Miércoles 24 de abril 2024

¿Un experimento con seres vivos?

Redacción 16/06/2023 - 08.15.hs

La proximidad de las elecciones nacionales hace que miremos los proyectos económicos explícitos o implícitos de las distintas agrupaciones políticas.

 

Francisco J. Babinec *

 

No hablamos de políticas puntuales, sino de la orientación que tendrían las mismas, y de su posible impacto sobre las condiciones de vida de la población y de su efectividad para resolver una situación de crisis recurrente que se arrastra desde décadas. Identificar el punto de partida no es gratuito, ya que eso define las políticas elegidas para superarla. En lo que sigue, adoptaremos la visión que pone el foco en una estructura económica desequilibrada, derivada de la forma que adoptó nuestra inserción en el mundo a partir de la organización nacional. Los desequilibrios se han acentuado con los años, con las crisis, y con políticas cuando menos desacertadas, haciendo imperiosa la necesidad de un cambio o ajuste. El problema radica en que ese cambio o ajuste se reduce en la mayoría de las propuestas a un achicamiento del Estado en educación y salud, desprotegiendo ya no sólo a los sectores más desfavorecidos, sino también a capas medias, a una pérdida de derechos laborales agitando el fantasma de una inexistente “industria del juicio”, a un incremento de la represión confundiendo ex profeso la prevención del delito con la supresión de la protesta social, y al direccionamiento de la ayuda a los desocupados desde el Estado, pero ahora en otras manos. Como quien dice, el palo y la zanahoria. Del otro lado el panorama no parece más alentador, al aferrarse al boom exportador que se augura pero sin tomar en cuenta las historias de momentos similares en los que a una momentánea bonanza siguió un período de crisis. Nadie puede razonablemente asegurar un resultado favorable en uno u otro caso, por lo que lo que venga parece un experimento a gran escala con seres humanos.

 

Reformas.

 

Una hojeada a las experiencias previas puede servir de orientación.

 

Empecemos por el principio, como debe ser, pero sin entrar en detalles. A diferencia de los Estados Unidos, cuyo desarrollo industrial y de infraestructura se basó en el ahorro interno la expansión de la frontera dio la oportunidad de acceder a la tierra a numerosos chacareros (”farmers”), en Argentina las nuevas tierras quedaron en su mayoría en pocas manos, y las obras necesarias se hicieron mediante empréstitos. La industrialización recién tomó impulso por efectos de las dos Guerras Mundiales, que hicieron necesaria la sustitución de importaciones. Eso expuso al país en mayor grado a las crisis capitalistas y a su consecuencia, la apertura y cierre de mercados; hay que recordar que fue el gobierno oligárquico de Agustín P. Justo el que por un lado aceptó las condiciones que impuso Gran Bretaña para seguir comprando carnes como por el otro creó las instituciones de regulación tan denostadas hoy en día. La economía del primer y segundo peronismo estuvo condicionada por esa compleja estructura económica, en la que el sector agropecuario seguía siendo la fuente primordial de divisas y la industria no estaba integrada y dependía de insumos importados. El superávit proveniente del comercio exterior durante la guerra consistía en su mayor parte en libras que fueron declaradas inconvertibles por Gran Bretaña. Y además Argentina quedó afuera del Plan Marshall, que hubiera permitido colocar productos en la Europa necesitada de ellos.

 

Dependencia.

 

La economía posterior al golpe de 1955 y el desarrollismo a rajatabla de Frondizi produjeron cambios que en definitiva profundizaron la dependencia externa y no solucionaron el desequilibrio. La experiencia de Illia con una política no sólo económica sino también de educación, salud y relaciones exteriores ejemplar, se vio frustrada muy rápido para dar lugar a una dictadura que se pretendió en algún momento modernizadora pero que no lo fue, e incubó una crisis política descomunal al cerrar la participación popular en los asuntos de gobierno. Con el regreso del peronismo al poder, el Plan Gelbard representó un intento fallido de establecer un acuerdo de precios y salarios para controlar la inflación. La muerte de Perón con la incapacidad del gobierno que lo sucedió para sostener el acuerdo por un lado, y por el otro para arbitrar entre facciones, terminaron la experiencia con el tristemente célebre “Rodrigazo”, un brutal ajuste de tarifas asociado a una devaluación sin planificación. Esto abrió la puerta a un rápido regreso de los militares al poder, para sostener esta vez una política de tierra arrasada afectando derechos y destruyendo la matriz productiva al abrir las importaciones y favorecer la especulación financiera. El corolario fue la estatización de las deudas privadas de la mano del presidente del Banco Central, un tal Domingo Cavallo.

 

Colapso.

 

Con el colapso de la dictadura tras la catástrofe de Malvinas, Alfonsín tuvo que lidiar no sólo con el recelo y las intentonas militares, sino con una pesadísima herencia de una economía devastada y una deuda externa atroz, y si bien pido sentar las bases de una democracia estable a partir del Juicio a las Juntas (a pesar de las claudicaciones de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida), el fracaso del Plan Austral primero y del Plan Primavera después (que descargaron el peso del ajuste sobre los sectores populares) lo llevaron a la entrega anticipada del gobierno a Carlos Menem. Tras el fracaso de la economía conducida por sus dueños en el primer año, Menem optó por dejarla en manos del ya mencionado Domingo Cavallo, que implementó la Convertibilidad, una especie de dolarización encubierta que ató el peso al dólar sin modificar los problemas estructurales de fondo, a pesar de las reformas en el Estado y la enajenación de empresa públicas al por mayor. Una vez agotadas las joyas de la abuela, el régimen sólo pudo sostenerse mediante el endeudamiento externo. Cuando este se cortó, se acabó la ilusión de la Convertibilidad. (Mañana, segunda y última nota)

 

* Centro Pampeano de Estudios Políticos y Sociales.

 

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