Me darás mil hijos
Una serie documental de tres capítulos, titulada "El hombre de los mil hijos", expone con crudeza uno de los más complejos dilemas contemporáneos, el que genera la muy reciente posibilidad de que una mujer pueda concebir, artificialmente, utilizando el esperma donado por un extraño. La cuestión tiene implicancias éticas, religiosas, económicas, biológicas, sanitarias, y -a propósito o no- el director ha decidido limitarse a exponer los hechos, sin hacerse cargo, en muchos casos, del debate.
Influencer.
El protagonista principal -aunque se negó a participar de la serie- es Jonathan Jacob Meijer, un joven de Países Bajos que bien podría ser definido como un "influencer", ya que sube constantes videos en distintas redes sociales, exponiendo un contenido bastante pobre, que oscila entre los consejos saludables, la propaganda de las criptomonedas, la vida silvestre y, en general, la exhibición de su persona.
Como si ese oficio no fuera suficiente, Jonathan mantiene otro emprendimiento personal: se dedica a la donación de esperma. Lo hace a través de múltiples laboratorios dedicados a ese comercio, en varios países del mundo, y también a través del contacto directo con sus clientes. Hace realidad, así, un sueño que en su momento expresó Woody Allen, quien aseguraba que éste era uno de sus pocos talentos.
Aclaremos, de todos modos, que lo de "donación" es una licencia poética: los hombres que aportan su semen para inseminación artificial lo hacen por dinero, como también los laboratorios especializados, que en conjunto constituyen una industria que factura miles de millones de dólares al año. El documental del que hablamos no menciona, en ningún momento, las transacciones comerciales de Meijer, ni cuánto dinero le han representado.
Endogamia.
Los testimonios que sí se escuchan son los de las mujeres que contrataron sus servicios, y que en determinado momento se sintieron estafadas. Es que, conforme el sistema vigente en Países Bajos, un donante de esperma no debería procrear más que 25 hijos, ya que de lo contrario -sobre todo, por el anonimato que rige estas transacciones- se incrementa la posibilidad de endogamia entre estos retoños, con el consiguiente riesgo de enfermedades de origen genético.
Lamentablemente, el negocio se basa en un pacto de caballeros, donde se exige a los donantes una declaración jurada de que no excederán estos límites. Pacto que el amigo Jonathan incumplió largamente, aprovechando un vacío legal al respecto.
Aparentemente, los neerlandeses no lo consideraron necesario. Esperarían que el mercado se encargue del asunto. Por lo visto, se está encargando del problema de la endogamia del mismo modo que afronta la cuestión del calentamiento global, esto es, le importa un pito.
Racismo.
Tal parece que el "emprendimiento" no incluye sólo a Meijer, sino -al menos- a otro sujeto más, y que entre ambos se repartirían la ardua tarea de donar, sin molestarse en avisarle a las clientes de esta suerte de ruleta rusa genética. Y ya que estaban, parece que los Países Bajos les quedaban chicos, así que expandieron sus actividades hacia toda Europa, Australia, Africa y -cuándo no- Argentina.
Las entrevistadas muestran su indignación, en ocasión de averiguar las actividades de estos multipadres en Kenia, cuando uno de ellos deja caer un comentario, asegurando que en ese país africano lo "ordeñaron" unas quinientas veces, y se vanagloria de que su semen iba a "blanquear" el continente negro.
La expresión es racista, desde luego, pero no menos lo es la confesión, de casi todas las entrevistadas, de que lo que las decidió a usar a Johathan como donante fue, tan luego, su largo y cuidado pelo rubio.
Juicio.
A través de un grupo en redes sociales, las madres se organizan para promover una acción judicial, destinada a impedir que Meijer continúe con sus actividades, generando así un riesgo para sus hijos. Para no arruinar la experiencia del lector no revelaremos aquí el resultado de ese pleito, que es definido por una de las demandantes como "la primera vez que se obtendría la restricción de la libertad corporal de un hombre". Aunque no se la mencione, la cuestión de la castración y la muerte del padre anda rondando todo el tiempo: como la propia Vía Láctea, que según la mitología griega, tendría ese origen.
Por momentos la trama parece ominosa, en particular, cuando comienza a sospecharse que el interés de este súper-donante no es sólo el dinero, sino una suerte de empresa ciclópea, de impregnar el planeta con su ADN, y transformarse en una suerte, ya no en Matusalén, sino directamente en un dios, que les habla a sus criaturas a través de Youtube.
El documental concluye con una tierna escena, en la que un nutrido contingente de estas familias (niños incluidos) se reúne para celebrar su conexión, y estrenar su sentido de comunidad. A nadie se le cruza la ironía de que esa bendición familiar se la deben, tan luego, al megalómano estafador que procreó todos esos hijos.
PETRONIO
Artículos relacionados