pueblos del Mediterráneo, como parte del arsenal de prácticas amorosas.
El primer registro histórico de un beso, sin embargo, es aún anterior, y proviene -cuándo no- de Asiria. Le llaman "Cilindro de Barton", puede ser visitado en el Museo de Arqueología de la Universidad de Pennsylvania, y consiste en un conjunto de escrituras cuneiformes datado en 2.400 años antes de Cristo.
En la sociedad mesopotámica el besuqueo estaba estrictamente reglamentado, prácticamente prohibido en público, y sancionado severamente: para ello habían elaborado una serie de amenazas y conjuros, tales como que si uno besaba a una sacerdotisa, perdía por completo el don del habla.
Bacterias.
¿Cómo hacen para remontarse 14 millones de años atrás, si los registros escritos sólo tienen unos seis mil años? Bueno, se basan en yacimientos arqueológicos y en los estudios químicos a los que los someten. Así es como han llegado a la conclusión de que los humanos de Neardenthal también se besaban, incluso con nuestros antepasados "homo sapiens". Y lo saben porque las bacterias contenidas en su mucosa bucal eran prácticamente las mismas, y causaba las mismas caries, los mismos herpes y todas esas inmundicias.
No tendrá un rol claro en la evolución de los humanos, pero a las bacterias, esta costumbre del beso parece que las favorece ampliamente.
Y hablando de eso: qué conducta típicamente humana la de hacer víctimas de nuestros besos a las mascotas, que los toleran estoicas, sin terminar de entender de qué se trata. Los gatos y los perros no se besan entre ellos, a lo sumo se lamen y con fines higiénicos. Cuando los gatos quieren mostrarse afecto se cabecean.
Por lo visto hay mucho equívoco, a tal punto que ni siquiera podemos definir satisfactoriamente qué es un beso, y menos aún, para qué sirve. Acaso nadie lo haya hecho mejor que la actriz sueca Ingrid Bergman, para quien "un beso es un adorable truco diseñado por la naturaleza para detener la conversación, cuando las palabras se tornan superfluas". Como las de este artículo, que colorín colorado se ha terminado.
PETRONIO
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