Martes 18 de noviembre 2025

Santa Rosa epicentro de la batalla cultural

Redacción 18/11/2025 - 00.25.hs

El avance del Grupo Clarín pasando por arriba de normativas legales y el ataque a la muestra de caricaturas políticas del dibujante Sergio Ibaceta son dos caras de la misma moneda, aunque a primera vista parezcan cosas distintas.

 

SERGIO SANTESTEBAN

 

La ciudad de Santa Rosa se ha convertido en las últimas semanas en escenario de una confrontación política, económica y cultural que trasciende sus límites geográficos y sacó a la superficie corrientes subterráneas que no siempre se manifiestan en forma tan evidente.

 

Los santarroseños estamos presenciando un choque de visiones del mundo, de intereses, de representaciones simbólicas que no deberíamos subestimar ni esquivarle el bulto. Vivimos tiempos tormentosos en los que se están jugando mucho más que las habituales, y a veces mezquinas, peleas de facciones políticas por acceder a determinados espacios en las esferas del Estado. Hoy esas escaramuzas parecen juegos de niños ante las transformaciones brutales que sacuden el país, y el mundo, y que amenazan con arrasar no solo al Estado de bienestar, al que están convirtiendo en cenizas, sino incluso el concepto mismo de dignidad humana.

 

Una decisión crucial.

 

Cuando hace casi un siglo los santarroseños decidieron fundar una cooperativa para prestarse a sí mismos el servicio de provisión de energía eléctrica no estaban creando una institución más de las muchas que ya había o de las que luego nacerían en la ciudad. Estaban protagonizando un cambio profundo a nivel local pero también nacional. Se convertían en pioneros, en la segunda ciudad argentina que decidía seguir el camino de la economía solidaria frente a la alternativa –mayoritaria entonces como lo es ahora— de la economía del lucro. Para añadirle más quilates a aquella determinación, lo hacían enfrentándose a una poderosa compañía multinacional –la Sudam— de capitales estadounidenses que había rechazado de cuajo la modesta petición de aplicar una tarifa social destinada a los sectores de menores recursos.

 

Este hito en la historia de Santa Rosa forma parte de su ADN, de su identidad más profunda, y harían mal los santarroseños en olvidarla o menoscabarla. Sobre todo ahora que soplan vientos devastadores, como los de la década del treinta del siglo pasado, pero no en la forma de eventos climáticos sino de índole económica, social y cultural. El gobierno nacional más reaccionario desde el final de la última dictadura cívico-militar se ha instalado en el país elegido, y convalidado, por una parte sustantiva –que no mayoritaria— de la ciudadanía argentina.

 

La megacorporación comunicacional y económica que hoy procura avasallar a las autoridades municipales, y con ello a los habitantes de la ciudad, es una representación cabal de los poderes que buscan someternos, de las lógicas mercantiles carentes de toda sensibilidad social que buscan imponerse en una guerra de intereses en donde manda la pulsión sin freno de la concentración del capital. Es la ley de la selva la que quieren imponer. Por eso este Gobierno nacional de extrema derecha se permite estar dos años sin enviar la Ley de Presupuesto al Congreso, y cuando este aprueba leyes que no le gustan, las veta sin dudar o, peor aún, las incumple y no las pone en práctica. Nunca, desde 1983, se vivió una experiencia gubernativa con tanto derroche de autoritarismo.

 

Libertad para algunos.

 

Pero todo este desmadre no escandaliza a las elites económicas ni a sus voceros partidarios o mediáticos, como sí lo hace una muestra de caricaturas políticas en la modesta capital pampeana. Los titulares condenatorios, las absurdas acusaciones extorsivas de “antisemitismo” y los comentarios indignados de algunos charlistas televisivos porteños, en este caso prefieren olvidar la libertad de expresión, porque la han reducido a mera consigna oportunista, muy útil para enarbolar en ciertos casos e ignorar en otros. Cuando el foco de la caricatura o la ironía no es Milei ni Netanyahu ni Trump sino la expresidenta Cristina Kirchner la vara cambia drásticamente. Se la puede representar como una mujer golpeada, en trance orgásmico y hasta ahorcada junto a su marido en manifestaciones públicas con exhibiciones de guillotinas y bolsas mortuorias de color negro con nombres propios estampados, que no pasa nada. La libertad de expresión no es para todos, como tampoco es para todos el bienestar, el trabajo y el salario dignos o el acatamiento a la ley.

 

Ese es el discurso que pretende imponerse en estas peleas de fondo –nunca tan certero el término— que hoy se están dando en las calles de Santa Rosa y en el recinto del Concejo Deliberante en donde, como una metáfora perfecta, coincidieron el debate sobre el cableado ilegal de Telefónica y la muestra de los dibujos del artista Sergio Ibaceta.

 

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