Pinta tu aldea y pintarás tu país
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo” es una frase atribuida al novelista ruso León Tolstoi, autor de” La guerra y la paz”. Dicen que era una de sus favoritas y que utilizó esa expresión como una especie de consejo para las futuras generaciones de escritores que tienen por objetivo contar historias universales. Lo llamativo es que en su pensamiento no habla de escribir, sino que habla de pintar, tal vez como una sugerencia para describir lo que se observa pero también lo que se sabe, lo que se siente y lo que se percibe.
De todos modos, con el tiempo la expresión se ha transformado en otra parecida, tal vez con un sentido más amplio, que dice que “quien conoce su aldea conoce el universo”.
Se trata de una reflexión que hace referencia al vínculo de las personas con sus propias comunidades y a las posibilidades de generar hechos trascendentes a gran escala, siempre y cuando seamos capaces de empezar por nuestro lugar, por nuestra casa, por nuestra familia, por nuestros vecinos y por sus alrededores.
Según dicen los entendidos, es posible que Tolstoi haya pronunciado esa frase al considerar que la humanidad es muy parecida en todos lados y en el más profundo de los sentidos, teniendo en cuenta que en el fondo todos seríamos víctimas de las mismas pasiones, del amor, del odio, de la amistad o del honor.
En definitiva, “pinta tu aldea y pintarás el mundo” terminó siendo una sugerencia para que los artistas observaran su realidad cercana para reflejar su creatividad y transmitirla al resto del universo. Algo así como plantear que en las pequeñas cosas de la vida cotidiana a todos los humanos nos pasa más o menos lo mismo, sea en la latitud que sea, en cuanto a nuestros pensamientos y también a nuestros sentimientos.
Esa misma estructura de pensamiento podría trasladarse a la política argentina, desde la que involucra a las más altas autoridades como a las incipientes dirigencias vecinales que hacen sus primeras armas en el más recóndito pueblo de nuestro país.
Será materia de estudios posteriores de sociólogos, historiadores e investigadores varios si el fenómeno que vivimos viene desde arriba y va hacia abajo o si es a la inversa, pero lo que está fuera de discusión es que se están empezando a ver cada vez más unos reflejos más intensos en ambas puntas de las estructuras dirigenciales.
Una pequeña muestra.
Aunque parezca increíble, cuentan que en un pequeño pueblo, muy alejado de los grandes centros urbanos y de los enormes intereses políticos, un grupo de vecinos se reunió para formar una lista que condujera los destinos de una nueva comisión vecinal. En vez de pensar en el consenso y en el bien común para todos los habitantes con los que comparten calles y espacios verdes, decidieron armar una lista cerrada con el único objetivo de imponer sus ideas, alineadas con el nuevo gobierno nacional de ultraderecha.
Tal vez convencidos en que usando los mismos modos -gritos, prepotencia y falta de respeto- obtendrían los mismos resultados que su admirado líder, intentaron imponer sus condiciones en una asamblea fundacional, sin demostrar ánimo alguno para el consenso. Pero cuando no pudieron ganar ni una elección a mano alzada para sus candidatos a integrar una Junta Electoral, allí fue cuando se acordaron de las minorías, de los sistemas proporcionales y hasta de la igualdad de género para al menos conseguir un lugar para sus representantes. Parecía más fácil hacer ese planteo como inicio del debate en vez de presentar una lista propia, pero se les ocurrió recién después de ser derrotados por más del doble de los votos.
Según dicen algunos que estuvieron allí, los demás asistentes a la reunión, entre sorprendidos e indignados, les respondieron con la misma dureza. Si los arrogantes mostraron desde el inicio que no estaban dispuestos a consensuar una lista, la única salida posible ahora era una nueva votación. Es decir, la respuesta fue más democracia, que terminó con una nueva derrota para quienes pensaban que los aires libertarios llegarían hasta aquí y que podrían subirse a la nueva ola sin hacer ni un mínimo esfuerzo.
¿Para qué?
Si bien nunca se identificaron claramente con el ideario del extremo neoliberalismo, cuentan los testigos que sus actitudes los pintaron de cuerpo entero. Las charlas previas en voz alta para que el resto escuche lo que piensan como para querer convencer al resto, la forma prepotente de dirigirse a las autoridades, el desconocimiento de reglas básicas de funcionamiento de órganos de la democracia y hasta su forma de vestir, casi copiadas de lo que cualquiera puede observar en medios o redes, los terminan por transformar en sujetos fácilmente reconocibles.
Tras la asamblea, dicen que entre los asistentes quedaron flotando una serie de preguntas. ¿Cuál sería el objetivo de esa participación, teniendo en cuenta que desprecian cualquier forma de Estado? ¿Buscarán destruir una pequeña organización barrial desde la base? ¿O querrán usarla como plataforma para torpedear a un gobierno municipal y de allí también al provincial?
Además, quedaría como gran incógnita cuáles serían sus propuestas para presidir una Comisión Vecinal. Si nos guiamos por su referente mayor -que acaba de asegurar que su desprecio por el Estado “es infinito- cualquier pedido de mejoras los dejaría en contradicción con ese ideario. No podrían solicitar ni arreglos de calles, ni riego, ni hacer más eficiente ningún otro servicio municipal. Menos que menos podrían reclamar obras, como una conexión para agua o para cloacas, o refugios para las paradas de colectivos, porque esos proyectos son estatales y ellos dicen que esas iniciativas deberían estar a cargo de las empresas privadas.
Dicen que algo de eso está pasando cerca de Santa Rosa. Que la misma prepotencia que se ve en los nuevos gobernantes argentinos está campeando también por acá, entre nuestros vecinos. Si es así, habrá que darle la razón a Tolstoi, pero adaptando la frase a la realidad argentina: “Pinta tu aldea y pintarás tu país”. Una penosa realidad ante la que no queda otra alternativa que comenzar a revertirla cuanto antes, en cada elección, por más pequeña que sea, votando siempre contra el odio.
DANIEL ESPOSITO
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