Sabado 10 de mayo 2025

Un culpable sin condena

Redacción 14/01/2025 - 00.28.hs

Acaso por tener los ojos vendados (y aunque hay quien dice que mira a través de la venda) la Justicia parece no darse cuenta cuando el poder se le arrima demasiado y concreta una colusión que deja sin efecto todo el palabrerío que pretendió ser fundamento. Esa cercanía, esa actitud no es ninguna novedad y sin temor a error puede decirse que se remonta a miles de años atrás y que prácticamente a cualquier lugar del planeta…

 

Aquí, entre nosotros también tenemos ejemplos cercanos en el tiempo que bien pueden avergonzar a quienes los protagonizaron pero andan por allí muy campantes. Los casos sobran y, de paso, a menudo nos ponen los ejemplos presuntamente impolutos de las naciones del llamado Primer Mundo. Sin embargo, de vez en cuando aparecen hechos que, una vez más, vienen a demostrar que en todas partes se cuecen habas. Tal el muy reciente caso de la justicia de los Estados Unidos donde un comprobado suceso delincuencial, con la identificación plena del culpable, se ha concretado sin que medie pena alguna.

 

El caso es paradigmático en cuanto a los recovecos legales y plantea que Donald Trump -nada menos- el presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica próximo a asumir su mandato, ha sido condenado “de manera formal” en el sonado caso de su relación con una estrella porno y las derivaciones del mismo, tan singulares que el juez que entiende en él admitió que “nunca antes se había presentado a este tribunal un conjunto de circunstancias tan único y notable”, y tanto que hizo que el magistrado le aplicara al encausado la insólita figura de “libertad incondicional”, exactamente la misma “pena” que había solicitado el fiscal encargado de la acusación y concretando así el singular caso de un delincuente probado sin condena.

 

El hecho, que desprovisto de su marco -y acaso aún dentro de él- haría temblar los cimientos de cualquier jurisprudencia, se basa en la proximidad de la toma de posesión de Trump como primer mandatario de los Estados Unidos. Evidencia de paso que la justicia norteamericana, o al menos el considerable sector que entendió en el juicio, antepone las jerarquías políticas a las razones jurídicas, disfrazándolas con palabras claras e hipócritas: “Debemos ser respetuosos con el cargo de la presidencia, y conscientes del hecho de que este acusado será investido Presidente dentro de pocos días”.

 

El delincuente sin pena -Trump- ya ha anunciado muy suelto de cuerpo y lengua que apelará la sentencia, que no conlleva cárcel ni multa, remarcando su inocencia y adjudicándole al suceso la condición de maniobra para que perdiera la elección.

 

Más allá de sus escarceos con la actriz, Trump también contaba con acusaciones acerca de manipulaciones con la Corte Suprema de Justicia y manejo indebido de documentos reservados (secretos). A la vista del insólito fallo, muy difícilmente prosperarán e invitarán a muchos jueces a poner las barbas en remojo.

 

Y dicho sea de paso, el acto ¿sentará jurisprudencia?

 

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