Tropezones diplomáticos
La reiteración de malas actuaciones internacionales –papelón que le dicen—por parte del presidente Milei y sus adláteres es tan frecuente que casi ya no llama demasiado la atención. Sin necesidad de retrotraerse a las recordadas actuaciones en Davos o en la reciente asamblea de las Naciones Unidas, hay para elegir.
Hasta pocos días atrás tenemos la reunión del Grupo de los 20, que se realizó en Brasil, donde en al menos dos de sus actuaciones el presidente Milei pagó caras sus desubicaciones y palabras desaforadas del comienzo de su mandato. La primera fue ante el anfitrión, el presidente Lula Da Silva, a quien algunos meses atrás había cubierto de insultos y duros calificativos sin otro motivo que el haberle adjudicado la condición de socialista, que Milei tanto odia. Debió ser un trago amargo tanto para Milei como para su inefable hermana recibir el frío saludo del brasileño, alguien que por cierto es apreciado y respetado en la comunidad internacional. Si Milei en sus delirios tuviera algo de racionalidad podría haber pensado que estaba ante el principal socio comercial de Argentina y hasta hace algunos meses, un gran aliado en el concierto internacional cuando el presidente argentino lo desairó abiertamente al rechazar una posible integración de Argentina al notable grupo de los Brics.
El otro episodio fue todavía más lamentable si es posible, porque debió posar y buscar una entrevista con Xi Jinping, el presidente de la Asamblea Popular de China. ¿Hace falta recordar que hace menos de un año Milei desparramó insultos y descalificaciones sobre la nación asiática y sus dirigentes, perjurando que nunca iba a negociar con un país comunista? Pero las circunstancias políticas y económicas hicieron que la denostada nación socialista fuera la que auxiliara a la Argentina con un empréstito cuando ningún otro país aceptaba prestar a esta derrengada nación sudamericana, que –dicho sea—aspira a que se renueve, por lo que viajará con la hermana secretaria a Pekín en enero próximo, al parecer sin temor alguno a mancharse de rojo.
Desde luego que ni pensar en que el proceder chino está basado en sentimientos de lástima o ingenuidad, sino que se integra en la globalidad de una política de avance mundial en la que hasta es posible que personajes como nuestro Presidente sean útiles a sus planes.
Al margen de estos dos inolvidables tropezones diplomáticos, hubo varios otros menores: la disociación del llamado Pacto del Futuro, de orden global o el único país del G20 que no firmó un documento sobre igualdad de género, suscripto hasta por la discriminadora monarquía de Arabia Saudita. El gesto mereció una frase lapidaria de la representante de temas de género de la Cancillería brasileña: "Cuando la extrema derecha avanza, las mujeres pierden".
Resulta ilustrativo finalizar estas consideraciones con la mención de un papelón menor, insólito y propio de un megalómalo: durante la reciente reunión entre Javier Milei y la primer ministra italiana Giorgia Meloni, tras el largo abrazo que mantuvieron al encontrarse, el Presidente argentino le habló al oído y ella lanzó una risa, mientras recibía el regalo que él le dio: un muñequito con su propia imagen portando la motosierra. Toda una perlita en la materia.
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