Martes 16 de abril 2024

Sur o no sur

Redacción 09/02/2023 - 08.04.hs

La cuestión debería formar parte del debate de campaña, así se podría saber si existe en la oposición argentina un compromiso con la integración regional o, como quiere el gobierno uruguayo, la idea es dinamitar al Mercosur.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Los presidentes de Argentina, Alberto Fernandez, y de Brasil, Lula da Silva, anunciaron hace dos semanas que se trabaja en un memorándum de entendimiento con miras a establecer una moneda común entre ambos países, como primer paso para extender su uso con el resto de Sudamérica, y, eventualmente, sentar las bases para una moneda única, como el Euro en Europa. La incipiente unidad monetaria se llamaría "Sur" (una concesión de los brasileños, en cuyo idioma ese punto cardinal se llama "sul") y su gran objetivo inicial es librar a ambos países, en su comercio recíproco, de la necesidad de utilizar dólares, moneda cuya escasez es una de las causas de las penurias de la economía argentina.

 

Silencio.

 

Lo llamativo del caso es que el anuncio no ha motivado comentario alguno de parte de la oposición, en medio de un año electoral, lo cual refleja la pobreza del debate político en el país. Una medida de esta magnitud, que a no dudarlo constituye una política de Estado y comprometerá como decisión a las futuras administraciones de cualquier color político, merecería algún tipo de análisis y de consenso.

 

Nada de eso ha ocurrido. Lo que ha motivado la preocupación opositora ha sido el anuncio del nuevo billete de dos mil pesos, criticado por Alfonso Prat Gay, el mismo que tras prometer exactamente lo contrario, devaluó el peso en más de un 50 por ciento de un plumazo. También un documento opositor mostró alarma por la deuda tomada en pesos por el actual gobierno –la definieron como "una bomba"— precisamente luego de haber endeudado al país, en el gobierno anterior, en más de 100 mil millones de dólares. Y de haber declarado el default de la deuda en pesos, un absurdo económico, ya que esa es la moneda que emite el país.

 

Los que sí salieron a criticar el anuncio binacional fueron algunos medios afines al espacio opositor, bien que utilizando, a tal fin, la opinión del economista norteamericano Paul Krugman, quien en un tweet había opinado que esa moneda común era "una idea terrible".

 

No, Paul.

 

Es una pena que, en el afán de usar esa red social de lo inmediato, este Premio Nobel a veces rife su prestigio con opiniones apresuradas. En su análisis explicaba que "una moneda común tiene sentido entre economías que son socios comerciales importantes, y son lo bastante similares como para no generar grandes shocks de asimetría".

 

Explicaba entonces que Brasil sólo destina el 4,2 por ciento de sus exportaciones a Argentina, y que ésta, a su vez, destinaba un 15 por ciento de las suyas. A lo que se suma el diferente componente de los productos exportados, pues Brasil exporta manufacturas y energía, mientras Argentina basa todavía su oferta en la agricultura.

 

Todo un gesto de su parte preocuparse por las asimetrías en este rincón del mundo, pero es todo producto de un error conceptual: el "Sur" se propone ahora como una moneda común, no una moneda única. Ambos países mantendrían sus respectivos sistemas monetarios, y este nuevo instrumento serviría exclusivamente para el intercambio comercial y financiero, prescindiendo del dólar.

 

Por supuesto, aún así existen numerosas complejidades para la instrumentación. Brasil tiene una tasa de inflación histórica de un 4 por ciento desde hace casi tres décadas, mientras Argentina el año pasado rozó el 100 por ciento. Brasil tiene una tasa de interés del 14 por ciento, nosotros estamos en el 75 por ciento. A lo que debe sumarse el volumen de la deuda argentina, y los compromisos de política económica impuestos por el FMI.

 

Dólar.

 

La verdad es que los anteriores presidentes de ambos países, Jair Bolsonaro y Mauricio Macri, también tuvieron una iniciativa similar, el llamado "peso real", que nunca llegó a prosperar, aparentemente por reticencias de la autoridad monetaria brasileña.

 

La idea central –cortar con la dependencia del dólar— debería concitar el acuerdo de todas las fuerzas políticas locales. Cada vez que se emplea la moneda norteamericana, sea para el comercio internacional, o meramente como atesoramiento "en el colchón", se le está concediendo un préstamo al país que, conforme sus propios datos oficiales, cerró el 2022 con casi 1,4 billones de dólares de déficit: Lo que ellos llaman "trillones", esto es, millones de millones. Curiosamente, semejante irresponsabilidad fiscal nunca merece comentario alguno de parte de los economistas "ortodoxos" que entre nosotros pregonan la "austeridad" como mandato para la gestión económica.

 

El "Sur" tampoco es una medida heterodoxa. Varios países del mundo han adoptado monedas comunes para el intercambio recíproco, el caso más reciente, el de Rusia e Irán. Argentina, por su parte, tiene un instrumento similar en su comercio bilateral con China, los llamados "swap" ("intercambio") que en los hechos representan como activo unos 18 mil millones de dólares (en yuanes) en nuestro Banco Central.

 

La moneda propuesta podría eventualmente llevar a una moneda común, como el Euro, que tardó 35 años en instrumentarse, pero que desde su lanzamiento, a comienzos del milenio, ha mostrado una solidez notable, incluso con las asimetrías internas de Europa, y las dificultades fiscales de países como Grecia, sobre todo.

 

La cuestión debería formar parte del debate de campaña. Así se podría saber si existe en la oposición argentina un compromiso con la integración regional, o –como el actual gobierno de derecha uruguayo— la idea es dinamitar al Mercosur y las otras instituciones que tan laboriosamente se han venido articulando en la región en las últimas cuatro décadas.

 

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