Sugestivas coincidencias
La variación del significado y el valor de las palabras en el tiempo no dejan de asombrar. Fundamentalmente, en el caso de las llamadas “malas palabras”, como decía el “Negro” Roberto Fontanarrosa en un memorable discurso, preguntándose el porqué de ese calificativo: ¿Acaso le pegaban a los otros términos idiomáticos?
Para ejemplo del caso vale remontarse a una vieja anécdota, cuando algo así como sesenta años atrás, en uno de aquellos programas de “preguntas y respuestas” tan comunes por entonces. el animador preguntó a un participante cuál era la fruta que contenía el cuerpo humano. La respuesta era “la nuez”, pero el hombre –tal vez preso de los nervios lógicos generados por la participación en el certamen- mencionó otra opción, considerada más inocente que pícara. Así y todo, el escándalo que se armó en aquel momento fue enorme, a tal punto que incluso llegó a interrumpirse la emisión radial, despidiendo al participante con cajas destempladas.
La cita viene a cuento para compararla con las consecuencias que podrían tener en la actualidad, no ya un grupo de sustantivos concretos en las alusiones corporales, sino algunas otras de alta significación sexual, dichas con toda intención peyorativa y atrevida y con un agravante: quien las usa desaprensivamente es nada menos que el presidente de la República. Es que esa actitud de Javier Milei desde su misma asunción al cargo no ha dejado de causar sorpresa primero y asombro después, porque semejante vocabulario soez para nada era común en las figuras públicas, especialmente cuando no se tienen en cuenta ni los destinatarios, ni los oyentes, ni los medios empleados.
Es cierto que semejante actitud puede interpretarse, un tanto piadosamente, como una manera de abandonar la hipocresía, pero se supone que todas las formas tienen un límite, el buen gusto entre ellas. Y si no valga el ejemplo de cuando hace casi un año el Presidente, al margen de su repetido insulto contra las izquierdas, hizo referencia ante un auditorio de jóvenes del secundario al tan conocido y vulgar cuento del burro “insistidor”, causando una incomodidad manifiesta entre los presentes.
Más cerca en el tiempo, en la reciente reunión de Davos, posiblemente ese vocabulario sorprendió menos que la falta de posturas concretas en ese, el mayor foro económico internacional.
Desde entonces hasta hoy la actitud se repitió hasta lo que se parece un hábito, sin respetar niveles ni jerarquías del ámbito donde habla. Ni siquiera su admirado Donald Trump utiliza las groserías (que también las tiene el idioma inglés, por cierto) inclinándose más bien por las metáforas y los sustantivos duros pero precisos.
Como si fuera poco, quedan por mencionar los nada felices términos usados por el presidente argentino para referirse a los niños víctimas de los pedófilos y en apoyo de sus ataques a una de las minorías que tanto detesta.
Un diario de la Capital Federal destacaba precisamente la curiosa y sugestiva circunstancia en lo que hace a la cierta relación con las ideas sexuales por parte de los tres personajes que más se oponen al tema: Donald Trump, Javier Milei y Elon Musk, todos emblemáticos representantes de la derecha internacional.
Artículos relacionados