Miércoles 25 de junio 2025

La llave del cambio

Redacción 20/10/2024 - 18.35.hs

Alguna vez el establishment mundial auguró -tras la caída del muro de Berlín- el “fin de la historia”, producto de un supuesto triunfo del capitalismo económico sobre cualquier otra propuesta alternativa. Aquel pensamiento liberal de postguerra vuelve hoy con otra propuesta clara y contundente: instalar el desprestigio y desaparición de la acción política.Es que las estructuras partidarias conservadoras se tornaron obsoletas y contraproducentes a los intereses de esa poderosa “casta mundial empresarial”, que ya no necesita de la simulación democrática para legitimarse ante la sociedad. Van directamente por los estados nacionales y sus dirigencias, obedientemente estimuladas y corrompidas en sus voluntades contra los derechos de la soberanía popular. Dejan de esta manera un desolador escenario de pobreza, desigualdad y conflictividad social, donde las mayorías son oprimidas y desintegradas, sin capacidad de respuesta. Lo descripto explicaría la ausencia de formación política en partidos con una larga trayectoria electoral. Es que blanquear ante la sociedad el sostenimiento de una ideología determinada supondría tener que cumplir con ella, respetando sus valores y principios identitarios. La “nueva política liberal” se autopercibe contradictoriamente como “no política”, moralmente superadora de esa tradición política nacida en la modernidad, corrupta, exclusiva, hereditaria y fraudulenta, capaz de transformar a sus seguidores en una clientela pasiva, acrítica y obediente.

 

“Nueva política”.

 

Para los representantes de esa “nueva política”, los conceptos de política y democracia son malas palabras, decadentes y fuera de tiempo, perdiendo valor en el contexto de estados desmantelados y ausentes en la continuidad de responsabilidades que garanticen el bienestar general de la población. Para los libertarios, la economía, el lucro y la ganancia son las únicas metas posibles de ser contempladas en beneficio de esa minoría que ellos representan, cada vez más poderosa e intolerante a los cuestionamientos de la oposición, cualquiera sea. En dicho escenario de promoción de una desigualdad explícita, el sistema republicano de división de poderes se presenta como un obstáculo para el desarrollo de la voracidad libertaria, acostumbrada a no pedir permisos a la hora de avanzar sobre objetivos antipopulares de consolidación elitista. Para el libertario, la formación y educación política es “adoctrinamiento”, siendo justamente todo lo contrario, ya que el proceso de aprendizaje cívico emana de una voluntad libre, no impuesta; un deseo intrínseco de comprender la realidad, ampliando las bases de conocimiento para su actuación e inclusión democrática. Sin ideologías en debate, sin partidos políticos, sin participación ciudadana, sin democracia y política, los estados nacionales quedan desguarnecidos y sometidos a las grandes potencias empresariales sin patria ni bandera, siempre listas para expoliar riquezas, generar conflictos y posicionarse estratégicamente en todos aquellos puntos del mundo donde existan motivos lucrativos para instalarse, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Cuando la dictadura liberal ataca las fuentes de formación educativa de una sociedad, busca su disciplinamiento moral y material, su censura ante la protesta, su temor ante la represalia de las fuerzas públicas, su aceptación acrítica, producto de la impotencia moral que supone luchar “desigualmente” frente el poder estatal.

 

Amordazamiento social.

 

Es allí, en el amordazamiento social con falta de libertad, ocultamiento de la verdad y violencia institucional, donde las sociedades deben reconstruirse identificando a sus verdugos a través de la acción transformadora de la educación, y muy particularmente de la alfabetización política. Ella nos permite identificar –dentro del abanico político-ideológico vigente- a esas dirigencias encargadas de conducir los destinos de la patria para su desarrollo y crecimiento, o por lo contrario para su empobrecimiento estructural y desmoralización.Un ciudadano responsable por el destino de su patria debe estar formado políticamente, diferenciando alternativas que influyen directamente en su proyecto de vida, preocupaciones e intereses. De lo contrario, los resultados de ese desinterés cívico se traducirán en consecuencias catastróficas cuando lleguen al poder personajes construidos con agendas externas a los intereses de la patria y sus habitantes. Educados o dependientes, unidos o dominados, libres o esclavizados, democratizados o tiranizados; esa es la cuestión que hoy se debate en la Argentina libertaria. Salvo que exista una complicidad encubierta destinada a conservar privilegios, la llave del cambio ante este panorama trágico la tienen las diferentes bases populares organizadas y los partidos políticos de la Argentina, acordando bienestares y valores en común, dando una batalla cultural, educativa y profundamente política, sin espacios para la falta de humanidad y el egoísmo retrógrado que atenta contra la convivencia social. Hay que instalar una nueva agenda política nacional, integral y propositiva, destinada a rescatar los derechos conquistados a lo largo de décadas de luchas populares y enfrentar los desafíos emergentes, combatiendo la desmoralización y empobrecimiento material de nuestras sociedades, por todos los medios posibles. Empecemos por educarnos políticamente, empoderándonos frente al relato liberal, tan vacío de humanidad como de efectividad en la aplicación de políticas públicas que busquen el bienestar colectivo de la Argentina. (Por Silvio J. Arias, profesor de Ciencia Política y militante PJ–La Pampa).

 

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