Miércoles 07 de mayo 2025

Sombrío horizonte

Redacción 19/02/2025 - 00.32.hs

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) identifica cinco factores que marcarán la dinámica integral: cambios climáticos, débil crecimiento económico, baja productividad, desigualdades estructurales y desconfianza en el sistema y la política.

 

POR SERGIO FERRARI

 

Los cataclismos naturales, agudizados por el calentamiento global, siguen golpeando al planeta entero. Nuevamente, los últimos años América Latina padeció el efecto de la inclemencia climática. El horizonte de la región sigue empañado, además, por el bajo crecimiento, la crisis social y la pérdida de confianza ciudadana en la democracia.

 

El Informe de las Naciones Unidas Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, que acaba de publicarse, explica que los cambios climáticos, así como fenómenos extremos como sequías, inundaciones y huracanes, afectaron la productividad agrícola, alteraron las cadenas de suministro de alimentos y causaron aumentos en el precio de los alimentos.

 

Realidad que convierte a América Latina y el Caribe en la segunda región del mundo más expuesta a situaciones climáticas graves, solo por detrás de Asia. Al menos 20 países del continente, un 74% de los analizados, enfrentan una alta frecuencia de eventos extremos. Según Naciones Unidas, estos eventos ponen en riesgo los logros regionales de la década anterior en la reducción del hambre y la malnutrición.

 

Según este informe, entre 2019 y 2023 la prevalencia de la subalimentación aumentó 1,5 puntos porcentuales en todos los países afectados por extremos climáticos. Este impacto negativo de los fenómenos naturales se agudiza, según el informe, por elementos estructurales agravantes, como conflictos locales e internacionales, desaceleración económica y crisis de todo tipo. Que se suman a factores subyacentes, como altos niveles de desigualdad y falta de acceso a dietas saludables. En los países con recesión económica, subraya el informe, los sectores más vulnerables de la población se ven particularmente afectados porque cuentan con menos posibilidades de adaptarse a esas situaciones agravantes.

 

El hambre no es un fatalismo.

 

Los 41 millones de latinoamericanos y caribeños afectados por el hambre en 2023 representa una leve disminución de 2.9 millones con respecto a 2022 y 4.3 millones con respecto a 2021. Sin embargo, existen notorias disparidades entre subregiones. Así, por ejemplo, durante los últimos dos años el índice de hambre ha aumentado en el Caribe, con un 17,2% en el presente, mientras que se ha mantenido relativamente sin cambios en Mesoamérica, donde afecta al 5,8% de su población.

 

En cuanto a la inseguridad alimentaria moderada o grave, el continente también demostró avances por segundo año consecutivo (19.7 millones menos que en 2022), y en 2023 se ubicó por debajo del promedio mundial por primera vez en diez años. Sin embargo, las cifras reales totales siguen siendo dramáticas: más de 187 millones de personas (de un total de 630 millones) experimentaron inseguridad alimentaria. Según el informe de Naciones Unidas, esta leve tendencia a la baja se explica debido a la recuperación económica de varios países de América del Sur, además de programas de protección social, esfuerzos económicos postpandemia y nuevas políticas específicas destinadas a mejorar el acceso a la alimentación.

 

La inseguridad alimentaria afecta de manera más pronunciada a las comunidades rurales y las mujeres. En cuanto a la malnutrición, el informe señala que en 2022 el retraso en el crecimiento afectó al 11,5% de los niños menores de 5 años, porcentaje por debajo del promedio mundial (22,3%). Sin embargo, la tendencia es preocupante si se tiene en cuenta que el progreso experimentado en la región latinoamericano-caribeña se ha desacelerado en los últimos años.

 

La imposibilidad económica de acceder a dietas saludables es uno de los síntomas más preocupantes. Corolario del mismo, el aumento del sobrepeso y la obesidad, condiciones que incrementan el factor de riesgo de enfermedades no transmisibles.

 

Oscuro horizonte.

 

Al evaluar la realidad continental y las tendencias en 2025, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) identifica los cinco factores más importantes que marcarán la dinámica integral del continente: cambios climáticos, débil crecimiento económico, baja productividad, desigualdades estructurales y desconfianza en el sistema y la política.

 

De mantenerse la tendencia climática actual, la PNUD argumenta que, si no se toman medidas adicionales, “estas presiones podrían comprometer la calidad de vida y la resiliencia de la población”. Sin un cambio significativo, muy pronto casi la mitad de los países de América Latina y el Caribe carecerá de suficiente agua, con una severa crisis hídrica hacia el año 2080. En cuanto al crecimiento económico, la PNUD proyecta un 2,5%, apenas por encima del nivel del año anterior, pero todavía por debajo de la media mundial. Este ritmo de lento crecimiento económico, característico de la región durante décadas, dificultará los esfuerzos para reducir la pobreza.

 

Con respecto a la baja productividad, uno de los mayores obstáculos históricos para el crecimiento de la región, el PNUD recomienda que el continente se enfoque en “crear empleos y negocios basados en el conocimiento y la innovación, especialmente en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM)”. Propuesta que choca con la realidad política de muchos países, como Argentina, donde el desmantelamiento sistemático el último año de la ciencia y la investigación y la reducción significativa de los presupuestos educativos van en contra de lo que recomiendan como prioritario los especialistas internacionales.

 

El cuarto factor, las desigualdades estructurales profundamente arraigadas en la región, comienza a manifestarse en nuevas situaciones, como la brecha digital. América Latina y el Caribe, según el PNUD, no podrá beneficiarse plenamente de la digitalización y la inteligencia artificial mientras los hogares de menores ingresos y las zonas rurales permanezcan desconectadas de una infraestructura básica como el Internet.

 

Por último, pero no por ellos menos crítico, la desconfianza en el sistema y la política. Según PNUD, esta desconfianza resulta de la persistente desigualdad que ha ido erosionando la confianza pública en la democracia y sus instituciones. Cuando el Estado no responde a las necesidades y expectativas básicas de las comunidades locales, estas tienden a prescindir del mismo, lo cual intensifica las divisiones aun dentro de un mismo país.

 

Varias crisis en una, en un continente que a pesar de sus grandes potencialidades naturales sigue rengueando. Una América Latina y Caribe que hoy corre el riesgo de perpetuar un modelo de dependencia en lugar de construir activamente la autonomía en unidad. (Extractado de Rebelión.org)

 

'
'