Un dudoso juicio y una larga condena
Milagro Sala cumplió 3.300 días de encarcelamiento. Aunque postergada por una suerte de rutina injusta alentada por algunos círculos, no son muchos los que la tienen presente, pero la líder política lleva más de nueve años cumpliendo una condena surgida de un juicio con muchísimas dudas. En esas circunstancias fue condenada a 13 años de prisión.
El caso bien puede definirse como un enfrentamiento entre un Poder Ejecutivo provincial con ciertas características de feudalismo, el de Jujuy, y una líder social en ascenso, que cimentaba buena parte de su prestigio en obras para con los más desposeídos. La pelea epilogó más o menos rápidamente en una acusación para con Sala respecto a presencias y manifestaciones que no estaban bien probadas, con derivaciones que involucraban a familiares suyos pero con enfoques y pruebas dudosos. El fallo de los tribunales jujeños a todas luces pecó de parcial, a tal punto que los numerosos sectores que apoyaban y reclamaban por Sala alegaron consecuencias para su salud, tanto física como mental. Tanto fue así que la Corte Interamericana de Derechos Humanos exigió en varias oportunidades su traslado a prisión domiciliaria, estimando que cualquier regresión en ese sentido significaría una profundización del hostigamiento contra ella. Pese a todo, el mismo se hizo sentir, tanto en las limitaciones impuestas como en el suceder existencial, ya que durante ese encarcelamiento hubo allanamientos de las autoridades jujeñas en su casa, con incautamiento de computadoras y dinero. En el operativo su marido sufrió una descompensación, iniciando así un proceso que epilogó con el fallecimiento.
En la actualidad, la salud de Milagro es delicada, después de un operativo que obligó a trasladarla desde Jujuy a La Plata para la intervención quirúrgica de una trombosis, afección que el área de salud de su provincia aconsejaba que fuera tratada con fármacos. La situación personal de Milagro Sala se vio agravada con la muerte de uno de sus hijos, mientras ella sigue en prisión. Es, por cierto, una persona con la plena condición de presa política.
El suceso, que en una perspectiva muy sencilla es una criminalización de la protesta social al tiempo que obra como aleccionador para futuros intentos de índole similar, se vio respaldado por la condescendiente justicia jujeña a la que, por lo que manifiesta en su desempeño, poco le interesa la libertad de expresión. Algunos años atrás no solamente incumplió lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en cuanto a prisión domiciliaria, sino que tampoco obedeció a la ratificación de esa medida por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Algún periodismo, sobre todo el llamado “grande”, capitalino, suele darle a la noticia la condición y el enfoque de mercancía. Tras muchos meses de Milagro Sala en el centro de la noticia, con la exposición de razones y argumentos de una y otra parte, el paso del tiempo parecía haber diluido un tanto la significación del caso, pero ahora parece volver a evidenciar su presencia ética y política, se diría que esenciales a la democracia.
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