Turbulencias políticas
Con el paso del tiempo los desaciertos del gobierno de Javier Milei (donde su megalomanía no es de los menores) generaron resentimientos, diferencias y enojos en sectores varios que ahora empiezan a pasarle facturas, algunas de muy elevado monto político. La más abultada, seguramente, es la expulsión del senador Kueider quien, tras una sedicente careta de justicialismo, había demostrado ser un elemento para todo servicio y con voto decisivo en las causas impulsadas por el gobierno.
Su expulsión y consiguiente pérdida de fueros también abre otros frentes, a saber: cuál era –es— el origen y destino del dinero que portaba el ahora ex legislador (que en los últimos diez meses registraba más de un centenar y medio de viajes al Paraguay); qué insinúan sus últimas quejas, que parecen conllevar advertencias dirigidas a no se sabe quién sobre algunos datos no revelados; por qué el Ejecutivo, que tantas veces execró a los legisladores llegando a calificarlos de “ratas” promovió una licencia en lugar de la expulsión y, sin agotar la nómina, qué puede pasar ahora desde la justicia argentina al considerar un delito in fraganti por parte de quien es ahora un ciudadano común, sujeto a extradición y juicio.
En la perspectiva del escándalo es fácil advertir una devolución de atenciones por parte de la vicepresidenta, evidentemente menospreciada por el Presidente y, a estar por los comentarios, en una actitud fogoneada por su poderosa e impredecible hermana. Mal que les pese a ambos, y pese a compartir una posición conservadora y derechista, la grieta entre ellos se profundizó. Son sabidas las furias de Milei cuando las cosas no salen a su gusto y, evidentemente, ahora tiene material sobrado para alimentar sus enojos.
Lo mismo podría decirse en la relación con Macri, a cuyos legisladores los libertarios iban inclinando para su lado desde hace tiempo y que, al menos una parte de ellos, en la votación de expulsión del senador, desobedeció claramente la instrucción de su jefe.
Todo este maremágnum político ¿deja algún saldo favorable para el ciudadano común, por mínimo que sea? Dado el tiempo y las circunstancias que estamos transitando, no es para hacerse demasiadas ilusiones pero entre tanto nublado, parecería que asoma un mínimo sol de ética.
Pero, usando una expresión de uno de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia, también asoman otros nubarrones en el horizonte mileísta. Ellos se deben a sus cada vez mayores y desmedidos avances sobre la institucionalidad de la República, que es como decir de la democracia. La increíble megalomanía del presidente –esa que lo ha llevado a creerse uno de los dos mayores líderes políticos en el mundo actual— despreció y avanzó sobre algunas leyes y, sin pudor alguno, gobernó por decretos desde su misma asunción. Ese accionar ya había sido advertido desde hace tiempo por distintos sectores, pero sorprende que ahora provenga del mismo riñón del conjunto del poder y haya sido expresado con tanta claridad.
La turbulencia que empieza a envolver al mandatario y sus aliados tiene también pases de factura en el orden internacional, donde se manejara con tanta imprudencia. Nada menos que el presidente colombiano se dirigió a los argentinos y, palabras más, palabras menos, hizo una clara advertencia: los desmanejos y avances de Milei pueden llevarlo a convertirse en un dictador.
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