La historia se repite en dibujos animados
En "El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte", Carlos Marx plasmó su célebre frase según la cual la historia se repite, primero como tragedia, y luego como comedia. Como vivió en el Siglo XIX, Marx no llegó a conocer los dibujos animados. De vivir en nuestros tiempos, sabría que los géneros teatrales griegos nos quedan un poco grandes, y que cada vez que la historia se repite ahora, se parece más y más a uno de esos animé japoneses, donde los villanos parecen batracios, con voces de rock pesado.
El Carlo.
Esto viene a cuento de que, por estos días, 35 años después de su irrupción fulgurante en la escena política nacional, asistimos a la resurrección de Carlos Saúl Menem (¿se puede decir su nombre?) encarnado en un candidato presidencial también patilludo que, como él, gusta del mundo del espectáculo, la frivolidad, la televisión y el neoliberalismo salvaje.
Por supuesto, hay grandes diferencias entre ambos personajes. Menem provenía de un pueblo polvoriento de La Rioja, y sus ancestros de parajes no menos alergénicos del Medio Oriente. El actual candidato, según la leyenda, nació en un set televisivo; aunque no faltan los malvados que le recuerdan, en su pasado más distante y menos etéreo, un antiguo rol como asesor de Antonio Domingo Bussi, el ex militar y ex gobernador de Tucumán, condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad.
Tampoco se parecen en que el Menem candidato nunca confesó las atrocidades que se proponía ejecutar cuando llegara al poder, lo cual no quiere decir que su clon actual -si bien exhibe sin tapujos su proyecto colonial- no sea capaz de mentir descaradamente también.
De hecho, hace lo posible por elogiar y por imitar al riojano. Curioso, ya que casi nadie lo había reivindicado después de que su modelo colapsó, estruendosamente, en 2001. Con la sóla excepción de la mayoría electoral que lo votó en 2003 (ups!) antes de que él arrugara como frenada de gusano y desistiera de presentarse en la segunda vuelta.
El Javi.
Esta semana el émulo menemista intentó imitar a su mentor en uno de sus actos más abyectos, el de decirse "preparado para asumir el poder mañana mismo", serruchándole así el piso al presidente en ejercicio meses antes de concluir su mandato. Aclaramos que, en esta frase, la expresión "en ejercicio" es una licencia poética.
Otra diferencia notoria es que CSM tenía sentido del humor. Una cualidad propia de las personas inteligentes. Su imitador actual, por el contrario, parece estar todo el tiempo enojado, y no le hace falta nada para que le salten los tapones y la emprenda a los gritos.
Los une sin embargo su capacidad para nadar en un mar de contradicciones. Como la de decirse "outsiders de la política", cuando toda la vida han vivido de los cargos públicos (como el milico frustrado de Bolsonaro). O, también, no menos significativo, como lo de decirse "liberales", para luego adoptar posturas fascistas a cada vuelta de esquina, por ejemplo, reivindicando la dictadura.
El cuerpo.
Y hablando de contradicciones, no ha faltado el malvado que señale una en esta postura del libertario, partidario de monetizar en cuanto se pueda al propio cuerpo. Al punto de promover la venta de órganos, o la venta de niños con fines adoptivos. Le dicen, al respecto, que esta postura es contradictoria con otra, la de oponerse al aborto legal, como se lee claramente en su plataforma electoral, y como surge de su firma en un proyecto (uno de los pocos que suscribió) repudiando la ley que sancionara la posibilidad de la interrupción legal del embarazo.
¿Cómo es que una mujer puede disponer de su cuerpo para vender sus órganos, pero no puede hacer lo mismo cuando alberga un feto?
La respuesta es muy sencilla: tiene que aguantarse el embarazo, el parto y el puerperio, pero después es libre de vender al niño. La libertad de disponer el cuerpo funciona sólo cuando tiene un fin económico. Algo así como la religión que acepta el sexo sólo para la reproducción. Este nuevo ideario sería una suerte de puritanismo capitalista, donde la libertad sobre el cuerpo sólo se justifica si produce lucro. ¿Qué opinará el candidato sobre la prostitución y sobre la trata? ¿Qué opinará sobre el consumo de drogas, por ejemplo, si el objetivo es aumentar el rendimiento en los negocios? ¿Qué opinará del narcotráfico? ¿Acaso no hay que comerciar libremente sin interferencias del Estado?
Bueno, ahí hay otra diferencia con Menem, que no metía tanto miedo. El reino mágico de los noventa era Disneylandia comparado con el Terminator que nos ha nacido ahora.
PETRONIO
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