Domingo 21 de abril 2024

Un odio enfermizo

Redacción 23/03/2023 - 08.21.hs

“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” El antiguo aforismo, atribuido al político Porfirio Díaz -tan transitado pero también preciso al entrañar una formidable síntesis de historia— al parecer estuvo en las conversaciones que el presidente López Obrador mantuvo con su par estadounidense. La frase se integró a la discusión sobre la idea de buena parte de los representantes legislativos del Partido Republicano de enviar tropas a México para neutralizar la expansión del fentanilo, una droga que ya causó la muerte de un centenar de miles de norteamericanos.

 

Un buen ejemplo de esas intenciones puede ser lo expresado por el ex fiscal general durante la administración Trump, que no se anduvo con chiquitas al decir que “el principal facilitador de los cárteles de la droga es el Presidente Andrés Manuel López Obrador. En realidad, AMLO no está dispuesto a tomar medidas que desafíen seriamente a los cárteles. Los protege invocando constantemente la soberanía de México para impedir que Estados Unidos tome medidas efectivas”.

 

Ante semejante necedad López Obrador les recordó que su país no es una colonia estadounidense. Además resulta claro que si la droga resulta un gran negocio es porque hay compradores… y Estados Unidos es el mayor consumidor del mundo.

 

Días más tarde de aquel ríspido encuentro, en una de las diarias conversaciones con la prensa que tiene el presidente mexicano, se pudo advertir con claridad que detrás suyo campeaba un gran cartel con la inscripción “2023. Año de Francisco Villa”, con un retrato y seguramente en conmemoración del centenario de la muerte del prócer.

 

Aunque hayan aplicado el freno, la alusión seguramente molestó, y mucho, a los norteamericanos. Pancho Villa acaso sea el personaje más odiado por los estadounidenses de derecha, muy especialmente por haber sido el único extranjero que se atrevió a invadir territorio norteamericano (Columbus, 1916) y, para más, desairó a las tropas que envió el incipiente imperio para castigarlo por su atrevimiento. El fracaso de esa expedición perdura en poemas y canciones —corridos— que se cantan todavía a nivel popular.

 

La anterior no es una consideración vacía; lo prueba un hecho que muestra un odio enfermizo: algunas décadas después de la muerte de Villa, en julio de 1923, un grupo de estadounidenses de clase alta (se dice que uno de ellos fue posteriormente presidente de la nación) profanó la tumba del caudillo y decapitó el cadáver, dejando una inscripción que decía “Nos llevamos la cabeza del bandido”.

 

El hecho contribuyó a que creciera la leyenda de Pancho Villa y se multiplicaran los datos acerca de los presuntos lugares en que podía estar su cabeza, que todavía no fue hallada.

 

Por todo eso no es exagerado pensar que la respuesta de López Obrador a las desaforadas pretensiones de los conservadores del Partido Republicano, además del adecuado toque político, conllevó la ironía de una gráfica explícita de que aquel considerado por los estadounidenses como un bandido resulta un héroe cabal para el pueblo mexicano, su presidente incluido.

 

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